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28 junio, 2006

Karma

Karma es una palabra en sánscrito que significa: acción; y se refiere a una ley natural tal como es la ley de la gravedad. Karma es la ley de la causa y el efecto cuyo principio es: “A cada acción le corresponde una reacción opuesta de la misma intensidad”. Muy semejante a la tercera ley del movimiento de Newton. En la Biblia también se habla de la ley del karma, allí se conoce como la ley de Talión: “Ojo por ojo, diente por diente” o “Con la misma vara que midas, serás medido” o “Lo que siembres, cosecharás”. Así mismo, Jesús dijo: “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”.
 
Los científicos comprenden cómo esta ley física de acción y reacción se aplica a todos lo objetos materiales; que no pueden existir acciones o acontecimientos sin sus causas correspondientes, pero la mayoría permanece inconscientes de que esta ley también opera en un campo más sutil, es decir, en el reino de la conciencia.
 
Así, la yiva o entidad viviente, desde tiempo inmemorial ha estado actuando en el mundo material y disfrutando o sufriendo las reacciones de sus propias obras, las cuales conllevan a su trasmigración de un cuerpo material a otro. Mientras ella trasmigra, padece o disfruta de los resultados de las actividades pasadas o karma. Karma es cautiverio. Aún “el buen karma” o actividades piadosas, atan a una persona a la rueda de la trasmigración.
 
La yiva crea su propio karma con sus deseos particulares de disfrutar este mundo de diferentes maneras. De modo que ni Krishna (Dios) ni la naturaleza material son responsables por el karma de la yiva; ésta construye su propio destino, y según sus actividades (bajo la supervisión del Supremo), la naturaleza material sencillamente la conduce a otro cuerpo para que lleve a cabo sus deseos. Si uno quiere trascender el samsara o los nacimientos y muertes repetidos, uno tiene que estar libre de todo karma.
 
La liberación de la gran cadena del karma llega a través del conocimiento. “Así como el fuego convierte a la madera en cenizas, ¡Oh! Arjuna, del mismo modo el fuego del conocimiento convierte en cenizas todas las reacciones de las actividades materiales” (Bhagavad gita 4, 37). Este fuego del conocimiento se refiere a la conciencia de la yiva de su propia posición constitucional como eterno sirviente del Supremo. Cuando uno se rinde a Krishna, trasciende inmediatamente todo el karma pasado, presente y futuro.

La yiva no puede liberarse del karma con meramente parar sus actividades. Los Vedas enmarcan al alma (yiva) como eterna e irrevocablemente activa. Es verdaderamente imposible para el ser corporificado abandonar todas sus actividades. No obstante, se dice que aquel que renuncia a los frutos de la acción, es el que ha renunciado de verdad. En otras palabras, uno tiene que aprender el arte de trabajar sin incurrir en karma.
 
En El Bhagavad gita, el Señor Krishna explica en detalle este arte del Karma Yoga. Él expone cómo aquel que ejecuta sus actividades como sacrificio al Señor Supremo evita el karma, el cautiverio dentro del mundo material. Esta actividad de sacrificio tan refinada se llama Akarma, es decir, la acción sin reacción. El Narada Pancharatra explica que el arte del Karma Yoga es “Servir al Señor de los sentidos con los sentidos de uno”. Es la función del Guru enseñar a sus discípulos este arte de actuar sin reacción.
 
Para contrarrestar la actividad pecaminosa, se requiere de una expiación proporcional a ella. Eso es lo que prescriben las escrituras. Si uno ejecuta la expiación antes de la muerte en su siguiente vida progresará. Mas, si uno no expía sus actividades pecaminosas, llevará consigo las acciones resultantes de ellas y tendrá que sufrir. Según la ley, si un hombre mata a alguien, él mismo tiene que ser matado por haber matado. La idea de “ojo por ojo, diete por diente” no es un concepto muy nuevo, y lo hallamos en el Manu samhita, el código védico de leyes para la humanidad. En este código se dice que cuando el rey cuelga al asesino, éste de hecho se beneficia, pues si no es matado, llevará consigo la reacción de su asesinato y tendrá que sufrir de muchísimas maneras.
 
Las leyes de la naturaleza son muy sutiles y son administradas muy diligentemente, aunque la gente pueda no saberlo. En el Manu Samhita se sanciona el concepto de “ojo por ojo, diente por diente,” que, en efecto, es observado en todas partes del mundo. De forma similar, existen otras leyes que dictaminan que uno no puede matar tan siquiera una hormiga sin ser responsabilizado por ello. Como no podemos crear, no tenemos el derecho de matar a ninguna entidad viviente, por consiguiente las leyes hechas por el hombre, que distinguen entre matar un hombre y matar un animal, son imperfectas. No obstante si bien en las leyes hechas por el hombre hay imperfecciones, debemos reconocer también que no puede haber defectos en las leyes de Dios. Según las leyes de Dios, matar a un animal es un hecho tan punible como matar a un hombre. Aquellos que hacen distinciones entre estos dos hechos, están inventando sus propias leyes. Hasta en los diez mandamientos se prescribe: “No matarás”. Esa es la ley perfecta, pero al especular y hacer discriminaciones, los hombres las desvirtúan: “No mataré al hombre, pero sí a los animales”. De esta forma, la gente se engaña, e inflinge sufrimiento a sí mismo y a los demás. De cualquier modo, las leyes de Dios no disculparán ese comportamiento.
 
Existen ciudades en el mundo en donde si el perro de una persona le ladra a otra que pasa por la calle, según la ley eso es una ofensa por parte del dueño del perro. Nadie debe ser asustado por el ladrido del perro, así que uno debe ocuparse de su perro. Tal ley existe. El perro únicamente está ladrando, pero eso es pecaminoso. El perro no es responsable, porque es un animal, pero debido a que el dueño del animal ha vuelto al perro su mejor amigo, él es responsable ante la ley. Si un perro ajeno entra en su casa, no puede ser matado, pero los dueños del perro pueden ser enjuiciados.
 
Como el ladrido del perro es ilegal, así mismo cuando uno dice algo ofensivo a otras personas, eso también es pecaminoso. Eso es igual que ladrar. Por lo tanto, las actividades pecaminosas se cometen de muchísimas maneras directa e indirectamente. Bien sea que pensemos en actividades pecaminosas, o que hablemos algo pecaminoso, o que de hecho cometamos una actividad pecaminosa, todo ello se considera actividad pecaminosa… y uno tiene que sufrir un castigo por ellas.
 
De esta manera, el tipo de cuerpo que uno reciba en su próxima vida estará determinado tanto por el tipo de conciencia que uno desarrolle en esta existencia como también por la inmutable ley del karma. En cuanto al desarrollo de la conciencia, ésta depende de nuestros pensamientos, deseos y acciones; lo cual quiere decir que todo lo que hemos pensado, deseado y hecho durante toda nuestra vida queda como impresiones en nuestra mente y ellas son las que determinarán nuestros pensamientos o nuestro estado de conciencia en el momento de morir. Así, la naturaleza material nos proporcionará un nuevo cuerpo conforme a estos pensamientos. La clase de cuerpo que tenemos ahora, es el resultado del estado de conciencia que tuvimos al morir la última vez. Y por supuesto, también ha dependido de nuestro karma; es decir de nuestras actividades que han provocado las consiguientes reacciones; tal como la semilla que cuando la plantamos va fructificando con el transcurso del tiempo. Estas reacciones del karma son el polvo que cubre el espejo de nuestra conciencia espiritual pura.
 
En el momento de la muerte, los elementos más refinados (tales como la mente, la inteligencia y el ego falso), llamados también el cuerpo sutil, crean la forma sutil del siguiente cuerpo burdo que ocupará la entidad viviente. Y a semejanza de la oruga que se transporta de hoja en hoja, cogiéndose de las siguientes antes de abandonar la anterior; así la entidad viviente, mediante la mente, sus pensamientos y deseos, inicia la preparación de un nuevo cuerpo antes de abandonar el actual. Es decir, la mente es el mecanismo que dirige estas trasmigraciones, impulsando al alma hacia nuevos y nuevos cuerpos. Y es mediante este cuerpo sutil cómo la entidad viviente sucesivamente se desarrolla, abandona y ocupa uno tras otro los cuerpos burdos. Finalmente, es este cuerpo sutil el que precisamente hará de vehículo para trasportar la pequeña partícula que es el alma individual a otro cuerpo para que goce o sufra sus reacciones.
 
De este modo, el nacimiento y la muerte son dos abominables experiencias de tortura. El nacimiento es una forma de tortura tal, que borra cualquier recuerdo que uno pudiera haber conservado sobre su vida pasada y a la hora de la muerte el alma tan habituada a vivir dentro del cuerpo tiene que ser forzada por las leyes de la naturaleza material a marcharse. Las escrituras védicas nos informan que únicamente las almas emancipadas, concientes de la verdadera identidad, son capaces de pensar en la muerte sin angustias.
 
Podemos emanciparnos de este eterno ciclo de muertes y nacimientos llamado samsara; pero para ello es necesario comprender muy bien la ley del karma. Es decir, que si en esta vida podemos preparar nuestro siguiente cuerpo mediante nuestros pensamientos y acciones; entonces, muy bien podemos usar nuestra mente para comprender el conocimiento espiritual y así obtener un cuerpo más elevado; porque de lo contrario, si utilizamos la mente únicamente para el logro del placer material recibiremos un cuerpo más bajo. Es decir, mientras la mente sea impura, la conciencia será oscura; y quien esté absorto en las actividades para complacer los sentidos tendrá que ocupar un cuerpo material.
 
Todo este gran complejo sistema que gobierna la ley de la trasmigración de los seres vivos y la ley del karma, constituye la ciencia de la reencarnación, de modo que la conciencia es el eslabón perdido; pues, el desarrollo de la conciencia constituye la verdadera evolución del ser. Por ello es preciso siempre actuar en el plano del alma espiritual que es el verdadero yo. Y el actuar en ese plano se llama: Bhakti Yoga o servicio amoroso a la Suprema Personalidad de Dios, Sri Krishna.
 
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*El sufrimiento que causamos a otros seres, lo padeceremos de igual forma; porque toda acción conlleva una reacción.
 
*Si un ser humano desperdicia su vida, viviendo como un animal tan sólo comiendo, durmiendo, defendiéndose y apareándose; olvidando su relación con Dios (Servir al Supremo). Entonces sufrirá las consecuencias de sus deseos egoístas, viviendo en un cuerpo inferior hasta que aprecie más lo que ha perdido.
 
*La entidad viviente, mediante la mente, la cual es el propósito de los pensamientos y deseos; inicia la preparación de un nuevo cuerpo antes de abandonar el actual.
 
Por tanto los deseos determinan cuál será nuestro próximo cuerpo.
Máximas:
 
*“Disgustarse con alguien es falta de compasión”.
 
*“Ocúpese siempre en hablar temas espirituales. Lo contrario es como cuando un sapo al croar atrae a la serpiente que será causa de su muerte”.
Swami B.A. Paramadvaiti
 


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