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24 diciembre, 2006

LA CONFESION

Mi nombre es Homet-Nut, Fui iniciado como miembro de la Fraternidad Solar en el tiempo de Ramsés II. Este recuerdo vive conmigo en este tiempo, al igual que el compromiso que adquirí de dar a conocer los misterios de nuestra Hermandad.

En forma secreta, y por los más diversos medios, setenta iniciados de La Fraternidad Solar, iban llegando a la ciudad de Amarna. Desde Elefantína, Menfis, Tebas y otras ciudades, hermanos iluminados, de incógnito, con atuendos diversos, habían recibido la orden de acudir al palacio del Faraón Akenatón. Y aunque sus indumentarias no les identificaban como grupo alguno, en sus pechos, brillaba el Sol con el rubí encarnado. Símbolo este igual para todos y que les identifican con el culto a Atón; es decir, con el culto al Sol.

Tuvieron que salir de sus respectivos orígenes bajo la sospecha del ejército y de la casta sacerdotal. Desde hacía varios años, Akenatón había iniciado una amplia maniobra, por la cual, los sacerdotes de Amón y los otros cultos, eran relegados por la instauración de una idea monoteísta, como era la adoración a Atón. El faraón hereje; como fue llamado por la Historia, se había ganado las iras y el odio del ejército y de los diversos cultos que en su época cohabitaban en Egipto.

Para evitar su muerte, había edificado una nueva capital en Amarna. Y había recomendado a sus hermanos, que vivieran en secreto su profesión de fe y la pertenencia a la Fraternidad Solar.

La Fraternidad había creado unos protocolos de trabajo entre los que se contemplaba la reunión de todos ellos, cuatro veces al año, en la entrada de cada estación.

En la ciudad de Amarna, todo era silencio. El Sol comenzaba a asomar su divino rostro por el horizonte. El sonido sordo de un cuerno acompasó el canto del gallo. Era la señal. Sombras humanas vestidas con túnicas blancas, comenzaron a llegar al palacio del faraón.

Una inmensa sala, cerrada a cal y canto acogía a los visitantes. Setenta hombres sentados en círculo, observaron cómo llegaban majestuosos el Faraón y su esposa Nefertiti. Finalmente eran setenta y dos. La Fraternidad Solar estaba completa.

Los rayos del Sol entraban por las ventanas. Akenatón y Nefertiti se acercaron a cada uno de los hermanos, dándoles tres besos en sus mejillas. Era el saludo acostumbrado en las ceremonias de los Hijos del Sol. En la sala se respiraba un olor beatífico. El incienso dibujaba hilos de humo en la atmósfera de la estancia. El silencio inundaba cada rincón del recinto. Todos los corazones latían al unísono, pues todos ellos no eran, sino un solo ser, un solo latido, un solo suspiro.

No se habían sentado al azar. El círculo venía a representar el camino de la eclíptica. Los hermanos se habían sentado por riguroso orden zodiacal, Los seres nacidos en Aries, estaban juntos, luego los que habían nacido bajo el signo de Tauro, les seguían los de Géminis, y sucesivamente el resto, hasta el signo de Piscis. El círculo parecía la representació n de nuestro Sistema Solar. Aquellas ceremonias habían sido diseñadas por los dioses, siguiendo una idea cosmogónica. Nada era por casualidad.

En el centro del círculo, sobre una pequeña ara de piedra pulida, había un cuarzo pulido de grandes proporciones. Luego un extraño sonido comenzó a invadir la estancia, eran notas semejantes al canto suave y pausado de una guitarra. Pero no pude identificar de donde salía.

Tomó la palabra Akenatón diciendo:

- Una vez más hermanos, estamos juntos para proceder a nuestra purificación y para renovar nuestros lazos en el juramento de la sinarquía espiritual, que debe ser observado por todos los pueblos, todos los cultos y todos los seres ¡Sed bienvenidos!

Lo que vi a continuación es imposible de describir con palabras humanas, puesto que se requiere de visión psíquica o de clarividencia.

Observé cómo enormes larvas negras y pestilentes, salían del riñón de uno de los iniciados y viajaban por la fuerza de su mente al cuarzo. Vi salir el mal, el pecado, los malos pensamientos, el dolor, la enfermedad de todos y cada uno de los hermanos, y alojarse en el cuarzo del centro del círculo. Y curiosamente el cuarzo se iba poniendo negro. En la medida que cada iniciado se limpiaba de malos pensamientos, dolor, enfermedad y pecado, la piedra se tintaba más y más de negro. Luego vi cómo el cristal encerraba en su interior fluidos pestilentes, negros y viscerales. Parecían gusanos que luchaban por salir.

Aquella operación duró casi una hora. El clima era solemne. La atmósfera en la sala subía de tono hasta que un tremendo estruendo sacudió la atención de todos los presentes. El cuarzo había estallado y cientos de fragmentos habían caído en la estera que rodeaba el altar de piedra donde se sustentaba. Ahora los hermanos estaban más brillantes, tenían un aura mas redondeada. Los suspiros se acompasaban en la medida que cada uno se había liberado de sus demonios, mentales, físicos y emocionales. Aquello había sido una confesión colectiva como nunca antes había contemplado.

Nefertiti, junto con dos iniciados tomaron la esterilla con los fragmentos de cuarzo y lo tiraron por una pequeña excusa adosada a uno de los costados de la estancia. Luego pusieron en el centro una tinaja de alabastro con fondo de ámbar e introdujeron en su interior tres litros de mosto de vino.

De nuevo, todos sentados, comenzó el mismo ejercicio que en el caso anterior, pero esta vez se observaba como un rayo de luz venía del techo de la estancia, se alojaba en la cabeza de los iniciados y desde el pecho de cada uno salía un rayo luminoso que se dirigía al cuenco que contenía el mosto. Era algo automático, que al parecer todos conocían de memoria. Algunos atrapaban más energía, otros menos, pero la tinaja se preñaba de luz en forma extraordinaria. Aquello no era mosto, sino néctar, maná bendito, elixir de vida.

Nefertiti, seguida de dos de los hermanos, tomó un vaso por cada uno de los presentes, y lo fue ofreciendo uno a uno, hasta llegar a sus ayudantes y a ella misma. Todos habían comulgado. Todos habían regenerado su alma, su cuerpo y su mente. Todos eran uno. Todos se habían fusionado con Atón, con el Universo, con El Espíritu Creante.

La reunión siguió con otros contenidos, con otras ceremonias y otros diálogos, pero no es ahora mismo objeto de este artículo. Esto es cuanto vi. Se trataba de una confesión. De un ejercicio de limpieza del alma, del cuerpo y del espíritu. Pero esto derivó con el paso del tiempo en otro tipo de prácticas y de ritos, que trataré de explicar.

Maser (Moisés para los hebreos) hijo de Akenatón e iniciado en los misterios de La Fraternidad Solar, conocía estas ceremonias. Jetró, el último de los contemporáneos del tiempo del faraón, se lo había explicado, pero con los hebreos, no era posible practicarlas. Este colectivo no estaba educado en los misterios. Ignoraba las técnicas de meditación y de concentración mental. Se trataba de un pueblo mágico, que requería de milagros y de espectáculo para elevar su vibración; difícil, podía trabajar hacia dentro, hacía la introspección y desarrollo del tercer ojo. Es por esto que ideó un sistema distinto, pero basado en la misma lógica que los protocolos de La Fraternidad Solar.

Desde el principio de los tiempos se ha considerado al macho cabrío como la personificació n del Diablo. Esta creencia también era común entre los hebreos. Efectivamente existe una raza en el submundo adepta a Satanael, que tiene una fisio nomía parecida a la cara de una cabra. Muchos videntes han trasladado dichas visiones a través de la historia, y otros tantos las han representado en papiros y documentos. Otros tantos han identificado equivocadamente al dios Pan con el diablo dado sus pies en forma de pezuña y cara muy similar al macho cabrío.

Maser les enseñó un ejercicio casi idéntico al de La Fraternidad Solar. Se trataba de poner una cabra en el centro de un círculo, a cuyo alrededor se ubicaban los invitados a dicha ceremonia. Maser les dijo que tenían que lanzar con su mente o con su boca sus pecados a la cabra. Una vez que todos se habían liberado de sus “diablos internos”se tomaba a la cabra y se la despeñaba para que al morir, murieran así sus pecados.

Esta fue una práctica común entre los hebreos en el principio de los tiempos. De ahí que todavía en algunas localidades se tiene la costumbre conmemorativa de lanzar una cabra desde un campanario o desde un árbol.

En el éxodo se estableció poco a poco otra liturgia que dio origen a la idea de la confesión del rito católico cristiano.

Aarón, fue el primer sumo sacerdote de los hebreos. Sobre su cabeza se le impuso una “placa de oro donde estaban escritos los pecados de los hijos de Israel” De una u otra manera, Aarón y la casta sacerdotal allí instaurada tenían la misión de hacer de intermediarios de Yavé y de redimir los pecados de sus semejantes. Curiosamente Aarón murió de un derrame cerebral. Quizás por que tanto pecado terminó por hacerle estallar sus neuronas, al igual que estallaba el cuarzo de la Fraternidad Solar. Esta fue la clave donde se inspiró la Iglesia Católica para instaurar el sacramento de la Confesión.

Aquel Sacramento lógicamente daba a la casta sacerdotal todo el poder para saber hasta los secretos mejor guardados de cada hombre y para manipularlos a su conveniencia. Es mejor no hablar de la Inquisición y de la patética Edad Media y las prácticas terribles de la Iglesia. Cada cual tiene que caminar con sus propias vergüenzas. Es fácil ser juez de los demás mientras que ignoramos nuestras debilidades.

Lo que la Iglesia desconoce es la barbaridad que implica el sacramento de la confesión. Si tuvieseis clarividencia os aseguro que no os acercaríais a un confesor, a un confesionario o a una iglesia, puesto que son depósitos de larvas que pueden llegarte a enfermar o a crearte verdaderos trastornos psíquicos.

Cuando un ser afligido va a confesarse, todos sus “diablos y pestilencias” son arrojados hacia el confesor, hacia el confesionario y hacia el recinto eclesiástico. Después de la confesión, este se siente más liberado puesto que parte de su carga maligna la ha dejado fuera. Pero el que viene detrás, recibe toda esa carga que permanentemente ha quedado en el templo y en sus sacerdotes.

Los confesores terminan por captar estas bajas energías, produciéndoles enfermedades y finalmente tensión psíquica y mental, que precisamente les inhabilitan para el ministerio que pretenden servir.

Jesús el Cristo era clarividente y conocía toda esta argumentación, es por esto que dijo “Destruiré este templo y lo construiré en tres días”Pues él entendía que el único templo que hay que tener es el del cuerpo físico, que tiene que estar limpio para que brille el espíritu, pero no los templos de piedra, que son depósito de larvas.

Esta es la génesis de la confesión y de la comunión, que viene del tiempo de Akenatón. Y que en forma diversa y por distintos colectivos ha dado origen a técnicas, prácticas y actividades, que en formas, más o menos fieles, han tratado de imitarla.

Curiosamente hace unos años, salió a la luz, una técnica que de forma inconsciente reproduce aquellas prácticas de La Fraternidad Solar. Se trata de la “elipse mental” técnica descubierta por el Sr. Pedrosa, y que resulta eficacísima contra la enfermedad, la liberación de toxinas y la salud. Incluso se puede emplear para inducir los mismos estados en terceras personas.

Esta técnica es sencilla y al alcance de todos. Básicamente se trata de sentarse en la postura del loto (Si es posible en la orientación N-S) se cierran los párpados y se elevan los ojos hacia la parte superior de la cabeza. Se respira lentamente hasta llegar a un estado alfa. (8-12 ciclos por minuto) Luego se toma aire, a la vez que desde la parte anterior de la frente, formamos una elipse imaginaria sobre nuestra cabeza. Expiramos y cerramos la elipse. Nosotros ocupamos un foco de la elipse y en el otro foco, o incluso fuera de la elipse, creamos un pozo imaginario o bien utilizamos una escudilla u otro objeto, donde depositamos nuestro mal, o nuestro dolor. Respiramos, y abrimos la elipse, expiramos y cerramos la elipse, luego tomamos el mal, el dolor o la preocupación y la lanzamos imaginariamente sobre el pozo que está en el otro foco o en un río o en cualquier lugar fuera de la elipse. La imaginación es importante en estos casos, pero os aseguro que esta práctica es eficacísima. También se puede hacer tomando el mal o el dolor de una persona que este fuera de esa elipse imaginaria, lanzándola en cada respiración hacia el pozo o hacia el lugar que habéis creado para tal fin.

Esta técnica está al alcance de todos, incluso se pueden adquirir videos que explican estas técnicas, que como digo, en forma casual, fueron inspiradas en algo que la memoria colectiva de los iniciados e inquietos tiene almacenada en sus espíritus.

Heliocentro
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