.

02 julio, 2007

La ciencia confirma la profecía maya

El cumplimiento de las detalladas predicciones que la antigua cultura
maya hizo para el período que media entre los años 1992 y 2012 de
nuestro calendario plantea un profundo misterio y una pregunta
inquietante: ¿nos encontramos realmente viviendo el final de una era
cósmica y veremos dentro de siete años el amanecer de una con signo
muy distinto?

Los científicos no saben qué está sucediendo con el Sol. El 30 de
enero de este año, una sorpresiva tormenta solar alcanzó la Tierra
con su máximo de radiación sólo 15 minutos después de iniciarse la
serie de explosiones, cuando lo habitual son 2 horas. Según Richard
Mewaldt, del California Institute of Technology, fue la más violenta
en los últimos 50 años. También ha sido la más misteriosa.

Los científicos creían que dichas tormentas se producían en la corona
solar por las ondas de choque asociadas a eyecciones de plasma. Sin
embargo, en este caso parece haberse originado extrañamente en el
interior del astro rey, según afirmó el profesor Robert Lin, de la
universidad de California.

Los astrónomos expresaron su perplejidad. El profesor Lin –principal
investigador del satélite Reuven Ramaty High Energy Solar
Spectroscopic Imager (RHESSI)– concluyó su declaración con una frase
muy significativa: «Esto significa que realmente no sabemos cómo
funciona el Sol».

En resumen: el insólito fenómeno del 30 de enero ha pulverizado los
modelos predictivos de nuestra ciencia.

Pero además, ¿por qué se produce una actividad tan intensa y anómala
en este momento? El pico de máxima actividad de nuestra estrella –en
su ciclo principal de 11 años– tuvo lugar en el año 2000.

En 2004 los físicos solares observaron una ausencia total de manchas,
algo que siempre anuncia la proximidad de un mínimo de actividad.

Dicho mínimo debía producirse entre 2005 y 2006, unos 4 años antes
del nuevo máximo, previsto para el año 2010 ó 2011, precisamente en
vísperas de la fecha para la cual los antiguos mayas profetizaron el
final de la era correspondiente al «Quinto Sol» y el comienzo de otro
ciclo cósmico, llamado «Sexto Sol».

¿Sabían algo los mayas que nuestra ciencia actual ignora? ¿Podrían
ayudar sus textos sagrados a los científicos, desconcertados por el
extraño e inquietante comportamiento del astro rey?

Y sobre todo: ¿por qué motivo prestó aquella antigua cultura tanta
atención a la actividad solar de nuestros días en tiempos tan remotos?
El calendario maya finaliza abruptamente el sábado 23 de diciembre de
2012, 5.125 años despúes de iniciarse la era del «Quinto Sol».

Según sus profecías, la causa física desencadenante es que el Sol
recibiría un rayo proveniente del centro de la galaxia y emitiría una
inmensa «llamarada radiante» que transmitiría esa radiación a la
Tierra y al resto del sistema solar. Este evento precedería al
comienzo de un nuevo ciclo cósmico.

Según su cómputo, habrían tenido lugar ya 5 ciclos de 5.125 años,
completando una serie de 25.625 años, período muy próximo al de «la
precesión de los equinoccios», conocido como «Año Platónico» o «Gran
Año Egipcio», correspondiente a un ciclo completo formado por las 12
eras astrológicas (25.920 años).

Según los mayas, en la Tierra cada ciclo de 5.125 años habría sido el
escenario de la aventura de una Humanidad –«una raza» en su concepto–
y habría acabado con su destrucción, seguida por la regeneración que
trae el siguiente ciclo o «Sol». Al comienzo de éste se produce una
sincronizació n de la «respiración» de todas las estrellas, planetas
y seres.

El 11 de agosto de 3.113 a .C. los mayas fijaron el nacimiento
del «Quinto Sol» –la era actual– cuyo final llegaría en 2012. La Era
del Agua habría acabado con el Diluvio, la posterior a ésta con un
diluvio de fuego y la nuestra, llamada «del Movimiento», finalizaría
con violentos terremotos, erupciones volcánicas y huracanes
devastadores.

La mitología de las culturas antiguas más diversas recoge la memoria
de inundaciones catastróficas que tuvieron lugar hace unos 12.000
años y de misteriosas lluvias de fuego, hace algo más de 5.000 años,
que investigadores como Maurice Cotterell asocian a un gran cometa
que rozó la atmósfera terrestre.

La predicción maya también describe los 20 años anteriores al primer
día del «Sexto Sol» con cierto detalle. Este ciclo menor, que ellos
denominaban Katum, ya ha consumido casi dos tercios de su duración
total. Ello nos permite verificar hasta qué punto se han cumplido sus
profecías hasta este momento y, en consecuencia, decidir si su nivel
de aciertos merece suficiente credibilidad como para prestarles
atención.

El último Katum –denominado por ellos «el tiempo del no tiempo»–
habría empezado en el año 1992 de nuestro calendario, después de un
eclipse de Sol que esta cultura pronosticó para el 11 de julio de
1991 y que se cumplió puntualmente. En el concepto maya se trataría
de un periodo de transición, caracterizado por profundos cambios
cósmicos, telúricos e históricos.

Es curioso observar que en septiembre de 1994 se produjeron fuertes
perturbaciones en el magnetismo terrestre, con alteraciones
importantes en la orientación de las aves migratorias y cetáceos, e
incluso en el funcionamiento de la aviación.

En 1996, la sonda espacial Soho descubrió que el Sol no presentaba ya
polos magnéticos sino un único campo homogeneizado. En 1997 se
produjeron violentas tormentas magnéticas en el Sol. Y en 1998, la
NASA detectó la emisión de un potente flujo de energía proveniente
del centro de la galaxia que nadie supo explicar.

Otra fecha importante de las profecías mayas fue el eclipse total de
Sol del 11 de agosto de 1999, que también se verificó puntualmente.
Según el Chilam Balam –un libro sagrado maya–, siete años después del
inicio del último Katum (1999) comenzaría una era de oscuridad y las
convulsiones de la Tierra –seísmos, huracanes, erupciones volcánicas–
aumentarían sensiblemente.

El 11 de septiembre de 1999, sólo un mes después del mencionado
eclipse, una misteriosa explosión proveniente del espacio eclipsó
durante horas el brillo de algunas estrellas.Las radiaciones de ondas
radio, rayos gamma y rayos X multiplicaron su intensidad por 120.
Astrónomos como Richard Berendzen y Bob Hjellming, del Observatorio
Radioastronómico de Nuevo México (EE UU), calificaron este fenómeno
como un enigma «digno de una investigación detectivesca» .

El rayo y la llamarada radiante

Ante estos hechos objetivos cabe preguntarse: ¿podría ser esa
misteriosa e inexplicada radiación de 1999 el rayo proveniente del
centro de la galaxia que, según los mayas, alcanzaría al Sol antes
del año 2012, cuando se dispararan los fenómenos sísmicos? ¿No
resulta también evocador de «la llamarada radiante» que, según los
mayas emitiría el Sol después de recibir ese «rayo», la igualmente
enigmática y anómala explosión solar del 30 de enero de 2005, que ha
dejado perplejos y sin respuestas a los científicos?

El eclipse del 11 de agosto de 1999 que precedió a la fuerte
radiación proveniente del espacio del 15 de septiembre de 2005
inauguró un período de cataclismos naturales.

El día 7 de ese mismo mes se produjo un terremoto de 5,9º (escala
Richter) en Grecia, con 218 muertos; el 8, inundaciones catastróficas
en China, con miles de muertos; el 17, un terremoto de 7,4º en
Turquía, con 15.000 muertos; el 20, un terremoto de 7,6º en Taiwan,
con 2.000 muertos; el 22, una cadena de terremotos menos
destructivos –entre 2º y 5,2º– en todo el planeta; el 30, un
terremoto en Oaxaca (México), seguido de grandes incendios debidos a
explosiones de gas, con más de 100 muertos; y el 10 de octubre las
lluvias produjeron 300 muertos y 500.000 damnificados en México.
No se trata de una lista exhaustiva de catástrofes ni mucho menos,
sino sólo de una muestra de algunos fenómenos muy destructivos,
ocurridos tan sólo en los dos meses que siguieron al eclipse de
agosto. Incluir los conflictos humanos que estallaron en esos dos
meses y otras catástrofes naturales requeriría un abultado volumen.
En este mismo número se recogen otros datos sobre el aumento
espectacular de los seísmos, erupciones volcánicas y meteoros
violentos. La comparación de la intensidad y la cantidad que estos
fenómenos tuvieron en los últimos años con periodos anteriores revela
que experimentaron un incremento espectacular en este periodo que los
mayas denominaron «el tiempo del no tiempo».

Después de la potente y anómala radiación emitida por el Sol el 20 de
enero de este año se han disparado las erupciones volcánicas, que ya
habían experimentado un incremento notable después del eclipe de
1999. En todo 2004 se registraron 31 erupciones significativas.
Sólo entre enero y abril de 2005, se han detectado 21. Y si sumamos
los informes sobre nueva actividad de los volcanes que experimentaron
erupciones significativas desde 1999, la cifra asciende a 43 para los
4 meses iniciales de este año.

A esta confirmación de las predicciones mayas debemos añadir otras.
Según dichas profecías, a partir del eclipse de 1999 se
incrementarían las guerras y la destrucción.

El cono de sombra de este eclipse se proyectó precisamente sobre
Medio Oriente, Irak, Irán, Afganistán, Paquistán e India, señalando
un área sacudida por los conflictos más sangrientos y la amenaza
permanente de una confrontación entre Paquistán e India, ambos con
arsenal nuclear.

Al acercarse el 2012 una ola de calor aumentaría la temperatura del
planeta, produciendo cambios climáticos, geológicos y sociales sin
precedentes, con una rapidez asombrosa. Estamos inmersos en dicha
dinámica. El acelerado derretimiento de los glaciares en todo el
mundo y la aparición de zonas verdes en la Antártida es ya un hecho
confirmado científicamente. También anunciaron los cambios
inesperados de la actividad del Sol que los científicos están
verificando.

Las profecías mayas pronostican la aparición de un cometa, con alta
probabilidad de un impacto contra la Tierra. Curiosamente, también en
el Apocalipsis de San Juan se predice la llegada de este cometa
llamado «Ajenjo» como signo del «Final de los Tiempos».

Otra coincidencia llamativa es que el 11 de agosto de 1999, no sólo
tuvo lugar el último eclipse total del milenio, sino la formación de
una configuración astrológica muy rara: la Gran Cruz Cósmica, formada
en los signos de Tauro, Leo, Escorpio y Acuario, por el Sol, la Luna
y tres planetas (AÑO/CERO, 102).

Esta Cruz también nos remite al Apocalipsis porque evoca a «los
cuatro vivientes custodios del Trono».

El primero es descrito como «semejante a un león» (Leo), el
segundo «semejante a un toro» (Tauro), el tercero «con semblante
humano» (Acuario, el Aguador) y el cuarto semejante a un águila
(Escorpio).

Estamos ante un simbolismo complejo que encaja con las profecías
mayas del comienzo del «Sexto Sol»: una nueva era que, según su
predicción, supondrá «el final del tiempo del miedo» y una Humanidad
renovada cósmicamente, que construirá una civilización superior a la
actual.

Esta convergencia de expectativas, independientes unas de otras, que
avalan las profecías mayas es otro hecho a tener en cuenta.

Resulta inevitable recordar a maestros como Sri Aurobindo que, junto
a su compañera Madre y su discípulo Satprem, promovieron una
transformació n fisiológica, convencidos de que, en un ser humano
superior, debería producirse «el despertar» del cuerpo a nivel
celular e incluso de los átomos.

Aurobindo enseñó que se produciría «un descenso de la luz superior a
las partes más bajas de la naturaleza», que favorecería el acceso del
ser humano a un nivel de conciencia más elevado que el actual.

¿Podría este cambio ser activado o favorecido por ese gran evento
cósmico que anunciaron las profecías mayas? ¿Podría ese salto
vibracional del Universo, transmitido por el Universo al Sol y por
éste a la Tierra , estar impulsando «la gran transformación» que,
según los mayas, llegará definitivamente a nuestro planeta el sábado
23 de diciembre de 2012?

En cualquier caso, todas estas profecías son muy elocuentes respecto
a dicho salto cualitativo en la evolución de la conciencia
El cambio cósmico crea las condiciones, pero la transmutación
interior sólo puede ser el resultado de una decisión libre y de un
trabajo interior individual.

En este final del último Katum del calendario maya el Cielo nos pone
ante una encrucijada: autodestrucció n o transformació n. Nos
hallamos, por tanto, en una especie de «tierra de nadie»: una fase
definitiva que ya no pertenece a la vieja era, pero tampoco a la que
amanecerá dentro de siete años, cuando se abra «la puerta» cósmica de
un tiempo renovado.

En cualquier caso, nos parece evidente que los hechos corroboran las
profecías mayas lo suficiente como para tomarlas en serio y
examinarlas sin prejuicios a la luz de lo que sabemos del mundo. ¿La
evolución biológica y psicoespiritual responde a una programación
cósmica inteligente?

Este es, sin duda, el gran misterio que se nos plantea.

Fuente: Año Cero

No hay comentarios.: