Por Jascha
Esto no lo he escrito para nadie en particular, pero es para todos en especial. Para todo aquel que he rozado en mi existencia, para todo aquél que leerá estas líneas y para quienes no lo hagan también.
Hoy quisiera extender mis brazos e inflar mi pecho, para darte un enorme abrazo que cruce el espacio y derribe el tiempo. Hoy te miré y quizás por primera vez te vi y comprendí. Hoy supe de tus temores, de tus penas y sinsabores, de tus alegrías y tus risas, hoy humano te vi y me conmoví.
Te pido perdón por todas las veces que pasé a tu lado y no pude percibir lo que sentías, te pido mil perdones por mi ceguera involuntaria. No fue egoísmo, fue ignorancia, juro que si hubiera sabido, mil palabras me hubiera tragado, mil incomprensiones no hubiera formulado, pero no sabía, nadie me lo explicó o quizás sí lo hicieron, pero antes no tuve la capacidad de entender lo que hoy me parece tan evidente.
¿Qué pasó hoy en mí interior, qué fue realmente lo que cambió? No lo sé, quizás un velo marchito se corrió de mi vista porfiada y aleluya te pude ver, te pude palpar y me llené de ti. No hay palabras para poder trasmitir la emoción que hoy sentí. Hoy supe de ti.
Hoy quisiera extender mis brazos y abrazar a todas las versiones de mi que hay en ti, me gustaría darte mi calor y comprensión, que mi pecho te cobijará, con mis labios besarte delicadamente y en tus oídos susurrar que todo está bien, que yo por fin sé. Sé que tienes miedo, sé que en ocasiones lloras en silencio y sacudes tus lágrimas para que se las lleve el viento. Sé que actúas como actúas, por mil y una circunstancias y que muchas de ellas te dañan. Sé que a veces quisieras comportarte de manera diferente pero algo en ti que no comprendes te lo impide, sé que como yo sólo pretendes que te amen, hoy sé de tus sueños y afanes.
Ven a mí y recibe el calor de mi abrazo, he perfumado mi pecho y ablandando mis huesos para acogerte, descansa en mi regazo que con voz melodiosa te contaré una historia. La historia de un ángel glorioso que de tanto recorrer olvidó quien era, escondió sus alas y creyó empequeñecer, confundido pensó que tenía que hacer méritos para llegar a ser lo que ya era. Acariciando tu cabeza te narraré esta historia y con cuidado y dulzura te ayudaré a liberar tus constreñidas y adoloridas alas, no como un acto de generosidad hacia ti, sino como un acto de infinita compasión hacia mí y mi ceguera, porque hoy por fin me puedo ver a mi misma reflejada en ti y sólo gracias a tu dulce presencia, por fin tengo certeza que un día conseguiré extender mis propias adoloridas alas.
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