Cargamos con tanto bagaje de conceptos y creencias que la Verdad no tiene lugar para surgir en nosotros.
Cargamos con ideas inservibles, antiguas percepciones, antiguos dogmas, le damos un toque de modernidad a la vieja forma de idolatría y lo llamamos “nueva era”.
Quiero acercarme a Dios y en realidad me alejo cada vez que intento un rito distinto en su parecer pero idéntico en la sutil trampa del ego.
Y luego digo: -¡¿Dios dónde estás?!
Una voz responde desde el interior, pero la costumbre de buscar afuera me impide oírla.
-Aquí estoy, amada, siempre contigo, siempre en ti.
Aprender a ver no es abrir los ojos sino cerrarlos y observarnos internamente, de un modo íntimo a nosotros mismos.
Las luces que el ego imita son como las luces de neón desafiando al sol, pretendiendo ser verdaderas, y cada vez, que olvido quien en Verdad Soy, el ego trabaja afanosamente imitando, emulando con una mejor estrategia para confundirme.
No quiero saber nada sobre religión, he ido a las distintas iglesias y nada me han aportado para ser feliz, ahora practico la mejor técnica de meditación y cuanto más practique lograré despertar. Ahora repito mantras, sin sentido, sin saber lo que digo y me sumerjo en una espera absurda creyendo que algo ahí afuera va a ocurrir y me va a salvar, ya sean naves galácticas, ángeles piadosos o un milagro ficticio. Ahora enciendo sahumerios, velas de todos los colores, compro gemas de todas las formas, adornos místicos, esperando que mi casa se convierta en el Cielo. La gran moda de aquel que lucha y cuya mejor arma es su máscara de espíritu.
Muchos adoptan el título de “maestros espirituales”, y pretenden salvar al mundo cuando aún no comprenden que la única misión que traen es salvarse a si mismos y que en esta autosalvación salvan a los otros porque en el Espíritu no hay separación. Aún no comprenden cuál fue el mensaje de Cristo hace dos mil años, cuando entregó su vida por la humanidad, cuando se entregó al mundo y en esa entrega absolvió todos los errores humanos. Dio un mensaje que muchos “maestros espirituales” aún no lograron recibir.
“Por sus frutos los conocerás” dice el Maestro Jesús, mira pues cómo viven aquellos a quienes les otorgas tu salvación. Y también habla de los falsos profetas, aquellos que actúan tergiversando la Verdad, pues llevan puestas sus diversas máscaras de pastores, salvadores y maestros espirituales modernos.
El auténtico Maestro guía con su ejemplo, y muestra a través de su vida el camino hacia Dios. Sabe que esa es la misión que Dios le ha encomendado. Nada más. Sólo mostrar en si mismo lo que es el Cielo. Nada más.
El ego que simula vivir en la Verdad, en cambio pretende que lo adoren, que le rindan homenaje porque está convencido de que viene a redimir a los otros, se erige de héroe, se cree especial, y así muestra su debilidad pues necesita constantemente que los demás le otorguen esa dádiva de credibilidad para convencerse de que lo falso es real, y que sin él el mundo se pierde. Suena a película de héroes fantásticos. Otra vez el mensaje tergiversado.
Uno con Dios es la mayoría, Uno salva al mundo, pero sin hacer nada más que salvarse a si mismo, cuando acepta totalmente su Divinidad inevitablemente la refleja y como efecto dominó, quienes estén en sincronicidad con esa misma aceptación irán salvándose, y así, mientras más y más seres despiertan el mundo se redime a si mismo. Esa es la segunda venida de Cristo, el despertar de Cristo en cada uno, despierta en todos.
¡Qué sutil es el ego! No sólo me engaña desde el rol de víctima a quien tienen que salvar sino también desde el rol de salvador.
Y entonces espero un redentor externo o pretendo serlo, venero a los ángeles y demás seres celestiales, y les doy una misión no sólo absurda sino totalmente imposible. Ningún ser celestial viene a salvarme, sólo me trae el mensaje, viene a recordarme mi Poder, el Poder del Amor Divino que me es inherente por ser Hijo de Dios y en esta relación filial divina Soy Dios mismo. Pero no puedo o no quiero verme, no acepto mi Poder, es mucho compromiso admitir que mi felicidad depende de mí, que no puedo acusar a nadie y entonces idolatro libros, gurúes, y cedo el poder y la responsabilidad de mi vida disfrazándolo ahora de “new age”. Y me pierdo en cuestiones intelectuales que en vez de acercarme a la simplicidad del milagro que Soy me envuelven en fórmulas matemáticas, en oraciones estrictas, en colecciones de canalizaciones de cuanto maestro ascendido encuentro sin ver que todo lo que necesito es darme el permiso de Ser, autorizándome, aceptando mi compromiso, aceptando el Honor de ejercer ese Poder Divino y dejando de buscar la aprobación externa acorde a alguna doctrina que me absuelva, que no es nada más que una perspicaz forma de debilidad.
Y en esa locura, como no puedo hacerme cargo de mi vida, me engaño a mi mismo adoptando el rol de liberador y pretendo cambiar el mundo sin ver que lo único que cambiaría al mundo es mi apreciación de él, quien tiene que cambiar soy yo.
El gran dividendo del ego otra vez me divide de lo que en Verdad Soy.
¿Qué es la felicidad sino vivir mi vida y disfrutarla desde lo que Soy? Pero claro, eso depende de cómo me defina a mi mismo, de qué imagen tenga de mi mismo. No se puede ser feliz siendo víctima, débil y pecador, tampoco se puede ser feliz cuando considero que tengo que hacer algo para salvar al mundo, si no recibo las dádivas de credibilidad que yo no puedo darme. Otra vez el mensaje mal interpretado, la Verdad es que salvo al mundo desde Mi Salvación, salvo al mundo Siendo, no haciendo.
Somos seres completos, perfectos y nada puede haber afuera que necesitemos. Todo está en nosotros mismos. La única realidad es que ya eres lo que quieres ser. Paradoja: cuanto más te buscas afuera menos te encuentras, y cuando dejas de buscarte y te entregas a quien en verdad eres, así de simple, te hallas en la plenitud de tu Ser.
En este mundo hemos inventado tantos callejones que suponen ser el camino. Comenzamos a recorrerlos con entusiasmo pero a mitad de cuadra, ya nos cansamos, ya nos preguntamos por qué es tan difícil encontrar la felicidad, por que tiene que ser todo tan arduo, por qué Dios si nos ama tanto nos pone tantas pruebas.
Totalmente absurdo, eso no es Amor, no es incondicional. No hay pruebas impuestas desde Dios, sino desde nuestro ego que nos distrae en los recovecos de nuestras creencias. ESO NO ES DIOS.
Nos seguimos castigando por pecados que jamás cometimos. Nos seguimos perdiendo en la ilusión del tiempo y el espacio cuando creemos que si practicamos tal o cual nueva forma de espiritualidad algún día seremos dignos del despertar, y entraremos al Cielo.
A veces nos sucede que quedamos como suspendidos en una carrera, corremos por los callejones más y más ligero, creyendo que llegaremos a la meta tan ansiada, y corremos, y corremos, y nos pasamos la vida corriendo, compitiendo con nosotros mismos. Nos engañamos creyendo que perseverando en la búsqueda externa lograremos hallar el tesoro que el Creador ha escondido de Mi.
¡Vaya! ni nos hacemos cargo de que Dios no ha escondido el tesoro, sino que nosotros no lo podemos ver porque no nos aprobamos, no aceptamos el compromiso de nuestra Divinidad.
El mayor peso que nos arrastra y que llevamos es la creencia de no ser perfectos y dignos a los ojos de Dios.
¡¡¡El tesoro somos nosotros!!!
El único gran Milagro somos nosotros, nos y los otros, Uno. Todo.
El Cielo que tanto buscamos está en lo íntimo, el Cielo es algo personal y a la vez todo abarcador. Busca el Reino de Dios (interior) y todo se dará por añadidura (exterior).
¿Y qué pasaría si te haces cargo de tu Poder, ese Poder Divino?
El ego te dirá que es vanagloria. Esta es otra trampa más. ¿Crees que el Poder que traes contigo es vano, una gloria falsa? Acéptalo y verás. Tienes tal Poder y ahora mismo lo estás usando, pero ahora lo usas en tu contra. ¿Por qué crees que sigues sin encontrar tu felicidad? Porque siempre estás esperando que alguien más te haga feliz, sólo que eso es imposible.
Equipajes. Dios no nos cargó de maletas. Dios hizo a las aves con huesos muy livianos, tanto que se ha calculado que pesan menos que todas sus plumas juntas, esto les permite andar por el aire plácidamente. Y a nosotros, Dios nos hizo de Él mismo, Espíritu Divino y Perfecto, no puedes andar por el cielo si llevas las pesadas cargas de tus creencias y conceptos. Símbolos del ego, des-lumbramientos (te fascinan, te obnubilan, te ciegan)
La Verdad no te des-lumbra, te alumbra (te enciende, te ilumina, te clarifica). Dios no te pide que hagas nada, sólo que seas lo que eres, tu propia Luz, desprovisto completamente de cualquier idea de lo que debes hacer para merecer tu Divinidad. Dios no te pide nada, sólo te entrega la experiencia de Ser cuando en tu rendición te entregas a tu Divinidad. Una vez más, “dar es recibir” y “Dios va conmigo donde quiera que yo voy”
Eres Santo, y aún sigues buscando la santidad en alguna otra parte. Eres Santo, y aún crees que algún otro puede otorgarte esa santidad que ya eres. Eres Santo, y aún sigues pidiendo perdón por los sueños de pecados. Y mientras sigas pidiendo, buscando, dando vueltas en los callejones del mundo, seguirás cargado de equipajes, de sueños ilusorios que no te permiten alzar el vuelo.
Tú eres impecable. Simplemente Perfecto.
Eres divino, y mientras sigas creyendo que no lo eres, que debes hacer algo para lograr encontrar tu Divinidad, que debes poseer tal o cual cosa para ser feliz, seguirás desorientado. Sí, tienes una misión especial, y esa misión es Ser quien Eres. Tú Mismo. Nada por hacer, nada por tener, sólo basta con Ser.
Equipajes. Ya no los necesitas. Suéltalo todo, y vuela.
Despierta. Tu felicidad Eres Tú.
© María Marcela Coletta
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