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26 diciembre, 2006

La Navidad Solar - Tradición Romana

NAVIDAD SOLAR
julius evoca

La Navidad Solar - Tradición Romana

Sobre el plano espiritual, la Doctrina debería tener al menos entre otros, dos resultados de una gran importancia. En primer lugar, provocando un retorno a los Orígenes, debería aclara los significados más profundos de la Tradición y de los Símbolos, oscurecidos en el curso de los milenios y que hoy no sobreviven sino fragmentados y bajo la forma de costumbres o fiestas convencionales. A continuación, la Doctrina debería revivificar la Concepción del Mundo y de la Naturaleza, limitar todo cuanto de racionalismo, de profano, de cientifista, y de fenomenológico, desde hace siglos, seduce al hombre occidental; pues todo ello está estrechamente relacionado. En cuanto al sentido viviente y espiritual de las cosas, de los fenómenos, encontraremos las mejores referencias en las concepciones solares y heroicas que son propias a las más antiguas Tradiciones.

Pocos sospechan hoy que estas fiestas aún celebradas en la época de los grandes rascacielos, la televisión, los grandes movimientos de masas en las ciudades, perpetúan una antiquísima Tradición, que nos refieren a los tiempos donde, casi en el alba de la humanidad, se inició el movimiento ascendente de la Primera Civilización. Una Tradición en la que se expresa menos una creencia particular de los hombres que la gran voz de las mismas cosas.

A este respecto, es necesario manifestar, ante todo, que en el origen, la fecha de Navidad y la del principio del año, detalle generalmente ignorado, coincidían. Esta fecha no era arbitraria, sino que estaba en relación con un acontecimiento cósmico preciso: El Solsticio de Invierno. En efecto, el Solsticio de Invierno cae el 25 de Diciembre, que posteriormente se convirtió en la fecha de Navidad pero que en el origen tenía un significado especialmente "solar", y esto ya en la Roma antigua. La fecha del nacimiento de Roma era la del nuevo Sol, Dios Invencible (Natalis solis invicti). Con ella, día del nuevo Sol (Dies solis novi) en la época imperial comenzaba el año nuevo, el nuevo ciclo. Pero esta "Navidad Solar" de Roma en la época imperial nos remite a su vez a una tradición más antigua de origen nórdico. Por lo demás, el Sol, la Divinidad Solar, es mencionada ya entre los "dei indigetes". Las divinidades de los orígenes romanos, heredera de ciclos de civilizaciones todavía más antiguas. En realidad, la religión solar del período imperial, fue muy ampliamente recuperada, casi como un renacimiento, lamentablemente alterado por diferentes factores de descomposició n, de la antigua herencia.

La prehistoria itálica pre-romana es por otra parte muy rica en rastros de cultos solares: Carros solares, discos con radios, cruces de todos los tipos, grabadas por ejemplo, sobre hachas arcaicas encontradas en el Piamonte y la Liguria. Se puede así constatar el paso en Italia antigua de una tradición que deja, desde la edad de piedra, huellas idénticas a lo largo de los itinerarios de las grandes migraciones occidentales y nórdicas. Símbolos, signos, hierogramas, anotaciones de calendarios o de astrología rudimentarias, representaciones sobre vajillas, armas, ornamentos, enigmáticas disposiciones de piedras rituales o de cavernas; luego, más tarde, ritos y mitos que sobrevivieron en las civilizaciones más tardías. Si se estudian estos vestigios según los nuevos puntos de vista, propios a las investigaciones espirituales del mundo de los orígenes, se encuentran testimonios concordantes y unívocos sobre la presencia de un culto solar unitario, centro de la civilización de los Pueblos primordiales, pero también de la importancia que tenía la fecha "de Navidad" para ellos, es decir, de la fecha del Solsticio de Invierno, el 25 de Diciembre.

Para evitar cualquier equivoco en el espíritu de algunos lectores, subrayamos que cada vez que hablamos de un culto solar prehistórico, no entendemos una forma inferior de religión naturalista e idolátrica. Sí es una fábula estúpida que la antigua humanidad divinizara supersticiosamente los fenómenos naturales, por el contrario es del todo exacto que la antigüedad concibió los fenómenos naturales esencialmente como símbolos sensibles de albergar significaciones espirituales, es decir, más o menos, como soportes ofrecidos a los sentidos de la Naturaleza para presentir estos significados trascendentales.

A quien haya podido decir en ocasiones que aquello sucedió en otros troncos y en otros pueblos, podemos decirle, aunque ello no pruebe nada, que el paso de ciertos cultos cristianos a formas supersticiosas, es bastante frecuentes en algunas poblaciones incultas y fanáticas.

Superada cualquier forma de malentendido, el significado simbólico de expresiones arcaicas como "Luz de los hombres" , o "Luz de los campos" (Landa Ljome) aplicadas al Sol quedan perfectamente claras. Se puede pues comprender que el curso del Sol a lo largo del año, con sus fases ascendentes y descendentes, se hayan planteado en términos de un grandioso símbolo cósmico. En esta trayectoria, el Solsticio de Invierno constituye una especie de punto critico vivido en una perspectiva dramática durante el periodo en que los Pueblos originarios no habían abandonado aún las regiones sobre las que se había abatido un clima ártico y la pesadilla de una larga noche. En estas condiciones el punto del Solsticio (el más bajo de la elíptica) aparecía como aquel donde "la Luz de la Vida" se vuelve a alumbrar. El "héroe solar" surge o renace de las aguas. Más allá de la oscuridad y del frío mortal una nueva liberación es vivida. El árbol simbólico del mundo y de la Vida se anima con nuevas fuerzas. Está en relación con todos estos significados que, ya en la época de la prehistoria, de milenios antes de la Era vulgar, un gran número de fiestas sagradas celebraron la fecha del 25 de Diciembre, como fecha del nacimiento o renacimiento, en el mundo como en el hombre, de la Fuerza Solar.

Pocos saben que incluso el tradicional Árbol de Navidad, todavía en uso en numerosos países, pero relegado al papel de juguete para niños y de costumbre para las familias burguesas, es una supervivencia miserable de la antigua y severa Tradición. Este árbol, siempre de la familia de las coniferas, Semper Virens, planta que no muere durante el Invierno, reproduce el arcaico Árbol de la Vida o del Mundo que, en el Solsticio de Invierno, se ilumina de una nueva Luz, expresada precisamente por las velas que lo decoran y que se alumbran en esa fecha. En cuanto a los regalos que se cargan en sus ramas (hoy simples regalos para niños) representan efectivamente el simbólico "don de la Vida", propio a la fuerza solar que nace o renace. Pero el momento donde el Semper Virens (la planta que permanece verde y que no muere jamás) se renueva y se ilumina en el simbolismo primordial, es idéntico a aquel en el que el "héroe solar" surge de las aguas. Según un mito que se ha perpetuado hasta la Edad Media tras haber jugado un papel importante en las leyendas relativas a Alejandro Magno, el árbol cósmico es también un árbol solar en relación estrecha con el llamado "Árbol del Imperio" (o "Arbor solis", "Arbor imperii").

Esto nos lleva a considerar otro aspecto interesante de estas tradiciones, que nos permitirá referirnos más particularmente a la antigua romanidad. El Mitraismo o el culto a Mitral es la forma más tardía asumida por la antigua religión (Mazdeísmo) en una formulación particularmente adaptada a una mentalidad guerrera. Este culto se extendió en el Imperio Romano; bajo Aureliano, la fecha de la "navidad solar" o Solsticio de Invierno, el 25 de Diciembre, se identificaba con la del Natalis Invicti, es decir, con el nacimiento de Mitra considerado como un héroe solar.

A propósito del Mitraismo en Roma, seria muy superficial por no decir equivocado, hablar "sic et simplicer" de "importación" o de "influencias orientales". Oriente, en aquella época, era muy complejo, figuraban elementos muy heterogéneos, y entre ellos, indudablemente, algunos rasgos importantes y no corruptos de la más antigua herencia espiritual de los Pueblos Indo-europeos.

En cuanto a la relación que se estableció entre Mitra y la Navidad Solar romana, un eminente estudioso confirmó pertinentemente que no constituía una alteración, sino más bien una renovación del calendario romano según el antiguo aspecto astronómico y cósmico, que había tenido lugar en los tiempos primordiales de Rómulo de Numa y que confería a las fiestas el significado de grandes símbolos en la coincidencia de sus fechas con las grandes épocas de la Vida del Mundo.

Tras lo cual, se vuelve importante examinar el atributo de Invictus-Aniketos, dado a Mitra, al héroe solar en la nueva concepción romana. Es un atributo "triunfal". En las tradiciones originarias y en las que le son próximas, es el atributo de cualquier naturaleza celeste y, en particular del Sol (cuya Luz triunfa en las tinieblas), fuerza uránica luminosa contra la cual las potencias de la noche y de la sombría tierra son importantes. Pero en Roma, vemos que el epíteto Invictus se convierte en el título imperial de los Césares; y sabemos, por otra parte, que el Mitraísmo era menos el culto a una divinidad abstracta que la voluntad de infundir a los iniciados, gracias a una cierta transformació n de su naturaleza, la cualidad misma de Mitra. Lo que explica la tendencia a concebir simbólicamente y analógicamente el atributo solar, dotando de él al hombre y haciéndolo la marca y el tipo de un ideal superior de humanidad, es decir, de una supra-humanidad. Al igual que el sol renace eterna y victoriosamente de las tinieblas, igualmente una eterna victoria interior sobre la naturaleza mortal e instintiva se realiza en el individuo, al que una virtud mística vuelve en general, verdaderamente digno de la función regia, el jefe, el Dux. Es así como Roma veneró a Mitra y en Mitra veneró al héroe solar, un "fautor imperii" y como se establecía una estrecha relación de simbolismo solar con las ideas de realeza y de Imperio bajo su forma más elevada.

Tal relación tiene un relieve particular en las tradiciones heroicas de los antiguos Pueblos, como ya hemos dicho estudiando la doctrina mística de la "gloria". No deseando detenernos en ello, nos limitaremos a recordar la presencia de significados idénticos en la antigua Roma. La "Victoria Caesaris", es decir, la fuerza triunfal mística simbolizada por una estatua que se trasmitía de un Cesar a otro, refleja exactamente las más antiguas tradiciones de la realeza y del "hvareno"; pues no olvidemos que el "hvareno" equivalía a una misteriosa fuerza solar de invencibilidad y de gloria que investía a los jefes, haciendo algo más que simples mortales y testimoniando su victoria.

Una antigua efigie del Sol representa este dios simbólico con la mano derecha elevada en gesto "pontifical" de protección y la mano izquierda manteniendo un globo, símbolo de la dominación universal. En otra representació n, sin embargo se puede ver a este dios que transmite el globo al emperador junto a una inscripción refiriéndose a la solidaridad, a la estabilidad y al Imperium de Roma: "Sol Conservator Orbis, Sol Dominus romani Imperii". Otro medallón particularmente interesante lleva en el anverso la imagen del emperador con la cabeza ceñida del Sempers Virens, con el follaje siempre verde, mientras que el reverso representa al dios solar con el globo y además, una cruz solar (con lo que constatamos así la presencia igualmente en la Roma antigua de ese símbolo) y la inscripción: "Soli Invicto Comiti" (al Dios Solar, Compañero Invencible). Otra imagen, conservada en el Museo del Capitolio, nos muestra la asociación del símbolo del Sol Sanctisimus con el águila, el animal fatídico de Roma, del que se creía que portaba el espíritu y el alma de los emperadores muertos lejos de la pira funeraria hacia el cielo. No pensamos que sea casual afirmar que estos testimonios que se podrían multiplicar, nos hablan de un verdadero y real mandato divino solar, alma viviente de la función imperial de los Césares que para nosotros, en el mundo antiguo fue una especie de última luz de significados arcaicos que se perdieron poco a poco.

En la antigua semana romana, el "Día del Sol" era el día del maestro y este sentido se conservó en las épocas sucesivas bajo el vocablo "doménica", en italiano; "sonntag", en alemán o "sunday" en inglés, para este día que festeja literalmente el "Día del Sol" reflejando así la antigua concepción solar. Algo de la sabiduría de los orígenes parece pues haberse conservado de cierta manera en la fiesta anual de la Navidad, aunque la celebración del Nuevo Año se haya disociado. El simbolismo de la Luz se ha conservado -y si recordamos también en el evangelio de Juan se dice: «Erat lux vera, quae illuminat omnem hominem venientem in hunc mundum»- así como el atributo de "gloria" que sigue luego. En los monumentos del primer período romano el símbolo solar está unido al de la cruz.

En la tradición nórdica y en Roma el mismo tema tuvo un alcance no sólo religioso y místico, sino también sagrado, heroico y cósmico al mismo tiempo. Fue la tradición de un pueblo, a quien la naturaleza, la gran voz de las cosas hablaron de un misterio de resurrección, de nacimiento o de renacimiento de un principio no sólo de "Luz" y de vida nueva, sino también de Imperium, en el sentido más alto y más augusto de la palabra.


(Este texto se encuentra, en una traducción distinta, en el libro de Evola, "La Tradición Romana", del que se puede ver los detalles desde:

zigana

HELIOCENTRO
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