Científicos argentinos e italianos, en Mendoza
Escucharon los "latidos" de un volcán de la Cordillera
Comprobaron que, como ocurre con las mareas,"respira" dos veces por día
La estación de emisión acústica instalada en la ladera del volcán Peteroa, a 200 km de Malargüe
En su laboratorio de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el físico argentino José Ruzzante toma unos cuantos granos de azúcar y los deja deslizarse y caer desde la palma de la mano. Sorpresivamente, cuando se estrellan contra una pequeña plataforma de metal poblada de cables y sensores, se oye un ruido atronador.
Ruzzante, investigador del Grupo de Ondas Elásticas de la CNEA, emplea este sencillo ejemplo para demostrar las posibilidades de la emisión acústica, técnica que permite captar y amplificar ondas de ultrasonido inaudibles para el oído humano.
Junto con el geólogo Gabriele Paparo, del Istituto di Acustica O. M. Corbino, de Roma, y un grupo de investigadores argentinos e italianos, la está aplicando al estudio del volcán andino Peteroa, ubicado a 200 kilómetros de Malargüe, sobre el límite con Chile. Y los primeros hallazgos que ofrece son inesperados hasta para los propios científicos: dos sondas colocadas en las laderas del volcán de 4107 metros de altura registraron que la montaña "respira" dos veces por día.
"Los datos nos están mostrando que el volcán es como un reloj -explica Paparo-: tiene una precisión fantástica y respira con la sincronicidad de las mareas terrestres. Y esto es porque está en un contexto morfológico muy interesante, justo sobre uno de los bordes de una falla horizontal que ingresa desde el Pacífico, y termina en las sierras de Córdoba y pampeanas. Es un volcán muy particular, de tipo explosivo y no eruptivo. Y cada vez que está preparando una explosión, la montaña se deforma y libera mucho anhídrido carbónico, que es muy peligroso para los animales que van a la zona a pastar."
La emisión acústica nació originalmente como una técnica de ensayos no destructivos para estudiar la integridad estructural de recipientes, tuberías o componentes, ya que permite detectar y localizar zonas potencialmente peligrosas en un único ensayo. Detecta ondas elásticas producidas por una repentina redistribución de las tensiones internas de una estructura debido a crecimiento de fisuras, deformación plástica, movimiento de dislocaciones, corrosión y otros fenómenos.
Paparo la había aplicado en Italia a diversas estructuras geofísicas, entre las que figuran los volcanes Stromboli y Vesubio. "También la utilizamos para medir microdeformaciones, por ejemplo, en la isla de Cefalonia, en el mar Egeo -cuenta el investigador y actual agregado científico de la embajada de Italia-. A partir de esos registros estamos viendo que la isla está rotando de manera constante. Se está elevando dos o tres milímetros por año."
Susurros de la montaña
Un encuentro con el Grupo Latinoamericano de Emisión Acústica permitió esbozar el proyecto del Peteroa, financiado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Secyt), de la Argentina, y el Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE), de Italia.
A pesar de las dificultades de acceso y luego de dos campañas a la zona, los científicos instalaron sondas de emisión acústica a 2550 m de altura, dotadas de baterías y paneles solares, ya que el lugar carece de electricidad y telefonía celular.
"Un sensor alojado dentro de una barra de vidrio (para evitar distorsiones electromagnéticas) recoge la señal, la amplifica, la grafica en forma visible y la emite -explica Ruzzante-. Para acceder a los datos, llamamos a un teléfono satelital; el teléfono se comunica con la computadora y manda toda la información al que está llamando."
Y agrega Paparo: "Los equipos funcionan 24 horas por día, ya que es inútil hacer medición de estructuras geofísicas esporádicamente. Los acontecimientos no se verifican sólo en el momento en que uno está midiendo; por el contrario, son casuales, porque la naturaleza hace lo que quiere, de modo que uno tiene que estar atento durante mucho tiempo para poder hacer estadísticas y analizar la física de las señales que detecta".
Como las microdeformaciones y los cambios en el estado de tensión de toda la estructura producen pequeñísimos sonidos, los instrumentos ofrecen la posibilidad de estudiar un fenómeno incluso antes de que se inicie. Según los científicos, este tipo de datos podría ayudar a prever las erupciones e incluso movimientos sísmicos.
"En Italia -asegura el científico italiano-, vimos que siete meses antes de un terremoto ya se pueden observar variaciones en la emisión acústica de 100 kHz; y dos meses antes, en la de 25 kHz. Pero para comprender cabalmente estos fenómenos de la naturaleza tenemos que correlacionar estos datos con mediciones geoquímicas, de sismología y otros."
Además, por supuesto, de prestar atención a los sonidos que susurra el volcán...
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION
Ruzzante, investigador del Grupo de Ondas Elásticas de la CNEA, emplea este sencillo ejemplo para demostrar las posibilidades de la emisión acústica, técnica que permite captar y amplificar ondas de ultrasonido inaudibles para el oído humano.
Junto con el geólogo Gabriele Paparo, del Istituto di Acustica O. M. Corbino, de Roma, y un grupo de investigadores argentinos e italianos, la está aplicando al estudio del volcán andino Peteroa, ubicado a 200 kilómetros de Malargüe, sobre el límite con Chile. Y los primeros hallazgos que ofrece son inesperados hasta para los propios científicos: dos sondas colocadas en las laderas del volcán de 4107 metros de altura registraron que la montaña "respira" dos veces por día.
"Los datos nos están mostrando que el volcán es como un reloj -explica Paparo-: tiene una precisión fantástica y respira con la sincronicidad de las mareas terrestres. Y esto es porque está en un contexto morfológico muy interesante, justo sobre uno de los bordes de una falla horizontal que ingresa desde el Pacífico, y termina en las sierras de Córdoba y pampeanas. Es un volcán muy particular, de tipo explosivo y no eruptivo. Y cada vez que está preparando una explosión, la montaña se deforma y libera mucho anhídrido carbónico, que es muy peligroso para los animales que van a la zona a pastar."
La emisión acústica nació originalmente como una técnica de ensayos no destructivos para estudiar la integridad estructural de recipientes, tuberías o componentes, ya que permite detectar y localizar zonas potencialmente peligrosas en un único ensayo. Detecta ondas elásticas producidas por una repentina redistribución de las tensiones internas de una estructura debido a crecimiento de fisuras, deformación plástica, movimiento de dislocaciones, corrosión y otros fenómenos.
Paparo la había aplicado en Italia a diversas estructuras geofísicas, entre las que figuran los volcanes Stromboli y Vesubio. "También la utilizamos para medir microdeformaciones, por ejemplo, en la isla de Cefalonia, en el mar Egeo -cuenta el investigador y actual agregado científico de la embajada de Italia-. A partir de esos registros estamos viendo que la isla está rotando de manera constante. Se está elevando dos o tres milímetros por año."
Susurros de la montaña
Un encuentro con el Grupo Latinoamericano de Emisión Acústica permitió esbozar el proyecto del Peteroa, financiado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (Secyt), de la Argentina, y el Ministerio de Asuntos Exteriores (MAE), de Italia.
A pesar de las dificultades de acceso y luego de dos campañas a la zona, los científicos instalaron sondas de emisión acústica a 2550 m de altura, dotadas de baterías y paneles solares, ya que el lugar carece de electricidad y telefonía celular.
"Un sensor alojado dentro de una barra de vidrio (para evitar distorsiones electromagnéticas) recoge la señal, la amplifica, la grafica en forma visible y la emite -explica Ruzzante-. Para acceder a los datos, llamamos a un teléfono satelital; el teléfono se comunica con la computadora y manda toda la información al que está llamando."
Y agrega Paparo: "Los equipos funcionan 24 horas por día, ya que es inútil hacer medición de estructuras geofísicas esporádicamente. Los acontecimientos no se verifican sólo en el momento en que uno está midiendo; por el contrario, son casuales, porque la naturaleza hace lo que quiere, de modo que uno tiene que estar atento durante mucho tiempo para poder hacer estadísticas y analizar la física de las señales que detecta".
Como las microdeformaciones y los cambios en el estado de tensión de toda la estructura producen pequeñísimos sonidos, los instrumentos ofrecen la posibilidad de estudiar un fenómeno incluso antes de que se inicie. Según los científicos, este tipo de datos podría ayudar a prever las erupciones e incluso movimientos sísmicos.
"En Italia -asegura el científico italiano-, vimos que siete meses antes de un terremoto ya se pueden observar variaciones en la emisión acústica de 100 kHz; y dos meses antes, en la de 25 kHz. Pero para comprender cabalmente estos fenómenos de la naturaleza tenemos que correlacionar estos datos con mediciones geoquímicas, de sismología y otros."
Además, por supuesto, de prestar atención a los sonidos que susurra el volcán...
Por Nora Bär
De la Redacción de LA NACION
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