PLANO ASTRAL
Características generales del segundo plano, o plano astral:
Muchos de sus habitantes tiene la maravillosa propiedad de mudar de forma con protéica rapidez y de fascinar a los que escogen para divertirse con ellos.
La visión del mundo astral es muy diferente y mucho más amplia que la visión física. En el plano astral se ven los objetos de todos lados a la vez, y el interior de un sólido es tan visible como la superficie.
El escenario de estos planos es el mismo y mucho más que el de la tierra porque cuando desde ellos observamos por medio de los sentidos astrales, hasta los objetos puramente físicos presentan muy diferente aspecto... por lo que aún los objetos más familiares pueden parecer al principio totalmente desconocidos.
Por otra parte, se ha de tener presente que en circunstancias ordinarias, la generalidad de los habitantes del mundo astral, tanto humanos como elementales, sólo perciben los objetos astrales, pues para ellos la materia física es tan invisible como lo es la materia astral para la mayoría de la humanidad terrena.
Éstos se dividen en encarnados y desencarnados, dependiendo si tienen cuerpo físico o ya no lo tienen. Esto es si están vivos o muertos en el plano físico.
Los humanos encarnados pueden visitar voluntaria o involuntariamente el plano astral durante sus sueños o meditaciones.
La vida en el plano astral de los humanos desencarnados varía, pues aunque algunos permanecen allí sólo unos cuantos días, otros están muchos años o aún siglos.
Todo ser humano ha de pasar después de la muerte física por todos los subplanos del astral en su camino hacia el plano mental, aunque no se sigue de ello que haya de ser consciente en todos ellos.
La permanencia del alma en cualquier subplano del astral está precisamente en relación a la cantidad de materia que de dicho subplano contiene su cuerpo astral. Cuando al morir el cuerpo físico pasa el hombre al mundo astral, las desintegradoras fuerzas de la naturaleza comienzan a actuar sobre su cuerpo astral hasta liberar al alma de él.
En el ínfimo subplano del astral sólo permanecen los individuos que durante su vida terrena alimentaron pasiones siniestras y deseos brutales.
Si el individuo ha sido durante su vida terrena enteramente espiritual, su cuerpo astral será tan sutil que atravesará en rápida ascensión todos los subplanos del astral y despertará conscientemente en el plano inferior del mundo celeste o plano mental.
Para comprender la evolución elemental es necesario tener en cuenta que se efectúa en el arco descendente y por lo tanto progresa hacia la completa caída en la materia que acontece en el reino mineral, de suerte que para la esencia elemental el progreso significa descenso a la materia, en vez de ascenso a los planos superiores.
Cuando una porción de esencia elemental permanece durante algunos momentos sin que la afecten extrañas influencias (lo que dicho sea de paso, raramente se realiza), carece de forma definida, aunque su movimiento es todavía rápido e incesante; pero a la más mínima perturbación provocada acaso por alguna pasajera corriente mental, asume una desconcertante confusión de móviles y siempre cambiantes formas que surgen y desaparecen con la rapidez de las burbujas en la superficie del agua hirviente.
Estas evanescentes formas, aunque generalmente asumen las de seres vivos de alguna especie, humana o no, son manifestación de la existencia de separadas entidades en la esencia elemental a manera de las cambiantes y múltiples ondas que levanta una turbonada en las ondas de un tranquilo lago. Parece como si fueran meros reflejos del basto océano de luz astral, pero tienen cierta relación con la índole de la corriente mental que las pone en existencia, aunque casi siempre con alguna grotesca distorsión y espantable o repugnante aspecto. Se trata del resultado producido por la corriente de frívolos y medio involuntarios pensamientos emitidos por el cerebro de las gentes.
Al considerar cuán bajo de nivel es aún el pensamiento colectivo de la humanidad no es extraño que el hombre coseche lo que sembró; y así la esencia elemental que careciente de la facultad de percepción, recibe ciegamente y refleja cuanto sobre ella se proyecta, denota generalmente hostiles características.
Todo neófito lo sabe por experiencia, pues en la mayor parte de los casos su primera impresión al visitar el plano astral es la presencia en su alrededor de una numerosa hueste de protéicos espectros que hacia él avanzan en actitud amenazadora, pero que siempre retroceden o se desvanecen sin hacer el menor daño, si se les da en rostro valerosamente.
La inmensa mayoría de los animales no han logrado aún permanente individualización, y cuando uno de ellos muere, la esencia monádica por su medio manifestada revierte al particular depósito de donde provino, llevando consigo las experiencias adquiridas durante la vida física.
Pero esta reversión no se efectúa inmediatamente, sino que el cuerpo astral del animal se reordena lo mismo que en el caso del hombre, y el animal tiene en el plano astral positiva existencia cuya duración, aunque no muy larga, varía según el grado de inteligencia que haya desenvuelto. En la mayor parte de los casos está el animal en conciencia soñolienta, pero parece completamente feliz.
Los pocos animales domésticos que ya han alcanzado individualidad, y por tanto ya no renacen como animales en el mundo terrestre, tienen mucho más larga y consciente vida en el plano astral, y al final de ella, caen en una subjetiva condición, que dura muy considerable periodo.
Tantas y tan variadas son las subdivisiones de esta clase, que merecerían en justicia un tratado especial. Sin embargo, daremos alguna idea de ellos, pues todos tienen características comunes.
Los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca humanos. Su línea de evolución es del todo punto diferente, y su sola relación con nosotros es que ocupamos el mismo planeta.
Los espíritus de la naturaleza son el equivalente a los animales de otra línea de evolución mucho más desarrollada que la nuestra. También se subdividen en siete órdenes que habitan respectivamente en los siete planos.
A continuación consideramos a los espíritus de la naturaleza más comprensibles para nosotros que son los de la tierra, agua, aire y fuego o éter. Son definibles e inteligentes entidades astrales que residen y funcionan en cada uno de dichos ambientes.
Se preguntará que cómo es posible que un ser viviente habite en una materia tan sólida como una roca en la corteza terrestre. La respuesta está en que como los espíritus de la naturaleza están corpóreamente constituidos por la materia astral, la materia de la roca no es obstáculo que impida su movimiento ni su visión; y por lo tanto, la materia sólida es su natural elemento y el único al que están acostumbrados y en el que se sienten a buen acomodo.
En el lenguaje vulgar se les conoce con muchos nombres, entre ellos hadas, gnomos, sátiros, faunos, elfos, duendes, nereidas, trasgos, ondinas, salamandras, sílfides, etc. Sus formas son muy variadas, pero más frecuentemente de configuración humana y cortos de talla. Como todos los habitantes del plano astral, son capaces de asumir cualquier tipo de aspecto a voluntad, pero tienen definida forma peculiar o mejor diríamos, una forma preferida en que aparecen cuando no les interesa asumir otra. En las condiciones ordinarias son invisibles a la percepción visual física, pero son capaces de materializarse para hacerse visibles físicamente.
La mayoría de los espíritus de la naturaleza evitan la relación con el hombre, cuyas costumbres y emanaciones le repugnan, y les molestan las corrientes astrales que ponen en movimiento los incesantes y desordenados apetitos humanos.
Otras órdenes de espíritus de la naturaleza son las entidades que en diversas ocasiones han sido reverenciadas como dioses locales o de los bosques. Estas entidades gustan de la lisonja que acompaña a la veneración que se les tributa y sin dudad están dispuestos a recompensar la veneración con algún servicio.
Los devas o ángeles
La superior línea de evolución relacionada con nuestro mundo físico es, según alcanza nuestro conocimeinto, la de los seres llamados devas por los induístas y que también en otras partes han recibido los nombres de ángeles.
Se pueden considerar como un reino inmediatamente superior al humano, como el humano es inmediatamente superior al animal; pero con la importante diferencia de que mientras para el animal no hay otro camino de evolución que pasar por el reino humano, el hombre tiene abiertos ante sí, al llegar a un alto nivel, siete senderos, uno de lso cuales es la evolución dévica.
Aunque relacionados con la tierra no están los devas confinados a ella, porque el conjunto de nuestra presente cadena de siete planos es para ellos un solo plano, pues evolucionan en un superior sistema de siete cadenas. Hasta ahora han reclutado sus huestes en otras humanidades del sistema solar, pues muy pocos individuos de la terrestre han llegado al nivel en que fueron capaces de unirse a la evolución dévica; pero también es cierto que algunas de sus numerosas clases no han pasado en el camino de su evolución por ninguna humanidad comparable a la nuestra.
En nuestro estudio del plano astral y el plano mental sólo necesitamos mencionar las tres inferiores categorías de los devas, llamados en la antigua terminología kamadevas, rupadevas y arrupadevas.
Así como el cuerpo físico es el más inferior posible en el hombre, así el cuerpo astral es el más inferior posible en el kamadeva. Pero aunque vive en el cuerpo astral, puede desprenderse de él visitar en cuerpo mental la esfera superior. El cuerpo inferior del rupadeva es el mental, mientras que el cuerpo inferior del arrupadeva es el causal.
Sin embargo, la manifestación de los devas mentales y causales en el plano astral es tan sumamente rara como la manifestación materializada de una entidad astral en el plano físico. Así es que sólo nos referiremos aquí a la categoría inferior, la de los devas astrales.
El término medio de sus individuos aventaja de mucho a nuestro término medio, porque se ha eliminado hace tiempo de sus filas todo lo activo e intencionalmente maligno. Generalmente parece como si no se dieran cuenta de nosotros en el plano físico; pero de ciando en cuando sucede que uno de ellos advierte alguna tribulación humana que excita su compasión y presta su ayuda, así como nosotros auxiliamos a un animal que vemos angustiado. Sin embargo, comprenden que en el presente estado de evolución humana, cualquier interferencia sería más perjudicial que beneficiosa.
Es la clase más numerosa de entidades astrales y también la más importante para el hombre, porque son seres de su propia creación y se relacionan con él por íntimos lazos kármicos, y directa e incesantemente actúan sobre él.
Es una enorme masa de entidades medio inteligentes que difieren entre sí como difieren los pensamientos humanos, y es imposible clasificarlos ni ordenarlos. La única división posible es la que distingue entre elementales artificiales formados inconscientemente por la mayoría de la humanidad, y los formados deliberadamente por los magos, aunque podríamos relegar a una tercera división a las entidades creadas artificialmente que no son elementales.
El pensamiento se apodera de la esencia elemental y moldea instantáneamente con ella un ser viviente de apropiada forma, y que una vez formado ya no depende de quien lo formó, sino que tiene la vida propia cuya duración es proporcional a la intensidad del pensamiento que lo formó.
Los pensamientos de la mayoría de las gentes son tan vagos e indecisos, que los elementales por ellos formados sólo duran unos cuantos minutos o a lo sumo algunas horas; pero un incesante pensamiento o un ardoroso deseo forman un elemental cuya existencia puede prolongarse durante muchos días.
Como quiera que los pensamientos del hombre ordinario se refieren casi siempre a sí mismo, los elementales que forman permanecen a su alrededor, y constantemente propenden a provocar la repetición del originario pensamiento, pues tales repeticiones, en vez de formar nuevos elementales, intensifican el ya formado y le alargan la vida.
Así es que si un hombre alimenta constantemente un mismo deseo forma una especie de astral acompañante, que si de continuo alimentado por nuevos pensamientos durante años, irá adquiriendo cada vez mayor influencia sobre él, de suerte que si el deseo es de siniestra índole, los efectos sobre su carácter pueden ser sumamente desastrosos.
Todavía de más fecundos resultados en bien o en mal son los pensamientos del hombre respecto a sus semejantes, porque entonces el elemental formado no actúa sobre el que lo forma, sino sobre el individuo a quien se dirige el pensamiento. Si el pensamiento o el deseo son amorosos, benévolos o amigables, con ardiente anhelo por su bien, formarán y proyectarán hacia la persona en quien se piensa un amistoso elemental artificial.
Si el deseo tiene carácter definido, como por ejemplo, que salga en bien de una enfermedad, de un grave apuro, de un trance, el elemental formado favorecerá el éxito feliz e impedirá toda influencia capaz de estorbarlo. En esta acción desplegará el elemental lo que parecerá ser considerable manifestación de inteligencia y adaptabilidad cuando en realidad es tan sólo una fuerza actuante por la línea de menor resistencia que fluye continuamente en el mismo sentido y aprovecha cuantos conductos halla, como el agua de una cisterna encontrará entre muchos desagües obstruidos el único expedito, por el que se apresuraría a fluir.
En todos los casos la fuerza desplegada por el elemental y el tiempo que vive para desplegarla dependen enteramente de la intensidad del pensamiento o del deseo que lo engendró, aunque también puede que lo alimenten, intensifiquen y alarguen su vida otros buenos y favorables deseos llegados de distintas direcciones.
Además parece como si el elemental artificial actuara, como otros deseos, con el instintivo afán de prolongar su vida, y así reacciona sobre su creador con una fuerza que propende constantemente a provocar la reproducción del pensamiento o deseo que lo actualizó. También influyen los elementales artificiales en los individuos con los que se ponen en contacto aunque no es tan completa su relación con ellos.
Todo lo dicho respecto a los favorables efectos de los buenos pensamientos y amistosos deseos es también verdad en opuesto sentido respecto de los malos pensamientos y deseos. El hombre cuyos pensamientos y deseos sean malignos, rencorosos, brutales, lujuriosos, avarientos y hostiles, va por el mundo llevando consigo por doquiera una pestilente atmósfera psíquica poblada por las repugnantes entidades que formó para que fueran sus compañeros. De esta suerte no sólo se halla él en triste situación, sino que es un peligro para sus semejantes, pues cuantos con él se pongan en contacto arriesgan contagiarse de la influencia de las abominaciones de que quiso rodearse.
Un sentimiento de envidia o de odio lanzado contra otra persona, entrañará un elemental que se dirigirá hacia ella como disparada flecha, y buscará el punto más fácil por donde penetrar. Si el sentimiento es persistente, el elemental recibirá nuevo estímulo y podrá prolongar su vida mientras persiste el sentimiento que engendró.
Sin embargo, no tendrá el mal deseo o el siniestro pensamiento que o el envidioso pensamiento eficacia alguna si la persona a quien van dirigidos no vibra no propende a vibrar en la siniestra tónica que el elemental formado por tan morbosas emociones, es decir, que la persona malquerida no proporcionará punto de apoyo a la potencia del elemental cuya influencia rechazará como un broquel el aura del individuo de puros pensamientos y recta conducta, por no hallar sitio donde fijarse y entonces por ley mecánica reaccionará contra quien lo emitió, donde encontrará motivo de actividad, de suerte que el individuo quedará herido por sus propias armas.
Lo expuesto hasta aquí sobre el particular servirá para confirmar la importancia de mantener en rigurosa sujeción nuestros pensamientos.
Puesto que tales resultados como los descritos se obtienen por la fuerza mental de hombres que desconocen completamente lo que están haciendo, fácil es de comprender que un mago conocedor del asunto y que puede ver con toda exactitud el efecto que produce su actuación, posea inmenso poder en su pensamiento.
Tanto los magos blancos como los magos negros se valen frecuentemente en su obra de elementales facticios cuya acción es muy extensa cuando están científicamente preparados y con hábil conocimiento dirigidos, porque quien así sepa formarlo puede relacionarse con su elemental y guiarlo, de suerte que actúe como si estuviese dotado de la misma inteligencia que su dueño.
Por medio de la magia negra pueden formarse elementales facticios que por muchos medios ocasionan mucho daño; pero sucede con ellos lo mismo que dijimos acerca de los elementales facticios formados incosncientemente, esto es, que si se lanzan contra una persona de recta conducta y puros pensamientos y emociones, reaccionará el elemental con terrible virulencia contra el que lo engendró.
Estos malignos elementales se emancipan a veces de la obediencia de su creador y se convierten en demonios que vagan a la ventura. Procuran a toda costa prolongar su vida, ya alimentándose vampíricamente absorbiendo la vitalidad de seres humanos o influyendo en ellos para que les tributen ofrendas, y entre las tribus medio salvajes logran a veces que se les reconozca como dioses patronos de un poblado y se les rinda culto mediante sacrificios.
La vida en el 7º y 6º subplano es la misma que la ordinaria en el plano terrestre, menos el cuerpo físico y sus necesidades.
En el 5º y 4º subplanos la vida es cada vez menos material y se retrae más y más del mundo terreno y de sus intereses.
Los subplanos 3º, 2º y 1º aunque ocupan el mismo espacio, son mucho menos materiales y dan la impresión de estar más alejados del mundo terrestre.
Los habitantes de estos tres subplanos ya no se preocupan del mundo físico ni de sus materiales pertenencias. Están por lo general profundamente ensimismados y crean su propio ambiente, lo bastante objetivo para que lo perciban otras entidades astrales y también los clarividentes.
En estos tres subplanos las desencarnadas entidades humanas construyen con la imaginación sus temporáneas casas, escuelas y ciudades de interina realidad... cada cual puede formarse su ambiente a medida del poder de su fantasía. Aunque la mayoría de estas ciudades son herencias y ampliaciones de las imaginativamente construidas por sus predecesores.
En el 3º subplano habitan los humanos con preocupaciones y deseos referentes al ámbito de la materialidad habitual.
El 2º subplano parece la especial residencia del tartufismo religioso, de clérigos y prelados que se ufanan de sus lujosos ornamentos y se jactan de ser la personal representación de la particular deidad de su país y de su época.
El 1º subplano parece estar particularmente apropiado a quienes durante la vida terrena se entregaron a investigaciones intelectuales de tipo materialista, no precisamente en beneficio de la humanidad, sino más bien por motivos de ambición egoísta o por deporte y entretenimiento intelectual. Tales individuos permanecen durante largos años en este subplano, gozosos en la resolución de sus problemas intelectuales, pero sin beneficiar a nadie, por lo que adelantan muy poco en su camino hacia el siguiente plano.
Se ha de entender, que la idea del espacio abierto no se ha de asociar en modo alguno con estos subplanos. Una entidad desencarnada que actúe en uno de los subplanos del astral, podrá trasladares al punto de la atmósfera terrestre a donde le lleve su pensamiento; pero, no obstante, el traslado de lugar no será capaz de enfocar su conciencia en el subplano inmediatamente superior hasta cumplido el proceso de desasimilación ya explicado.
Digamos de paso que la comunicación mutua de las entidades astrales está limitada, como en el mundo físico, por el conocimiento individual, es decir que sólo se comunican y tratan entre sí los individuos que tienen las mismas ideas, el mismo idioma y las mismas simpatías.
Aunque el devacán o plano mental se le llama también mundo celeste, no se ha de considerar tan sólo como el mundo en que tienen realidad las más espirituales ideas que del cielo mantienen las religiones confesionales, pues también se le ha de considerar como un plano, nivel, esfera o como un mundo espléndido de exuberante vida en el que podemos residir ahora lo mismo que después de la vida astral, en el periodo interválico entre dos encarnaciones.
Únicamente nuestro escaso desenvolvimiento, la limitación a la que nos sujeta la vestidura de la carne, nos impide darnos cuenta de que el esplendor, la gloria del cielo está aquí y ahora a nuestro alrededor, y que las influencias dimanantes del mundo celeste actuarían en nosotros si fuéramos capaces de comprenderlas y recibirlas.
Por imposible que esto le parezca al profano, es la más evidente y sencilla realidad para el ocultista, y a quienes no han comprendido todavía esta fundamental verdad les repetimos el consejo de Gautama el Buda: "No os quejéis, ni lloréis, ni supliquéis, sino abrid los ojos y ved, porque la luz os envuelve y sólo falta que arranquéis la venda de los ojos y miréis. Es algo admirable, hermoso, superior a todo cuanto soñó el hombre, a todo cuanto por lo que lloró y suplicó, y es, además, sempiterno."
En los subplanos 7º, 6º, 5º y 4º constituyen el inferior mundo celeste, en el que subsisten las formas y donde la mayoría de los seres reencarnados pasan su larga vida entre dos encarnaciones.
Se le llama mundo rúpico o con formas porque en él cada pensamiento asume una forma definida.
Los subplanos 3º, 2º y 1º constituyen el mundo celeste superior o causal donde ya no hay formas y es la verdadera morada del Alma humana.
Se le llama mundo arrúpico y se manifiesta el pensamiento en él de muy diferente manera.
La distinción entre estas dos grandes subdivisiones del mundo mental, rúpica y arrúpica es tan señalada, que el Alma necesita para manifestarse en ellas dos diferentes vehículos de conciencia. El cuerpo apropiado para los subplanos 7º, 6º, 5º y 4º es el cuerpo mental, mientras que el vehículo del Alma en el mundo celeste superior es el cuerpo causal, en el que pasa todo el ciclo de reencarnaciones.
Desgraciadamente tropezamos con dificultades casi insuperables en el intento de expresar en el usual lenguaje lo referente al plano mental, pues aún en el plano físico resultan insuficientes las palabras para explicar nuestras ideas y sentimientos.
No solamente la materia que vamos a describir es muchísimo más sutil que la astral, sino que la conciencia mental es inmensamente más amplia que cuanto cabe imaginar en el mundo físico. En muestra de uno de los muchos ejemplos de nuestras dificultades, parece como si en el plano mental no existieran ni el espacio ni el tiempo, porque los sucesos que en el mundo físico van sucediéndose uno tras otro en separados lugares, ocurren en el mundo mental simultáneamente en un mismo lugar.
Fácilmente comprenderá el lector que al describir una condición de existencia tan por completo distinta de la vida física como es la que vamos a considerar, no podemos menos de decir muchas cosas en parte inteligibles y en parte increíbles para quienes no hayan experimentado individualmente la vida superior. Esto es inevitable.
La intensa felicidad es la primera idea capital en que deben basarse nuestros conceptos de la vida celeste. Tratamos de un mundo en que por su misma constitución son imposibles el mal y la tristeza, en el que todos los seres son felices, pues cada cual goza de la mayor felicidad espiritual que es capaz de gozar. Es un mundo cuyo poder de respuesta a las aspiraciones sólo está limitado por la capacidad del individuo.
Por vez primera comenzamos en el mundo celeste a columbrar algo de la verdadera naturaleza de la Fuente de Vida. Por vez primera tenemos un lejano vislumbre de lo que debe ser el Logos y de lo que para nosotros significa. Y cuando la estupenda realidad del mundo celeste se despliega ante nuestra atónita visión, no podemos menos que sentir que con este conocimiento de la verdad, la vida ya no puede parecernos como hasta entonces nos parecía. Nos admira la irremediable insuficiencia de todos los conceptos que de al felicidad tiene el hombre mundano, pues los más de ellos están absolutamente invertidos y son irrealizables, y marcha vuelto de espaldas a la meta que intenta alcanzar, mientras que en el mundo celeste la verdad y la belleza trascienden a los sueños de los poetas; y a la luz de su sobrepujante gloria, todo otro goce parece sombrío, lánguido y engañoso.
Ya no se oye ni se percibe por medio de separados y limitados órganos sensorios no se contrae a la sumamente ampliada capacidad visual y auditiva del plano astral, sino que se encuentra dotado de una nueva y extraña facultad, que no es ninguna de las físicas y astrales, sin embargo, las sintetiza todas y aún va más allá su poder de percepción pues lo capacita para en cuanto se enfrenta con una persona o cosa no solamente la ve y percibe todas sus vibraciones, sino que la conoce externa e interesante con cuantas causas, efectos y posibilidades, astrales y físicas conciernen a la persona o cosa percibidas.
Para el explorador del mundo celeste, pensar equivale a realizar sin dudas, vacilaciones ni demoras. Se encuentra en medio de lo que le parece un mundo de siempre cambiante luz, color y sonido, tal como jamás imaginó en sus más delicadísimos sueños.
Si piensa en un lugar al punto en el mismo lugar se halla. Si piensa en un pariente o amigo, instantáneamente lo tiene ante sí y no son posibles los errores ni pueden engañarle las falsas apariencias, porque como en un libro abierto lee los pensamientos y emociones de su pariente o amigo. Y si tiene la fortuna de que entre sus amigos haya alguno con este sentido superior ya actualizado, su trato será más completo y perfecto de lo que cabe en la humana comprensión, pues para ellos no existe la distancia ni la separación ni están ocultos o medio velados sus sentimientos por la desmañada expresión verbal. No son necesarias las preguntas y las respuestas porque se leen las representaciones mentales a medida que se van formando y el intercambio de pensamientos es tan rápido como su brotación de la mente.
Supongamos que un individuo con el sentimiento de intensa felicidad y enormemente acrecentado poder ya aludidos, se imagina flotando en un mar de vívida luz, rodeado de toda concebible variedad de encantadoras formas y colores, cuyo conjunto cambia a cada onda mental que él emita, cada onda es la expresión de su pensamiento en la materia y en la esencia elemental de este plano que es de la misma índole que la del cuerpo mental del individuo por lo que el pensamiento se refleja con absoluta exactitud.
El pensamiento concreto toma la forma del objeto cuya idea entraña, al paso que las ideas abstractas se plasman en perfectas y hermosas formas geométricas.
En rigor, el plano mental no tiene escenario fijo alguno, sino que cada quien establece un escenario peculiar según la índole de sus pensamientos, aunque se ha de considerar que las numerosas entidades que continuamente pasan ante él son ya de por sí en muchos casos objetos de trascendentalísima belleza.
Si el individuo quiere explorar el plano en que se halla, le será necesario suspender entretanto la actividad mental, a fin de que sus pensamientos no influyan en la impresionable materia que le rodea y alteren las condiciones en que se halla.
Cuando el explorador del plano mental se coloca en dicha actitud se percata de que aunque ya no es el centro de radiación de toda aquella maravillosa profusión de luces, formas, colores y sonidos, no se han desvanecido, sino que, por el contrario, se han intensificado sus armonías y esplendores. Hasta advertir que cuanto tan extática y deleitosamente contempla es el esplendor del lenguaje cromático de los Devas, la expresión del pensamiento o la conversación de seres mucho más adelantados que él en la escala de la evolución. La práctica experimental le enseña que también puede usar el nuevo y hermoso modo de expresión, y este descubrimiento le hace dueño de otra parte de su herencia en el reino celeste, cual es la facultad de comunicarse mentalmente y recibir las enseñanzas de los Devas.
¿Qué podríamos decir sino que en el plano causal la materia es más sutil, las armonías más sonoras y la luz más intensa y diáfana? Hay más tonalidades en el sonido, más delicados entrematices en los colores y nuevos tonos aparecen completamente desconocidos a la vista física y etérea; pero verdaderamente se ha dicho que la luz del plano mental es oscuridad en el plano causal.
Acaso se comprenda mejor la idea si comenzamos de arriba abajo en vez de abajo arriba, y vemos que la materia del superior subplano causal está animada y vivificada por una energía fluyente del plano superior inmediato. Si descendemos al segundo plano causal, vemos que la materia del primero es la energía del segundo; esto es, que la original energía más la materia del segundo subplano constituye la energía animadora de la materia del segundo subplano. Análogamente en el tercer subplano causal, o sea el inferior, tenemos la original enrgía doblemente velada por la metería del primero y segundo subplanos, de suerte que considerando en conjunto el plano mental en sus siete subplanos, al llegar al séptimo o ínfimo, contando de arriba abajo, vemos que la energía está velada siete veces y por tanto su activada no es tan potente como en subplanos anteriores.
En el plano causal los pensamientos no necesitan asumir forma, porque la mente abstracta, vibrante por medio del cuerpo mental superior o cuerpo causal, es la tónica del plano en que el Alma tiene su propia y permanente morada durante el ciclo de sus reencarnaciones.
El explorador que llega en conciencia al mundo causal, conoce todo cuanto no trasciende del mundo mental. El pasado del mundo terrestre es tan claro para él como el presente, porque siempre tiene a su disposición los indelebles archivos de la naturaleza, y la historia se despliega ante su vista al mandato de su voluntad. Ya no está a merced de los historiadores que arriesgan estar mal informados o adolecer de parcialidad, y puede estudiar por sí mismo cualquier incidente o episodio histórico que le interese, con la certidumbre de que conocerá la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Si es capaz de permanecer en los tres subplanos superiores del plano mental, se desenvolverá ante él todo el historial de sus vidas pasadas y verá las causas kármicas que hicieron de él lo que es, y verá también lo que el karma le reserva para agotarlo antes de saldar la triste y larga cuenta. Así conoce exactamente su verdadero lugar en la evolución.
Éstos se dividen en encarnados y desencarnados, dependiendo si tienen cuerpo físico o ya no lo tienen. Esto es si están vivos o muertos en el plano físico.
Los habitantes del mundo mental que aún están en cuerpo físico son invariablemente los Adeptos y sus discípulos ya iniciados, pues hasta tanto que un Maestro no le enseñe al discípulo la manera de usar su cuerpo mental, no podrá actuar conscientemente ni siquiera en los planos inferiores del mental. Para funcionar conscientemente durante la vida física en los planos superiores, es necesario mucho mayor adelanto, porque requiere la unificación del hombre, de suerte que en el mundo físico ya no es una personalidad influida por la individualidad que aunque limitada por el cuerpo físico entrañe el poder y el conocimiento de un Alma evolucionada.
Magnífico espectáculo ofrecen los Adeptos y sus discípulos iniciados, a la visión adiestrada para verlos. Espléndidos globos de luz y color, que por doquier flotan, disipan las malignas influencias, actúan sobre cuantos se les acercan, como el sol actúa en las flores y derraman en torno de ellos un sentimiento de sosiego y dicha, que también suelen experimentar quienes no los ven. En el mundo celeste llevan a cabo Maestros y discípulos la mayor parte de su obra, sobre todo en los subplanos superiores donde las individualidades pueden comunicarse directamente. Desde el plano causal derraman sobre el mundo del pensamiento su intensa influencia espiritual y provocan magnos y beneficiantes movimientos de toda índole.
En el mundo celeste también se les dan directas enseñanzas a los discípulos suficientemente adelantados para recibirlas de aquel modo, pues pueden comunicarse más rápida y completamente que en el plano astral. Además de todas estas actividades, Maestros y discípulos realizan una labor estrecha con todos los que llamamos muertos, según veremos más adelante.
El hombre ordinario durante el sueño o el individuo muy psíquicamente desarrollado durante el éxtasis o trance, pueden penetrar en el mundo mental, pero es sumamente raro, porque es absoluto requisito previo la pureza de conducta y de propósito; y aunque llegara el extático o aquél en trance transportado al plano mental, no actuaría con plena conciencia, sino tan sólo con capacidad para recibir determinadas impresiones. La mayoría de quienes entran dormidos despiertan con un sentimiento de profunda paz y gozo interior, aunque no se acuerdan de nada de lo que han soñado. Pero no cabe duda de que semejante experiencia, se recuerde o no en el cuerpo físico, servirá de estimulante impulso en la evolución espiritual del Alma.
Un resultado mejor sólo cabe esperarse de la persona que durmiendo tuviera ya un alto grado de desenvolvimiento psíquico y la misma condición que se requiere para que una persona en éxtasis o trance mediúmnico alcance el plano mental. Y aún el que lo alcanza ha de estar no sólo muy adelantado psíquicamente, sino tener perfecta pureza de conducta y propósito. Aparte de estas extraordinarias características queda todavía la dificultad que siempre se le opone al psíquico inexperto para transportar una visión de un plano superior al inferior.
En los cuatro subplanos rúpicos, el hombre vive enteramente en el mundo de sus propios pensamientos, todavía identificado con la personalidad que asumió en la vida pasada en la tierra, mientras que en los otros tres subplanos arrúpicos, el Alma reencarnante es ya consciente de lo que le rodea y de las condiciones del plano, y conoce sus vidas pasadas y lo que le está destinado a hacer en la inmediatamente próxima.
Todo ser humano ha de llegar al plano causal antes de reencarnar de nuevo en el mundo físico, y según adelanta en su evolución, es más real para él su contacto con el plano causal. No sólo es allí más consciente a medida que progresa, sino que su permanencia en dicho mundo es cada vez más larga, porque su conciencia se va elevando lenta pero firmemente por los diversos planos del sistema.
Por ejemplo, el hombre que comienza a evolucionar sólo es consciente en el plano físico durante la vida terrena y en los subplanos inferiores del astral después de la muerte del cuerpo físico. Cuando el individuo está algo más adelantado, ya pasa un corto periodo de vida celeste en los subplanos del mundo mental, aunque todavía pasa en el astral la mayor parte del intervalo entre dos encarnaciones. Según progresas, la vida astral va siendo cada vez más corta y la celeste más larga, hasta que cuando llega a un alto grado de inteligencia y espiritualidad, pasa rápidamente por el mundo astral y permanece largo tiempo en el subplano superior de los cuatro rúpicos; pero entonces se enaltece considerablemente su conciencia, y pasa en el plano causal, y en el cuerpo causal la mayor parte del intervalo entre dos encarnaciones.
El proceso se repite entonces en el sentido de que cada vez es más corta la vida astral y más larga y plena la vida celeste, hasta que llega la hora de la unificación de la conciencia y ya el hombre no se recluye ni se ensimisma en sus propios pensamientos sino que al percibir la generosidad del mundo celeste, se percata de las posibilidades de su vida y por vez primera comienza verdaderamente a vivir. Más por entonces debe de haber entrado ya en el Sendero y asumir en propia mano su destino.
Al intentar describir los habitantes no humanos del plano mental, tropezamos con dificultades insuperables, porque al llegar al subplano más elevado del plano causal nos ponemos por vez primera en contacto con un plano cósmico, y por tanto, con entidades que el lenguaje humano es incapaz de describir. Para nuestro propósito en este estudio será mejor prescindir enteramente de la numerosa hueste de entidades cósmicas y restringirnos a los habitantes propios del plano mental de nuestra cadena de mundos.
Está representado en el plano mental por dos principales divisiones. En el mental inferior hallamos las almas grupales a que la inmensa mayoría de animales están sujetos, y en el subplano inferior del mental superior vemos a los cuerpos causales de los pocos animales individualizados, que en rigor ya no son animales, pues nos ofrecen el único ejemplo que ahora podemos ver del primitivo cuerpo causal en formación, débilmente coloreado por las primeras vibraciones de las recién actualizadas cualidades.
Después de su muerte en los mundos físicos y astral, el animal individualizado tiene una larga y soñolienta vida en el séptimo subplano del mental. Su condición durante este tiempo es análoga a la del ser humano en el mismo nivel, aunque con muchísimo menos actividad mental. Tiene por ambiente sus propias formas de pensamiento, aunque apenas es consciente de ellas e incluyen las de quienes fueron sus compañeros y amaron en la tierra. Si el amoroso sentimiento inegoísta es capaz de forjar estas imágenes, también lo será de conmover al Alma del amado y excitar en él respuesta, por lo que el afecto, cariño y amor puesto en los animales favoritos tiene su respuesta a favor de la evolución del Alma que los amó en la tierra.
Cuando el individualizado animal se retrae en su cuerpo causal en espera de que la rueda de la evolución le depare oportunidad de encarnar por vez primera en forma humana, parece como si perdiera toda noción de las cosas externas y permaneciese en delicioso éxtasis de paz y gozo.
Los Devas o ángeles
Cada una de las dos clases de devas que moran en el plano mental, los Rupadevas y Arrupadevas, se subdividen en muchas variedades, pero su vida es tan diferente a la nuestra, que sólo cabe dar una idea general de ella. No encuentro mejor medio de indicar la impresión producida en la mente de nuestros investigadores, que reproducir las palabras de uno de ellos mientras efectuaba una investigación. Dijo así:
"Sentí el efecto de una intensamente exaltada conciencia, de una conciencia inefablemente gloriosa; y sin embargo, tan extraña, tan distinta, tan por completo diferente de todo cuanto hasta entonces había experimentado, tan desemejante de toda posible clase de experiencia humana, que es absolutamente inútil el intento de expresarlo con palabras."
También es inútil el intento en este mundo físico de dar idea del aspecto de estos potentes seres, pues varía según la tónica de sus pensamientos. Ya nos referimos anteriormente a la magnificencia y admirable poder de expresión de su lenguaje cromático, y también se infiere de algunas episódicas informaciones anotadas al describir los habitantes humanos del plano mental, que en ciertas condiciones le es posible al hombre actuar en dicho plano y aprender mucho de los devas.
Pocas palabras son necesarias sobre esta rama de nuestro tema. El plano mental está todavía más poblado que el astral por los temporáneos elementales que forman los pensamientos de sus habitantes; y cuando se considera la mucho mayor intensidad y eficacia de los pensamientos en el plano mental, y que la energía mental está manejada no sólo por los habitantes humanos encarnados y desencarnados, sino también por los devas y por los visitantes de superiores planos, se comprenderá desde luego la importancia e influencia de los elementales del plano mental.
De dichas entidades se aprovechan los Adeptos y sus discípulos iniciados cuando forman sus pensamientos elementales artificiales de prolongadísima persistencia y de mayor intensidad que el más intenso del mundo astral.
En este punto, también conviene recordar que un discípulo está siempre relacionado con su Maestro por una constante corriente de pensamiento e influencia, que en el plano mental se manifiesta como un intenso rayo de titilante luz de los tres colores, violado, oro y azul, de suerte que bien podía esperarse que el ardoroso y amante pensamiento del discípulo hacia su Maestro vibraría en la dirección del rayo; pero en vez de ello, el resultado es que se intensifican los colores del rayo, y se observa un muy distinto flujo de influencia espiritual dirigida hacia el discípulo.
Por lo tanto, es evidente que cuando un discípulo piensa en su Maestro, lo que en realidad hace es intensificar su conexión con él y abrir así un camino para recibir el auxilio de un adicional flujo de fuerza dimanante de los planos superiores. Parece como si el Maestro estuviese tan formidablemente cargado de fortalecedora influencia, que cualquier pensamiento que acreciente la actividad de un canal con el comunicante no establece una corriente hacia él, como en otros casos sucede, sino que establece una entrada por la cual fluye el gran océano del amor de su Maestro hacia él.
En el plano mental permanece el hombre la mayor parte del tiempo durante el transcurso de su evolución, a menos que esté sumamente retrasado. En término medio, la vida celeste dura veinte veces más que la más longeva vida física. La duración es mucho menor en los individuos escasamente evolucionados, mientras que, por el contrario, en los muy evolucionados, la vida celeste es hasta treinta veces más larga que la física.
El plano mental es la peculiar y permanente morada del Ego [los teósofos llaman Ego al Alma], cuyos descensos a la encarnación son cortos aunque importantísimos episodios de su carrera.
Al término de la vida astral cuando el Alma se retrae en sí misma y transporta su conciencia al plano mental, es necesario que se consuman las fuerzas espirituales que actualizó durante su vida terrena y se halle en disposición de asumir nueva vestidura de carne.
El vicioso hábito de no considerar más que un parcial aspecto de la vida del hombre sin parar mientes en su verdadera naturaleza y finalidad, nos mantiene en continuo error, pues generalmente se la mira desde el punto de vista del cuerpo físico y no desde el punto de vista del Alma, que en su rítmico descenso a los mundos inferiores y consiguiente ascenso al suyo propio traza una extensa línea circular, una circunferencia de la que tomamos el arco inferior y lo consideramos como una línea recta a cuyos extremos concedemos indebida importancia.
El punto en que el hombre desecha su cuerpo físico no es de especial importancia en este arco de la evolución, y mucho menos importante que la muerte en el plano astral y el nacimiento en el mental, aunque en realidad es la misión o transporte de la conciencia del cuerpo astral al cuerpo mental en el transcurso del ciclo de retraimiento de la energía del Alma hacia el interior, esto es, se va retrayendo de las cosas terrenas y enfocándose en los planos suprafísicos a los que tan pésimamente se adaptan las condiciones de la vida europea.
El resultado final se conoce cuando en este proceso de retracción de la conciencia vuelve a concentrarse en el Alma, restituida a su peculiar morada, el mundo causal. Entonces se ven qué nuevas cualidades adquirió, o por mejor decir, actualizó en aquel particular ciclo de evolución. También entonces percibe el Alma un vislumbre del conjunto de su vida, pues tiene por un momento una ráfaga de conciencia clara, en el que ve los resultados de las tres etapas, física, astral y mental de la vida que acaba de pasar, y también lo que resultará de ella en la próximamente inmediata.
Dicho vislumbre apenas envuelve el conocimiento de la índole de la próxima encarnación, pues sólo tiene de ella el Alma un vago y general sentimiento que descubre su objeto básico; pero el valor de la lección consiste en el conocimiento de los resultados kármicos de sus pasadas acciones, y le ofrece una ocasión que aprovechará con mayor o menor ventaja según el grado de evolución en el que se halle.
Al principio muy poco aprovecha, pues no tiene la conciencia lo bastante apta para examinar los hechos y señalar sus variadas relaciones; pero poco a poco va aumentando su aptitud para apreciar lo que ve, hasta que logra recordar los vislumbres obtenidos al fin del anterior ciclo de vida y compararlos entre sí, de modo que la comparación le da a conocer su adelanto en la evolución.
Sin embargo, antes de alcanzar el plano causal, el Alma viaja en cuerpo mental a través de los subplanos 7º, 6º, 5º y 4º.
Cuando el Alma desecha definitivamente el cuerpo astral y se queda con el cuerpo mental inferior por externa envoltura, sobreviene un periodo de inconsciencia rasa cuya duración varía entre muy extremos límites, análogamente a lo que ocurre al morir el cuerpo físico.
Las Almas en sus primeras etapas de evolución no llegan al mundo mental, y gran número de los algo más adelantados sólo rozan, por decirlo así, el subplano inferior del plano mental. Todo individuo ha de retraerse a su verdadero ser en el plano mental antes de reencarnar pero de eso no se sigue que en esta condición haya de ser consciente, y por lo mismo hemos dicho que las Almas atrasadas o que comienzan su evolución no llegan al plano mental.
El despertar a la conciencia mental se parece al despertar por la mañana del profundo sueño de una noche. De la propia suerte que al despertar por la mañana pasamos por un periodo de pereza deleitosa durante el cual ni está en la mente activa no regido el cuerpo, así también el despertar del Alma en el mundo mental pasa por un periodo más o menos largo de intensa y gradualmente creciente dicha hasta alcanzar plena actividad.
La primera vez que el alma experimenta este admirable sentimiento de gozo, llena todo el cuerpo de su conciencia, y poco a poco se ve rodeado de un mundo de imágenes forjadas por su mente con las características peculiares del subplano a que le llevó el estado de su conciencia.
La ínfima subdivisión del plano celeste, el 7º subplano, tiene por principales características los efectos del parentesco y amistad, inegoístas, aunque algo limitados. El individuo que alcanza dicho subplano después de la vida astral tiene por tónica fundamental de su carácter el amor a la familia y lo único que le capacita para entrar a la vida celeste. Pero en los subplanos superiores predomina un amor mucho más noble y puro del que tiene por asiento el séptimo subplano
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El intenso afecto que eleva al individuo hasta el subplano inferior del mundo celeste, es una fuerza tan poderosa que alcanza a la persona amada y suscita en ella una respuesta cuya intensidad vibratoria depende del grado de evolución del Alma respondiente; pero sea cual sea el grado de su intensidad, hay respuesta.
Aunque el Alma o verdadero ser del hombre sólo se puede conocer plenamente en su propio plano, que es el causal, siempre se está más cerca de dicho conocimiento en cualquiera de los subplanos celestes que en el mundo físico; y por lo tanto, allí podemos conocer muchísimo mejor que aquí a nuestros parientes y amigos. Al considerar este punto se ha de tener en cuenta el grado de evolución de las dos Almas relacionadas. Si la que está en el subplano inferior del mundo celeste tiene suficiente espiritualidad y es muy intenso su amor, podrá forjar una imagen de la persona amada por medio de la cual pueda ésta manifestarse en considerable grado si está lo bastante adelantada en su evolución.
Por tanto vemos que hay dos razones para que la manifestación sea incompleta. La imagen del amado forjada por el amador residente en el subplano inferior del mundo celeste puede ser tan vaga e ineficaz que no le sirva de medio de manifestación al amado por muy evolucionado que sea éste. Por otra parte, aunque la imagen sea perfecta, puede no tener el amado bastante adelanto para valerse de ella.
Pero en todos los casos el intenso afecto del amador influye en el Alma del amado, quien cualquiera que sea su grado de evolución se relacionará con su imagen celeste, aunque no sea capaz de manifestarse plenamente por ella, pues el grado de manifestación del Alma del amado por medio de la imagen forjada por el amador depende de la calidad de la imagen y de la potencia manifestativa del amado.
La característica dominante del 6º subplano es el sentimiento de devoción antropomórfica, esto es, dirigida a una divinidad imaginada en forma humana. Gran número de entidades cuya actividad mental opera en este subplano proceden de las religiones orientales y tienen por característica una devoción pura, aunque relativamente rudimentaria por falta de inteligente y razonable comprensión. En este subplano se encuentran los adoradores de Vishnú en sus avatares, especialmente en el de Krishna y algunos adoradores de Shiva, cada cual envuelto en el capullo de sus propios pensamientos, a solas con su Dios, y olvidados de la humanidad, excepto de aquellos seres a quienes amaron en la tierra.
La religión cristiana también contribuye notablemente a poblar el sexto subplano. La supersticiosa devoción ejemplificada por el ignorante campesino o el ardiente y sincero soldado del Ejército de Salvación, parece que da unos resultados muy semejantes a los descritos, pues se entregan entregados a la contemplación de Cristo y de su madre María.
Si bien la ciega e inculta devoción no eleva a los devotos a gran altura espiritual, en todos los casos son completamente dichosos y están satisfechos, pues reciben cuanto son capaces de recibir. Sin embargo, su estado de conciencia favorece su porvenir, porque si bien esta clase de devoción, por intensa que sea, no vigorizará nunca el entendimiento, suscita mayor aptitud para una superior modalidad de devoción y en muchos casos llega a purificar la conducta.
Por lo tanto, quien pasa la vida celeste en el sexto subplano, aunque no sea capaz de hacer rápidos progresos en el sendero del perfeccionamiento espiritual, se libra de muchos peligros, pues no es probable que en su inmediata vida encarnación cometa groseras culpas, o desprendido de sus devotas aspiraciones caiga en una mundana conducta de avaricia, ambición y libertinaje. De todos modos, el examen de este subplano subraya la necesidad de seguir el consejo de San Pedro: "Añadid a vuestra fe virtud y a vuestra virtud conocimiento."
La principal característica del 5º subplano es la devoción manifestada en positivas obras. Es el subplano de la realización de los anhelos, aspiraciones y proyectos no realizados en la tierra, acerca de asociaciones inspiradas por la devoción religiosa que usualmente tiene por objeto un propósito filantópico. Sin embargo, conviene advertir que conforme vamos ascendiendo en el mundo mental, hay mayor complejidad y variedad, de suerte que si bien cabe señalar la característica dominante de este subplano, se observan muchas variedades y excepciones que difieren de la característica fundamental.
Por ejemplo parece que en ciertas condiciones también halla la aptitud artística su manifestación en este 5º subplano. El artista cuyo único anhelo es la fama personal o que habitualmente cede a sentimientos de envidia profesional, no actualiza energías capaces de llevarlo a este subplano mental, pero sí aquellos artistas que cultivan el arte por el arte o lo consideran como una ofrenda a la divinidad sin pensar en el efecto que pueda causar su obra entre la gente.
Si recapacitamos sobre los tres subplanos de que hemos tratado, veremos que en todos los casos se nota la devoción a una personalidad, sea un pariente, un amigo o un dios, más bien que al sentimiento de amor a la humanidad, que encuentra expresión en el 4º subplano.
En este plano se encuentran en cuerpo mental, las Almas de las personas que realizaron servicio por amor de servir, que activaron inegoístas anhelos de crecimiento espiritual, de ciencia y filosofía de alto vuelo mental, o que ejercieron con inegoístas propósitos aptitudes literarias o artísticas, por ejemplo los eminentes artistas que consideran su arte como una potentísima fuerza que se les ha confiado para el perfeccionamiento espiritual de sus semejantes.
La población de este subplano proviene en su mayor parte de aquellas religiones que reconocen la necesidad de obtener conocimiento espiritual. Por ejemplo, si en el sexto subplano encontramos muchos budistas cuyo sentimiento religioso se manifestaba en forma de devoción a la personalidad del fundador del budismo, en el 4º subplano encontramos a los más inteligentes budistas cuya suprema aspiración era postrarse a los pies de Buda para aprender, y lo consideraban como un instructor más bien que como una adorable divinidad.
En la vida celeste satisfacen plenamente su nobilísimo anhelo, pues se imaginan recibiendo lecciones de Buda y la imagen que de él forjan no es una forma vacua, sino que de ella dimanan la maravillosa sabiduría, poder y amor del más insigne instructor del mundo debido al mecanismo antes explicado que posibilita a las Almas evolucionadas para actuar sobre las imágenes que sus amadores forjan. En consecuencia, adquieren nuevos conocimientos y se ensancha su horizonte mental, de suerte que sus efectos han de tener señaladísimo carácter en la próxima vida terrena. Quizá entonces no recuerden los hechos individuales que hayan aprendido, pero intuitivamente reconocerán su verdad cuando acudan a su mente, y el resultado de las enseñanzas recibidas será infundir en el Alma una vivísima propensión al amplio estudio filosófico y a la práctica de los mismos temas.
Desde luego es evidente cuán definida y seguramente apresura esta vida mental la evolución del Alma.
En cuanto a la filosofía y la ciencia de alto valor mental, hallamos en este subplano muchos de los nobles e inegoístas pensadores que sólo anhelan intuición y conocimiento para transmitirlo a sus prójimos. Lo mismo ocurre con el nobilísimo esfuerzo artístico y literario, inspirado ante todo por el deseo de realzar espiritualmente a la humanidad.
Por ejemplo el pintor y el escultor que cultivaron su arte con elevados e inegoístas propósitos están en el cuarto subplano constantemente trazando y proyectando todo linaje de lindas formas forjadas por su mente para deleite y estímulo de sus prójimos, pues no sólo placen intensamente a quienes actúan con plena conciencia en el subplano, sino que en muchos casos pueden captarlas las mentes de artistas vivientes todavía en el plano físico capaces de reproducirlas para enaltecer la conciencia de las gentes empañadas en las luchas de la vida física.
Por igual se encuentran el en 4º subplano muchos que durante su permanencia en la tierra se dedicaron a auxiliar al prójimo, porque sentían los lazos de fraternidad y prestaban servicio por amor sin propósito de agradar a determinada divinidad. Están ocupados en desenvolver con pleno conocimiento y tranquila sabiduría vastos planes de beneficencia, grandiosos proyectos de mejoramiento del mundo, y al propio tiempo maduran las facultades con las cuales nacerán en la próxima vida física para plasmar las celestiales visiones que proyectaron de la mejor manera posible.
El 3º subplano, el subplano inferior del mundo mental superior o plano causal, es el más poblado de todos los subplanos del genérico mundo mental, porque allí están presentes los sesenta mil millones de Almas comprendidas en la actual evolución humana, excepto el número relativamente exiguo de los capaces de actuar en los subplanos segundo y primero.
Cada Alma está representada por una figura ovoide, que al principio es tan solo una película incolora, de tenuísima consistencia casi invisible, pero que según progresa el Alma va mostrando una iridiscencia semejante a la de las burbujas de jabón, de modo que los colores juguetean en su superficie como cambian los matices de una catarata bañada por los rayos del sol.
Está el ovoide o cuerpo causal del Alma constituida por una materia inconcebiblemente fina, delicada, sutilísima, intensamente viva, con ígneas vibraciones hasta que al adelantar notablemente el Alma en su evolución se convierte el ovoide en un fúlgido globo de flameantes colores con matices en absoluto conocidos en la tierra, tan suaves, brillantes y luminosos que el lenguaje humano es incapaz de describirlos.
Henchidos están los cuerpos causales de vívido fuego dimanante de un plano superior, de modo que los globos parecen conectados por un tremulante hilo de intensa luz. Según adelanta el Alma, aumenta su capacidad de recibir más copiosa cantidad de energía divina que como por un canal fluye por el hilo que ensancha su calibre para facilitar el paso de la corriente de modo que desde el segundo subplano toma el aspecto de un tubo de comunicación entre el cielo y la tierra, y a nivel muy superior aparece como un magno globo del que mana el flujo viviente en el que se entrefunde el cuerpo causal.
Las Almas encarnadas en cuerpo físico se distinguen de las desencarnadas por la diferente tónica vibratoria de la superficie de los globos, por lo que no hay en este subplano dificultad en reconocer a primera vista si un Alma está o no en cuerpo físico. Tanto los encarnados como los desencarnados están en su inmensa mayoría semiconscientes, aunque ya pocos incoloros, pero los plenamente conscientes brillan como estrellas de primera magnitud entre la muchedumbre de radiación no tan viva, de suerte que la intensidad de la vibración y color denota el grado de evolución de cada Alma.
La mayoría no están aún suficientemente definidos para comprender las leyes de la evolución a que se hallan sujetos, y anhelan encarnar en obediencia al impulso de la Voluntad cósmica, y también por la ciega sed de vida manifestada, el deseo de estar donde puedan sentir y tener conciencia de la vida manifestada, el deseo de estar donde puedan sentir y tener conciencia de la vida.
En las primeras etapas de su evolución no son capaces de percibir las rapidísimas y penetrantes vibraciones de la sutilísima materia del mundo causal, y sólo responden a las pesadas y lentas vibraciones de la grosera materia física. Así es que tan sólo en el mundo físico se creen vivos y así se explica su intenso deseo de renacer en la tierra.
Durante un tiempo este deseo concuerda exactamente con la ley de evolución, pues sólo pueden evolucionar por medio de contactos externos a los cuales se van habituando a responder, y que sólo les puede proporcionar la vida terrena. Poco a poco aumenta su capacidad responsiva y perciben las vibraciones de la materia física, etérea y después de la materia astral.
El cuerpo astral que hasta entonces sólo había servido de puente para transmitir sensaciones al Alma, comienza a ser ya un vehículo que el Alma puede utilizar, y la conciencia se enfoca en las emociones más bien que en las sensaciones meramente físicas.
Por el mismo procedimiento de acostumbrarse a responder a los contactos externos, aprende el Alma a concentrar la conciencia en el cuerpo mental y vivir según las imágenes que él mismo se forja, así como también aprende a dominar sus emociones pro medio del pensamiento.
Por fin concentra el Alma la conciencia en el cuerpo causal y entonces reconoce su verdadera vida. Cuando la reconozcan se hallarán en el segundo o en el primer subplano y no sentirán el menor deseo de reencarnar; pero de momento estamos tratando de la mayoría de Almas poco evolucionadas que marchan a tientas, blandiendo los tentáculos de la personalidad en el océano de la existencia en los planos inferiores de vida, sin percatarse de que la personalidad es el instrumento que ha de servirles para evolucionar.
Nada ven de su pasado ni de su porvenir pues todavía no son conscientes de su propio plano. Según va el Alma pasando experiencias y asimilándose sus resultados, adquiere conocimiento, y este conocimiento se manifiesta imperfectamente en la personalidad como incipiente conciencia de lo justo y lo injusto. Poco a poco se va afirmando el sentimiento de justicia y más claramente se formula en la personalidad de modo que ya sirve algún tanto de guía de conducta,
Por medio de las oportunidades que deparan las ráfagas de la plena conciencia a que hemos aludido, las Almas más avanzadas del tercer subplano adelantan hasta el punto de ocuparse en el estudio de su pasado, señalando las causas que lo establecieron y aprendiendo mucho de esta retrospección, de modo que los nuevos impulsos hacia delante son más claros y definidos, y se transfieren a la personalidad como firme convencimiento e imperativas intuiciones.
No hay necesidad de repetir que las imágenes forjadas en el mundo mental inferior no se transmiten al superior, donde ya no cabe la ilusión y cada Alma reconoce su divina estirpe y se ve y ve a todas las demás Almas en su verdadera naturaleza, como el hombre inmortal que pasa de vida en vida con todos los lazos entretejidos con su verdadero ser.
El 2º subplano está mucho menos poblado, porque en el actual estado de la evolución humana, tan sólo una exigua minoría de individuos han llegado a este alto nivel, donde aun los menos adelantados son definidamente conscientes de sí mismos y de cuanto les rodea.
El Alma en este subplano es capaz de revisar con alguna extensión su pasado y comprende el método y la finalidad de la evolución. Se da cuenta de que está empeñada en una obra de propio perfeccionamiento y reconoce las etapas de la vida física, astral y mental por las que pasa revestida de sus vehículos inferiores.
Ve como parte de sí misma la personalidad con que está conectada y se esfuerza en guiarla, valiéndose del conocimiento de su pasado como un acervo de experiencias de las que formula principios de conducta con un claro e inmutable conocimiento, transmitido a la mente inferior para vigilar y dirigir sus actividades. Sin embargo, aunque logre guiar sus vehículos inferiores, dista todavía de ser claro y preciso el conocimiento de ellos y de sus acciones.
Ve nebulosamente los planos inferiores cuyos pormenores no comprende tan bien como los principios, y parte de su evolución en el segundo subplano consiste en ponerse más y más conscientemente en contacto con la personalidad que tan deficientemente le representa.
De lo dicho se infiere que sólo se hallan en el segundo subplano las Almas que anhelan el perfeccionamiento espiritual y por lo tanto son capaces de recibir la influencia de los planos superiores. Se ensancha el canal de comunicación por el que fluye entonces más energía.
Bajo esta influencia el pensamiento adquiere una singularmente clara y penetrante cualidad, aún las Almas menos adelantadas, y el efecto de esta cualidad se muestra en la mente inferior, como una tendencia a la filosofía y a las ideas abstractas, por ejemplo. En las almas más evolucionadas la visión tiene mucho mayor alcance del pasado, reconoce las causas establecidas y cómo actuaron y lo que falta todavía para agotar sus efectos.
Las Almas residentes en el segundo subplano tienen amplias ocasiones de progreso cuando están libres de los vehículos inferiores, porque pueden recibir enseñanzas de entidades muy adelantadas y se colocan en directo contacto con sus Instructores, no ya por medio de imágenes mentales sino, sino por el de ráfagas luminosas de imposible descripción, en que la esencia de las ideas vuela como una estrella de una a otra Alma, y sus correlaciones se manifiestan como ondas luminosas dimanantes de la estrella central sin necesidad de separada enunciación.
En el segundo subplano, un pensamiento puede compararse a una lámpara comparada en un aposento, que muestra a la vista todos los objetos circundantes sin necesidad de describirlos.
En el 1º subplano, el más glorioso del plano mental, en el que moran pocas entidades pertenecientes a nuestra humanidad, cuales son los Maestros de Compasión y Sabiduría y sus discípulos iniciados. La belleza de forma, color y sonido son inefables en este subplano, porque el lenguaje humano no tiene vocablos que puedan hallar expresión tan radiantes esplendores.
En los planos inferiores se sembró la semilla que fructificó en el primer subplano del mundo mental donde el Alma termina su evolución mental y las cualidades superiores refulgen a través de la naturaleza inferior. Ha caído de sus ojos la venda de la ilusión personal, y reconocen que no son la personalidad sino que ésta es el instrumento que les sirve de manifestación y expresión en los planos inferiores. Todavía la personalidad puede poner obstáculos y estorbos a las Almas menos adelantadas, pero ya no caerán en el error de confundir la personalidad con su verdadero ser.
De semejante error se salva por continuidad de conciencia con que pasan de vida en vida, de suerte que las pasadas vidas están siempre presentes en su conciencia sin necesidad de mirarlas retrospectivamente, y todas ellas constituyen una sola vida.
En este primer subplano, el Alma es también consciente de los subplanos inferiores en los que puede aprovechar plenamente las imágenes mentales de sus parientes y amigos, mientras que en el tercer subplano y en la mitad inferior del segundo, era todavía algo inconsciente de los subplanos inferiores, e instintiva y automática su acción en las imágenes mentales.
Pero al llegar a la mitad superior del segundo subplano, se esclareció rápidamente su visión y reconoció gozosa que las formas de pensamiento e imágenes mentales le servían de vehículos para manifestarse en ciertas condiciones muchísimo mejor que por medio de la personalidad.
En el primer subplano actúa el Alma en su cuerpo causal, envuelta en magnificente luz y esplendor del séptimo cielo, y su conciencia puede enfocarse instantáneamente en cualquier punto de los subplanos inferiores e intensificar con suplementaria energía la imagen mental de que desee valerse con propósito de impartir enseñanzas.
De este primero y supremo subplano del mundo mental fluyen la mayoría de influencias de los Maestros de Compasión y Sabiduría, cuando trabajan a favor de la evolución humana y actúan directamente en las Almas de los hombres, derramando sobre ellas las inspiradoras energías que estimulan el adelanto espiritual que ilumina la mente y purifica las emociones.
De este primer subplano del mundo mental recibe el genio la luz que lo ilumina y allí hallan su guía todos los esfuerzos de adelanto espiritual.
Así como los rayos de sol se difunden por doquiera y cada cual los aprovecha según su naturaleza, así de los Hermanos Mayores de la humanidad fluye sobre todas las Almas la luz y la vida que tienen por misión difundir, y cada cual aprovecha lo que es capaz de asimilar para su crecimiento y evolución.
Así, como en todas las cosas, la más excelsa gloria del mundo celeste se halla en la gloria del servicio, y las Almas que han terminado la evolución mental son las fuentes de que dimana la fuerza auxiliadora de los que todavía están en la cuesta ascendente.
Al recapacitar sobre cuanto queda expuesto, la idea predominante es la de un natural sentimiento de humillación al considerar la completa deficiencia de todo intento descriptivo, la inutilidad de todo esfuerzo para expresar en humanas palabras las inefables glorias del mundo celeste.
Sin embargo, por deplorablemente imperfecto que deba ser un ensayo como éste, vale más que si no se hubiese escrito, y puede servir para inculcar en la mente del lector algún débil concepto de lo que le espera más allá del sepulcro; y aunque cuando alcance ese brillante reino de felicidad encontrará infinitamente más de lo que se le movió a esperar, no dejará de recordar y reconocer por ciertas las informaciones que se le dan.
Tal como hoy día está constituido el hombre, tiene en sí principios pertenecientes a dos planos superiores, mental o Manas, porque el Buddhi representa el plano búddico y el Atma o chispa divina representa el plano nirvánico, que es el tercero del sistema solar comenzando por el ádhico.
En el hombre ordinario estos dos principios búddico y átmico están incipientes, y los planos a que pertenecen son todavía más imposibles de describir con palabras humanas que el plano mental o mundo celeste.
Baste decir que en el plano búddico cesa toda limitación y la conciencia del hombre se dilata hasta que reconoce no sólo en teoría, sino también por absoluta experiencia, que la conciencia de sus semejantes está incluida en la suya propia; y siente y conoce y experimenta con absoluta y perfecta simpatía todo cuanto está en sus semejantes, porque todo es en realidad parte de sí mismo.
En el plano nirvánico, la conciencia sube de punto y el hombre reconoce que su conciencia y la de sus semejantes es una sola conciencia, porque todos son, en realidad, facetas de la mayormente infinita conciencia del Logos en quien todos viven y se mueven y tienen su ser, de suerte que cuando, como dice la metáfora oriental, "la gota se confunde con el mar", el efecto es más bien como si al contrario, el océano se vertiese en la gota, que por primera vez reconociese que ella es el océano, no una parte, sino todo el océano. Parece paradójico y del todo incomprensible y hasta absurdo, pero es absolutamente verdad.
Y al menos debemos afirmar que el bienaventurado estado nirvánico no es como algunos ignorantes han supuesto la rasa aniquilación del ser, sino una intensísima y beneficiente actividad, pues según ascendemos en la escala de la naturaleza, son mayores nuestras posibilidades, nuestra obra por los demás es de mayor alcance y que la infinita sabiduría y el infinito poder significan capacidad para el servicio porque las mueve el infinito amor.
Grupo Melodia Celestial
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