Cómo trabaja la mente en la creación de nuestra realidad.
"Las palabras, ya sean habladas o escritas, no parecen jugar ningún papel en el mecanismo de formación de mis pensamientos. El lenguaje que parece prevalecer en la articulación de pensamientos son ciertos símbolos e imágenes que pueden ser reproducidas y combinadas a voluntad". Albert Einstein
Aun en esta era de mensajes instantáneos, correos electrónicos, "blogs", "chat rooms" y telefonía celular, la comunicación más importante es la que ocurre en el interior de tu mente, porque de ella depende en gran parte el éxito que experimentes en tu vida. Por esta razón es vital aprender el lenguaje del cerebro.
Muchos científicos han llegado a aceptar que las imágenes constituyen la mayor parte del contenido de nuestro pensamiento. A pesar de que en él existen las palabras y otros símbolos abstractos, la realidad es que estas palabras y símbolos son expresiones que pueden convertirse en imágenes. De hecho, la gran mayoría de las palabras que utilizamos en nuestro diálogo interno, antes de expresar una idea de manera hablada o escrita, existen sólo como una imagen sensorial en nuestra mente; una representación visual, auditiva, odorífica, gustativa o táctil.
Debemos tener en cuenta que las imágenes juegan un papel muy importante, tanto en el logro de nuestras metas como en el condicionamiento de aquellos comportamientos auto saboteadores que nos conducen al fracaso. Después de todo, la ley de la atracción establece que las imágenes que están grabadas en nuestra mente atraen irremisiblemente aquello que representan.. Si entendemos algunos conceptos básicos sobre el funcionamiento del cerebro, y los poderes que residen en nuestro interior, podremos utilizarlos para grabar en nuestra mente las imágenes que reflejen aquello que deseamos atraer hacia nosotros. En las siguientes secciones veremos algunos de estos poderes.
El cerebro piensa en imágenes y no en palabras
"Tú nunca conseguirás alcanzar aquello que quieres... Tú solo lograrás alcanzar aquello que puedas visualizar claramente. Zig Ziglar
Leíste bien: "Nunca conseguirás tener aquello que quieres, sólo conseguirás aquello que puedas visualizar". Quiero que pienses en esta idea por un momento, porque cuando yo la escuché por primera vez, debo confesarte que no le encontraba mucho sentido.
No obstante, después de observar a aquellas personas que han logrado materializar sus sueños y luego de hablar con muchas de ellas, me he dado cuenta que todas tenían algo en común: una visión clara de lo que querían alcanzar; habían creado una imagen precisa de sus sueños y sus metas y podían visualizarse claramente logrando dichas metas.
Este poder de la visualización desempeña un papel importante en el funcionamiento de nuestra mente y en el proceso de construir mentalmente aquello que deseamos atraer a nuestra vida. Estoy totalmente convencido de que la fe en nuestro éxito, nuestro valor y habilidad para tomar decisiones e identificar oportunidades, también dependen en gran medida de la claridad con que podamos visualizar nuestras metas, sueños y demás cosas que deseemos lograr.
La visualización positiva no es más que la capacidad que todos poseemos de crear una imagen mental clara de aquello que deseamos lograr, como si ya lo hubiésemos alcanzado. Es un proceso que comienza con tu diálogo interno. De acuerdo con el doctor Karl Pribram, director del departamento de neuropsicología de la Universidad de Stanford, quien es uno de los más reconocidos expertos mundiales en lo que respecta a las diversas funciones del cerebro, el poder de los pensamientos, de las ideas y, en general, de las palabras, radica en que éstas son traducidas a imágenes antes que el cerebro pueda interpretarlas; imágenes que tienen un gran poder sobre nuestras emociones, nuestras acciones y nuestro organismo.
Cuando lees la palabra AVIÓN y la repites, ya sea en voz alta o mentalmente, tu cerebro no se limita a ver las letras A-V-I-Ó-N dibujadas con grandes letras de neón en el telón de la mente subconsciente. Tu cerebro visualiza o imagina un avión. Lo mismo sucede cuando repites cualquier palabra que describe un objeto o una idea para la cual ya tienes un equivalente visual guardado en tu subconsciente. Si pronuncias una palabra cuyo significado ignoras, en un idioma que no dominas o que escuchas por primera vez, tu mente no puede traducirla a ninguna imagen.
El cerebro también puede dibujar imágenes mentales, independientemente de si éstas tienen sentido o no. ¿Qué imagen dibujas en tu mente al leer las palabras: elefante amarillo con alas rosadas?
Probablemente no necesitaste más de unas décimas de segundo para convertir en una imagen clara estas palabras, aunque conscientemente sepas que la imagen como tal no tiene ningún sentido o no representa algo que exista en el mundo real. No importa qué tanto quieras rehusarte a pensar en algo sin sentido como esto; en el preciso instante en que permites que la expresión llegue a tu mente, ella se encarga de traducirla a la que considere la mejor imagen para representar dichas palabras.
La incapacidad del cerebro para entender la palabra "No"
Uno de los descubrimientos más sorprendentes acerca del lenguaje mental es que nuestro cerebro tiende a ignorar la palabra "no". Tú estarás pensando: "¿Cómo es eso de que el cerebro no entiende la palabra no? Yo entiendo la palabra no". ¡Claro! Lo que sucede es que como el cerebro piensa en imágenes, cuando utilizas una expresión en la que se encuentra la palabra "no", lo único que consigues es dibujar en la mente aquello que se pretendía negar.
Es posible que el siguiente ejercicio te permita apreciar mejor esto. Quiero que te detengas un momento y visualices un árbol. Mientras lees, piensa en un árbol cualquiera y obsérvalo claramente en tu mente. Deja de leer por unos segundos mientras fijas esta imagen en tu mente. Ahora, mientras continúas leyendo, trata de mantener esta imagen presente en tu mente.. Quiero que visualices frente a ti ese árbol verde y frondoso. Concéntrate en sus ramas y hojas verdes.
Ahora, quiero que no veas una manzana roja en ese árbol. ¡No veas una manzana roja! Para asegurarte que estás bien concentrado, una vez que termines este párrafo, cierra los ojos y concéntrate nuevamente en el árbol verde y frondoso, teniendo mucho cuidado de no ver una manzana roja en él. No veas ninguna manzana roja. Vamos cierra el libro y haz un esfuerzo.
¿Por casualidad viste una manzana roja colgando del árbol? Seguramente que así fue, ¿no es cierto? ¿Por qué sucede esto? Las instrucciones fueron claras: ¡No veas una manzana roja!
Es muy sencillo, puesto que el cerebro piensa en imágenes, él simplemente se enfoca en la parte positiva de dicha orden y hace su imagen ignorando la palabra "no".
Esto es evidente con los niños, que es con quienes más utilizamos esta palabra. Si un niño está gritando y le dices:
"No grites", muy probablemente lo seguirá haciendo. Cuando le dices: "No des portazos", es como si le hubieses dado una orden directa para que lo haga.
Cuando le dices a un niño: "no debes correr dentro de la casa", ¿qué imagen dibuja esta orden en la mente del niño? Correr por la casa, ¿no es cierto? Y éste es precisamente el comportamiento que deseas cambiar. Así que en lugar de cambiarlo, inconscientemente lo estás reforzando en la mente del niño, ya que estás ayudándole a mantenerse enfocado en esta imagen. En lugar de decir eso di algo así como "quiero que camines despacio cuando estés dentro de la casa". Esta nueva orden no sólo dibuja una imagen totalmente distinta a la anterior, sino que le permite al niño visualizar lo que tú deseas que ocurra. ¿Ves la enorme diferencia que logra el diálogo interno adecuado?
Finalmente, cuando estés practicando mentalmente algo que vas a realizar, no utilices el "no", porque lo único que harás será reforzar la acción que quieres evitar. Antes de entrar a una entrevista, cambia el "ojalá no me ponga nervioso" por un "me siento calmado y seguro".
No permitas que tu diálogo interno se convierta en un obstáculo en tu camino hacia el logro de tus sueños.
¿De qué nos sirve esto? Para empezar, cuando estés fijando tus metas, evita utilizar la palabra "no". Si una de ellas es dejar de fumar, deja de decir "no quiero fumar más", porque tu cerebro sólo escuchará, "quiero fumar más y creará imágenes donde te veas fumando.
Utiliza los términos y las palabras que dibujen las imágenes de los resultados que deseas obtener. En lugar de decir, "no quiero fumar más puedes decir algo como "gozo de una salud óptima; amo tener mis pulmones limpios y poder respirar profunda y fácilmente".
¿Te das cuenta de la enorme diferencia que hay en las imágenes que creas en tu mente cuando lees y pronuncias estas palabras? Y cada vez que lo digas será más fácil visualizarlo.
Recuerda, tú no atraes aquello que quieres; tú atraes aquello que puedes visualizar claramente, y esta visualización es el resultado de utilizar el lenguaje correcto y crear en tu mente la realidad que deseas experimentar.
En cierta ocasión, un participante en uno de mis seminarios me preguntó: "¿Pero, cómo puedo decir eso si aún no he dejado de fumar?" No importa, le respondí, si lo comienzas a decir con convicción y entusiasmo, comenzarás a crear en tu mente una nueva imagen mental -una nueva realidad-; estarás reprogramando tu subconsciente con un nuevo comando. Pronto verás como tu mente comenzará a ayudarte a que tu realidad exterior sea consistente con tu nueva realidad interior y con las metas que te hayas propuesto.
El poder de las imágenes mentales: ¿Ficción o realidad?
Si las imágenes que tus palabras forman son parte del mecanismo que tu mente utiliza para atraer aquello que será parte de tu vida, como lo sugiere la ley de la atracción, tiene sentido descubrir que tanto es ficción y que tanto es realidad.
Diversos estudios han demostrado que las imágenes que formamos en la mente son tan poderosas que fácilmente logran provocar respuestas en el organismo. El origen de este fenómeno fue descubierto por Steven la Berge , doctor en psicología de la Universidad de Stanford, quien dirigió un gran número de experimentos que demostraron que una imagen en la mente activa el sistema nervioso de igual manera que lo haría llevar a cabo la acción correspondiente.
La Berge demostró que el cerebro era incapaz de distinguir entre una experiencia real y una experiencia vivamente imaginada. En otras palabras, si piensas en cualquier cosa y logras asociar con este pensamiento imágenes sensorialmente ricas en color, sabor, olor y emociones, tu sistema nervioso y tu cerebro no logran discernir si lo que estás experimentando está sucediendo en realidad o simplemente lo estás imaginando. Para tu mente es como si fuese realidad, así sólo lo estés imaginando.
John Roger, autor del libro: Usted no puede darse el lujo de tener un pensamiento negativo, utiliza un ejemplo bastante interesante para ilustrar este punto, y quiero pedirte que sigas por un momento este ejercicio para que puedas apreciar el poder que un pensamiento puede tener sobre ti.
Varios estudios científicos han comprobado que existen conexiones directas entre la parte del cerebro donde guardamos imágenes mentales y la del sistema nervioso que controla actividades involuntarias como la respiración, el ritmo cardíaco y la presión arterial. Nuestro sistema nervioso, a su vez, está conectado con ciertas glándulas como la pituitaria -glándula responsable de la producción y liberación de hormonas que actúan en diferentes partes del cuerpo-, lo cual significa que una imagen puede, potencialmente, impactar a todas las células de nuestro cuerpo.
Por ejemplo, quiero pedirte que en la medida en que leas este párrafo, pienses en un limón, quiero que lo visualices y lo dibujes en tu mente lo más claramente posible. Busca asociar todo tipo de sensaciones con esta imagen. Si es necesario, para de leer por unos instantes para tratar de construir la mejor imagen mental de un limón que te sea posible. Trata de evocar su olor, textura y sabor. Dibuja en el telón de tu mente la imagen más clara que puedas tener de este limón.
Ahora, imagínate tomando un cuchillo y cortando este limón en dos mitades. Visualízate sacando las semillas del limón con la punta del cuchillo. Tómalo, llévalo cerca de tu nariz y aspira el olor de ese limón recién cortado. ¿Puedes olerlo? Finalmente, quiero que te imagines exprimiendo todo su jugo en tu boca y mordiendo su pulpa.
No sé que te esté ocurriendo en este preciso instante, pero si realizaste el ejercicio, visualizando lo que te estaba describiendo, es posible que hayas experimentado la respuesta de tus glándulas salivares ante esta imagen.
¿Ves? Tus glándulas salivares responden a este pensamiento de un limón tal como si la acción descrita hubiese ocurrido. Este simple pensamiento ha ocasionado una respuesta fisiológica en tu organismo que para tu mente subconsciente tiene sentido, ya que la saliva producida tiene como objetivo neutralizar el ácido que contiene el limón. Esto demuestra que tu mente ha sido incapaz de reconocer que las imágenes que está procesando no representaban un hecho que estuviese ocurriendo sino que eran simplemente un hecho imaginario.
De la misma manera, si tienes hambre y piensas en un suculento plato de comida, tu estómago responde segregando jugos gástricos tal como si estuvieses comiendo. Ni siquiera necesitas ver la comida o percibir su olor para que esto suceda; el simple hecho de pensar en ésta hace que tu cerebro actué produciendo los ácidos gástricos que ayudarán a digerirla, lo que quiere decir que ha sido incapaz de reconocer que lo que está procesando es sólo una imagen y no la comida en si.
Seguramente, alguna vez has visto en una película de suspenso o de terror una escena en la cual un asaltante está a punto de atacar a otra persona. El cerebro te pone a ti en medio de esta situación que, de hecho, ya es rica en estímulos sensoriales puesto que la estás viendo y oyendo y no tienes que imaginarla. Tu cerebro envía mensajes a tu organismo que te hacen reaccionar como si en realidad estuvieses en medio de esta situación. De repente, tus manos comienzan a sudar, palideces y hasta el ritmo cardíaco puede subir. Así que como ves, las imágenes mentales tienen un gran poder de sugestión.
En otro estudio, se les pidió a un grupo de personas que imaginaran que iban a caminar del punto A al punto B, en una calle conocida por ellas. En este experimento, los participantes cerrarían los ojos, caminarían mentalmente dicho tramo; al llegar al punto B dirían "ya llegué" y abrirían sus ojos. A una parte del grupo se le pidió que imaginaran que iban a caminar dicho tramo cargando una bala de cañón en las manos, mientras que al segundo grupo se le pidió que caminaran la misma distancia cargando un libro.
Aunque parezca difícil de creer, el primer grupo tardó mucho más tiempo en recorrer mentalmente aquella distancia. ¿Por qué? El peso irreal de la bala de cañón que imaginaron cargar a lo largo de aquel tramo, les había hecho caminar mucho más lentamente que al segundo grupo. Lo interesante es que ellos no recibieron instrucciones para caminar más despacio ni tenían por qué haberlo hecho. Hubiesen podido optar por caminar normalmente o más rápido, pero su mente procedió de la única manera posible ante el hecho de cargar una pesada bala de cañón.
Todos estos ejemplos son señal de que tu cerebro ha sido incapaz de entender que éstas no han sido vivencias reales sino únicamente situaciones imaginarias.
Lo que quiero que entiendas de todos estos ejemplos es que tu cerebro piensa en imágenes y este poder de transformar las palabras en imágenes que logran afectar tus funciones fisiológicas, tus emociones y tus acciones, lo puedes utilizar para edificar tu éxito o para construir tu fracaso. Funciona igual de bien tanto para lo uno como para lo otro.
Los resultados de estos experimentos nos ayudan a entender de dónde proviene el poder del cual habla la ley de la atracción. Pero también nos presenta una importante responsabilidad, el prestar atención a las imágenes que puedan estar dibujando las palabras que utilizamos. Recuerda que tu diálogo interno puede convertirse en tu mejor aliado o en tu peor enemigo.
Cuando saboteamos nuestro éxito con nuestro propio diálogo mental
La persona promedio habla consigo misma, ya sea mentalmente o en voz alta, un total de catorce horas diarias. ¿Te puedes imaginar esto? Más de la mitad del día estás hablando contigo mismo. Virtualmente, durante cualquier actividad externa que realices, tu diálogo interno nunca se detiene. Este eterno diálogo mental entre tu consciente y tu subconsciente ocurre mientras conduces tu automóvil, cuando estás trabajando o descansando, comiendo, hablando, escuchando e, inclusive, durmiendo.
Siempre estás analizando el resultado de algo que hayas hecho con anterioridad: estás preguntándote que vas a hacer más tarde, revisando tus metas, juzgando y formándote opiniones de otras personas o criticando tu propio comportamiento.
Hablar con uno mismo, meditar, reflexionar, cavilar o cuestionarse, es una forma de programar y reprogramar nuestra mente, de afirmar nuestros valores, de establecer creencias o ideales acerca de diferentes situaciones o personas, o de formar opiniones acerca de nosotros mismos, de nuestro potencial o de nuestras debilidades.
Puesto que ese diálogo interno es el mecanismo mediante el cual programamos nuestra mente, y creamos la imagen mental del futuro que deseamos edificar, tiene sentido el prestar atención a lo que estamos haciendo con esas catorce horas diarias de diálogo mental. Sorprendentemente, varias investigaciones han mostrado que más del 80% de este diálogo interno es negativo, pesimista, contraproducente y, seguramente, nos impide utilizar nuestro verdadero potencial.
Leíste bien, la gran mayoría de nosotros se encarga de sabotear su propio éxito con su diálogo interno. ¿Cómo? Muy fácil; estudiantes que van a presentar un examen o una prueba con la seguridad de que no la van a aprobar; personas que se presentan a una entrevista de trabajo con la absoluta certeza de que no serán aceptados; vendedores que visitan a sus clientes para presentarles un nuevo producto, pero inconscientemente están seguros que serán rechazados.
Tan absurdo como pueda parecer, muchas personas emplean gran parte de su día pensando en cientos de problemas que aún no han sucedido, pero pueden llegar a suceder, repasando mentalmente sus debilidades, recordando errores pasados y caídas, ensayando una y otra vez los fracasos que desesperadamente buscan evitar, o peor aún, interiorizando falsas creencias acerca de su propio potencial. Es increíble que tantas personas sean víctimas de este comportamiento irracional. Emplean casi la mitad de su día propinándose penosos castigos mentales que lo único que logran es mantenerlas atadas a la mediocridad de la cual quieren salir.
Recuerda que la ley de la atracción estipula que atraeremos hacia nosotros todo aquello en lo que concentremos nuestro pensamiento de manera constante y persistente. ¿Qué podemos atraer hacia nuestra vida si el 80% del tiempo lo dedicamos a enfocarnos en nuestras caídas, debilidades y temores? Curiosamente, gran parte del auto sabotaje ocurre de manera inconsciente. No lo hacemos porque deseemos hacernos daño. Es más, en muchas ocasiones es el resultado de buenas intenciones.
Un ejemplo sobre cómo nuestra mente puede convertirse en nuestro peor enemigo es observando lo que sucede habitualmente cuando estamos empeñados en que algo salga excepcionalmente bien. Generalmente, comenzamos a pensar en lo que tenemos que hacer para que todo salga bien y, de paso, pensamos en todo lo que no debemos hacer. Lo curioso es que entre más pensamos en lo que no debemos hacer, más fuerza gana esta imagen en nuestra mente. Es como si entre más dijéramos "no podemos equivocarnos en tal cosa", más nos visualizáramos equivocándonos. De repente nos invade el pánico ante la inminente posibilidad de equivocarnos, que ahora aparece más real que nunca.
Es común ver éste comportamiento entre aquellos que deben hablar frente a un grupo de personas, especialmente si es de manera inesperada. Hablar en público es uno de los mayores temores de la persona promedio. Tanto es así que para muchos, el hacerlo, se encuentra más arriba que el temor a la muerte en su lista de miedos ¿Te puedes imaginar esto? Ellos aseguran que preferirían morir antes de tener que hablar en público. No es una exageración; trata de obligarlos a hablar en público y te darás cuenta del temor tan aterrador que les produce esta idea. Su estado mental cambia instantáneamente, comienzan a sudar, se les aceleran los latidos del corazón, se les debilitan las piernas al punto que muchos de ellos llegan a desmayarse.
En cierta ocasión, en una de mis conferencias sobre la comunicación efectiva, le dije a la audiencia que en unos minutos iba a escoger a una persona para pasar al frente del escenario a hablarnos sobre lo que hacía en su trabajo. Después de unos minutos comencé a caminar hacia ellos, pretendiendo buscar al afortunado voluntario que tendría que hablar ante las 600 personas que se encontraban presentes. Después de un momento, paré la búsqueda y anuncié que no llamaría a nadie y que mi verdadero propósito era que analizáramos las reacciones iniciales que experimentaron en su mente cuando hice el anuncio.
Algunas personas confesaron estar felices de poder participar y hasta levantaron la mano para que los escogiera a ellos. Sin embargo, muchos confesaron que habían comenzado a rezar para que no fueran ellos las víctimas; algunos experimentaron tal estado de pánico que llegaron a pensar en retirarse del salón, inventarse una salida repentina al baño o esconderse bajo la mesa.
A estas personas les pregunté: "¿Qué pasó por tu mente cuando hice aquel anuncio?" Algunos de ellos me confesaron que inmediatamente después de haberlo escuchado, ya habían construido imágenes en su mente en las que veían sus piernas temblando, sus manos sudorosas y sus rostros pálidos. Se veían hablando incoherentemente ante 600 extraños, olvidando hasta su nombre sin encontrar cómo articular la más sencilla de las ideas.
Algunos describían cómo, entre más se repetían a sí mismos "¡no me van a temblar las piernas! ¡No me van a temblar las piernas!, más veían sus piernas temblando. Y de esta misma manera, millones de personas sabotean cada día sus posibilidades de éxito. Sin quererlo, visualizan todo lo que puede salir mal, que es precisamente lo que quieren evitar. Pero entre más piensan en ello, más reales se vuelven estas imágenes. De repente, comienzan a escuchar voces internas que les dicen: "¿Qué vas a hacer? ¿Se te olvidó lo pésimo que eres hablando en público? ¡Vas a hacer el ridículo! ¿Has olvidado aquella ocasión en que tu mente se quedó en blanco y por poco te desmayas?" Todas estas imágenes, producto de su diálogo interno, no sólo no les permiten hacer un buen trabajo, sino que reafirman aún más profundamente la idea de que no sirven para hablar en público.
No sé si te has encontrado alguna vez en una situación similar, cuando debido al diálogo interno errado, tú mismo te has encargado de poner en tu mente programas mentales que te limitan, te paralizan y te hacen sentir incapaz. El resultado de este círculo vicioso es por lo general una pobre autoestima y la atracción de todo aquello que buscábamos evitar.
Así que vale la pena detenernos a pensar qué clase de imágenes estamos dibujando en nuestra mente y en la mente de los demás con nuestro diálogo interno y externo.
Si le decimos a un niño que es "un fracasado" o "un bueno para nada", ¿qué clase de imágenes formará este niño en su mente? y, más importante aún, ¿cómo lo afectarán dichas imágenes? Muchos padres prestan poca atención a esto sin pensar que sus palabras son órdenes que tienen la capacidad de programar la mente de sus hijos. Así que mantén siempre presente la relación palabra-imagen, porque esta relación te afecta y muchas veces puede ser la semilla de una pobre autoestima.
Muchas personas generan imágenes internas de fracaso y escuchan voces interiores que les recuerdan constantemente sus debilidades; dos procesos mentales que los conducen por adelantado al fracaso porque los obligan a visualizar precisamente lo que no desean.
¿Ves los efectos tan devastadores que pueden tener estas imágenes que nosotros mismos hemos creado con nuestro diálogo interno? Esta es quizás una de las consecuencias más significativas de la ley de la atracción: aquellas expectativas que nos encargamos de formar en nuestra mente terminan siendo profecías hechas realidad.
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