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22 febrero, 2009

PROFECIAS MALAS Y BENIGNAS.

Tarde o temprano tendrán su cumplimiento.

El hombre teme de hechos extraordinarios o misteriosos, los cuales vengan distraer la rutina de su vida y ocasionarle trastornos muy grandes tanto inesperados como indeseados, por eso a medida que el tiempo avanza, también la incertidumbre crece. Hay interrogantes y miedo. El tema de las profecías muchos lo ven y lo esperan sombrío y sin duda hay mucho de razón y fundamento. Las guerras fratricidas profetizadas desde los tiempos pasados hacen estremecer al hombre, sus rumores lo inquietan.

No se trata de crear miedo o prejuicios pero tarde o temprano todo tendrá que cumplirse, aunque para ello tuvieran que pasar muchos años y hasta siglos.

Nada debería de sorprendernos, porque a través de varias fuentes se nos ha hablado de estos acontecimientos.

Y mirarán a la tierra, y he aquí tribulación y tinieblas, oscuridad y angustia; y serán sumidos en las tinieblas. (Isaías 8:22)

Muchos hombres no darán importancia a este mensaje sin embargo muchos más verán y encontrarán en estas palabras, grandes revelaciones, cuya exactitud y perfección dejarán maravillados a los mismos hombres de ciencia.

No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno.
(Libro a los Tesalonicenses 5:20-21)

Todo a su tiempo se cumplirá, porque todo lo que se ha profetizado ha tenido siempre una profunda razón de ser, aunque los hombres han dudado cuando aquel anuncio les ha sido revelado mucho tiempo antes de su cumplimiento.

Algunas religiones dicen que es castigo divino, y se preguntan: ¿Será en verdad la justicia de Dios, que ya está llamando a las puertas de la humanidad? Mientras La ciencia atribuye estas manifestaciones a simples fenómenos de la Naturaleza.

Aun hay acontecimientos que están aún por venir y que no fueron anunciados en aquellos tiempos, porque esas profecías, estaban reservadas para darlas conocer en este tiempo….

El hombre en su materialismo, siempre ha necesitado para mantener su fe, de hechos extraordinarios que lo hagan meditar y cuando estos se suceden teme de ellos

¿Qué nos espera en un futuro muy lejano o un futuro muy cercano?

Ayer la Tierra fue valle de lágrimas, ahora es valle de sangre. Mañana ¿Qué será? ¡Un campo de humeantes escombros!

Grande será la trasformación que sufra la humanidad en breve plazo: instituciones, principios, creencias, doctrinas, costumbres, leyes y todos los órdenes de la vida humana serán conmovidos desde sus cimientos. La humanidad, se conmoverá ante acontecimientos extraños y sorprendentes.

Se aproxima a toda la humanidad una prueba muy grande, tanto que en toda la historia de sus siglos y edades, no ha tenido semejanza, es un tiempo de gran tribulación, en el que no valdrá a los hombres todo su poder, su oro, ni su sabiduría para contener el peso del dolor. Surgirán acontecimientos que a los orgullosos y engrandecidos les parecerán absurdos e ilógicos.

La Tierra se estremecerá, los elementos se desencadenarán la peste, las plagas y la muerte arrasarán las comarcas, el rumor de las guerras llenarán de zozobra el corazón de la humanidad.

Del seno de la naturaleza brotarán lecciones a torrentes hasta hoy contenidas; de sus entrañas surgirán voces de justicia. Tres cuartas partes del haz de la Tierra desaparecerán y sólo una parte quedará salva para ser refugio de los que sobrevivan al caos.

De esta manera manifestarán los elementos su resentimiento con el hombre, porque él ha ido destruyendo uno tras otro los lazos de fraternidad que lo ligan con la naturaleza que lo rodea. Un nuevo diluvio se desatará el cual lavará la Tierra de la perversidad humana, derribará de sus altares a los falsos dioses, destruirá piedra por piedra los cimientos de esa torre de soberbia y de iniquidad y borrará toda doctrina falsa y toda absurda filosofía; mas este nuevo diluvio no será de agua como en aquel tiempo, porque la mano del hombre ha desatado en su contra todos los elementos tanto visibles como invisibles. Él mismo dicta su sentencia, se castiga y se hace justicia.

Sólo cuando los elementos se manifiestan, es cuando se estremecen los hombres, más no porque comprendan que es la voz de una justicia la que les habla, sino porque temen por su vida o por sus bienes terrenales.

Cuántas y espantosas guerras esperan a la humanidad, mucho más aterradoras que las que han pasado: en las que el furor de los elementos desencadenados, se confundirá con el estruendo de vuestras armas; el mundo será pequeño para contener en su seno tanta destrucción. Todo ello traerá como consecuencia que los hombres, habiendo llegado al máximo de su dolor y de su desesperación, se dirijan suplicantes al Dios verdadero, al que no quisieron llegar por el camino del amor, para pedirle su divina paz.

Del oriente al occidente se levantarán las naciones desconociéndose y del norte hacia el sur también se levantarán para encontrarse todas en la encrucijada, con cuyo choque se producirá una inmensa hoguera en la que arderá el odio, se extinguirá el orgullo y se consumirá la mala yerba.

Después vendrán todas las consecuen­cias: la peste, el hambre y la muerte; no habrá un lugar libre de ese exterminio.

Llenas de orgullo se levantan las grandes naciones pregonando su poderío, amenazando al mundo con sus armas, haciendo alarde de inteligencia y de ciencia, sin darse cuenta de lo frágil que es el mundo falso que han creado, pues bastará un débil toque de la justicia divina, para que ese mundo artificioso desaparezca.

Todavía veremos a un poderoso lanzarse sobre otro poderoso para destruirle y quedarse como señor de la Tierra. No se dan cuenta de que ese poder que buscan no va a serles concedido, porque están traspasando los límites del libre albedrío.

Cuando al fin de la lucha quede uno de pie y quiera lanzar el grito de victoria, contemplará que su reino es de ruinas y cadáveres, que su imperio es de miseria y de muerte y ese será el fin de las guerras en el mundo.

Todavía habrán de cegarse más los hombres, cuando la desesperación, el odio, el terror y el dolor lleguen a sus límites.

Todavía falta que las enfermedades extrañas y las epidemias aparezcan entre la humanidad, confundiendo a los científicos; y cuando el dolor llegue a su máximo a los hombres, aún tendrán fuerzas para gritar: ¡Castigo de Dios! Mas Dios no castiga, somos nosotros los que nos castigamos al apartarnos de las leyes que rigen a nuestro espíritu y materia.

La ciencia que el hombre ha alcanzado, no bastará para curar las enfermedades extrañas que han de aparecer.

También los hombres de ciencia serán tocados. Muchas enfermedades extrañas aparecerán y no sabrán curarlas; serán impotentes para calmar el dolor.

El hombre, desde su trono orgulloso quisiera someter todo el poder de su ciencia e imponer su voluntad sobre los elementos y las fuerzas naturales, mas no lo ha logrado, porque hace tiempo que rompió sus lazos de amistad con las leyes espirituales. ¡Es el hombre el que provoca tempestades!

El cumplimiento de estas profecías son solo el resultado de la semilla que la humanidad hemos sembrado a través de los tiempos.

Esto servirá para unos despierten del materialismo que los tiene aletargados; otros de su embriaguez de sangre y de placeres, otros lo harán del sueño de su ignorancia, cuya noche de tiniebla y fanatismo ha sido muy grande.

¿Por qué se permiten estas profecías que solo sirven para causar desolación, luto y hambre, entre la humanidad? sin embargo, algún día comprenderemos que han sido nuestras obras insanas, las que han desatado sobre nosotros la divina justicia. ¿Por qué justicia? Porque es muy justo que recibamos lo que hemos creado a través de los tiempos

Una nueva guerra está próxima a surgir en el mundo. Será una guerra distinta a todas las que la humanidad ha sufrido. Guerra de ideas, de filosofías, de doctrinas, de ideologías, de creencias y de religiones.

Esa lucha de ideas, ese encuentro entre credos e ideologías, esa batalla, son indispensables para que salgan a la superficie todas las lacras y los errores que se acumulen en el fondo de cada culto y de cada institución. Sólo después de esa tempestad podrá venir una depuración moral y espiritual de los hombres, porque verán surgir la verdad, la conocerán, la sentirán en sí, y ya no podrán volver a alimentarse de apariencias ni ficciones.
Los científicos, los teólogos, los sabios, los filósofos, todos se aprestarán para esa gran lucha en la cual quedará destruida la mentira y el mal, surgiendo victoriosos el bien y la verdad.

¿Podemos revertir el cumplimiento de las malas profecías? Sí, claro que sí. Eso solo depende de nosotros.

Buenas y agradables profecías

Porque un momento será su ira (justicia) Pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro Y a la mañana vendrá la alegría (Salmos 30:5)

No todo ha de ser desastres ni dolor, también se esperan benignas. Profecías. Después del nuevo diluvio, brillará el iris como símbolo de paz y de un nuevo pacto que espiritualmente hará la humanidad con Dios

Así como se nos ha anunciado la guerra y los desastres que esperan a la humanidad, también debemos saber que llegará un día en el cual todas las naciones de la Tierra disfrutarán de paz, en el que los hombres se amarán en Dios, y su vida, su trabajo, sus obras en el mundo, serán el culto agradable que como incienso perfumado se eleve de este planeta hacia el Creador.

La madre tierra, que desde los primeros tiempos ha sido profanada por sus hijos, volverá a ataviarse con sus galas más hermosas y los hombres no la volverán a llamar valle de lágrimas, ni la convertirán en campo de sangre y de muerte.

Entonces florecerán los campos, habrá paz en los corazones y pan en abundancia en todos los hogares.

Veremos de nuevo el cielo limpio y los campos fecundos, las aguas en su corriente volverán a ser puras y el mar será clemente; habrá frutos en los árboles y flores en los prados y las cosechas serán abundantes.

La fuente de la vida revelará grandes misterios, para que los hombres edifiquen un mundo fuerte en la ciencia del bien, en la justicia, en el amor.

Y será muy grande la bonanza, la misma Naturaleza que a veces os parece hostil, la veréis amable en sus distintas estaciones. Los montes valles y ostentarán exhuberancia y belleza. Los árboles se cargarán de buenos frutos y la salud, el bienestar y la paz, envolverán la vida humana.

Los hombres al transitar en el sendero de la virtud y la espiritualidad, se asombrarán al comprenderemos que esta vida es la misma que se nos ofreció desde el principio, que nada en ella a cambiado, sabremos que el planeta que se nos confió como morada pasajera, sigue siendo pródigo en bendiciones, que la madre Tierra misericordiosa como el "Autor de la Vida", nos sigue ofreciendo su seno para alimentarnos con su amor, porque esa es la misión que el Padre Creador, le ha confiado. El sol será el mismo, que enviará siempre su calor vivificante, como un símbolo de la presencia de Dios.
Y después de ese gran caos, volverán las naciones a recobrar la calma y los elementos naturales se aquietarán. Después de esa noche de tempestad en que vive este mundo, aparecerá el iris de la paz y todo volverá a sus leyes, a su orden y armonía.

En lo material también veremos la transformación. Los ríos serán abundantes, las tierras estériles serán fértiles, los elementos volverán a su cauce, porque habrá armonía entre el hombre y las Leyes dictadas por el Autor de la Vida.

Es en ese tiempo de espiritualidad, los hombres pondrán su fuerza mental al servicio del espíritu, y la misma ciencia se inclinará ante su luz.

¡Con qué respeto penetrará el hombre por los senderos de la ciencia, después de que haya bebido hasta el fondo del cáliz de amargura! Y ¡cuán nobles serán los propósitos e ideales que le inspiren al investigar los misterios de la Naturaleza!

La maldad, la injusticia, el orgullo, la esclavitud, la ignorancia y el poder terrenal, sucumbirán para dar paso al establecimiento del reinado del amor, de la luz y de la paz entre los hombres.

Este mundo se levantará limpio de su lepra, también surgirá vida de la muerte; Del odio brotarán frutos de reconciliación y de la locura surgirá la razón.

A este nuevo tiempo le llamarán unos el tiempo de la luz, otros la era del Espíritu Santo, otros el tiempo de la verdad. Será el tiempo de la elevación, de la recuperación espiritual, de la reivindicación.

Ahora nos parece inalcanzable tanta paz y tanto bienestar material y espiritual, porque miramos toda la confusión que reina en torno a nosotros, confusión que irá creciendo más y más en todos los órdenes de la vida humana, más luego que esta noche tempestuosa pase, dejará asomar la luz de la nueva aurora.

¡Bendito sea ese instante, en que abramos ya los ojos del espíritu a la luz de la verdad. Un nuevo sol brillará en nuestra vida, transformándola, regenerándola, ennobleciéndola!

Hoy no podemos formarnos una idea de lo que será el mundo, cuando la humanidad arranquemos el pecado de nuestro corazón. Vendrán tiempos en los que el hombre y la mujer, desde el niño hasta el anciano, puedan gozar de absoluta paz y experimentarán la dicha de vivir en plena felicidad aquí en este mundo, donde tanto se ha llorado y tanta sangre se ha derramado. Aquellos hombres no querrán romper la armonía con su Dios ni un solo instante y llevarán escrita en su espíritu la esencia de la Ley, con su divina máxima de amarse los unos a los otros.

Las coronas y los cetros caerán, el poderío desaparecerá y la riqueza también, porque ya es tiempo que dejen de existir esas diferencias. Llegará el día en que todos poseeremos por igual la Tierra. Iremos de un polo al otro, sin que nadie nos lo impida. Desaparecerá la hipocresía, la mala voluntad y la vanidad, para dar lugar al amor y a la concordia.

Si la humanidad en los tiempos pasados encontró deleite en la maldad y gozó en el pecado, para entonces no tendrá más ideal que el bien, ni encontrará más placer que el de transitar por el buen camino. Mas no pensemos que por ello el hombre vaya a renunciar a su ciencia ni a su civilización, refugiándose en los valles y en los montes, para hacer una vida primitiva; no, aún tendrá que saborear los frutos del árbol de la ciencia que con tanto interés ha cultivado, y cuando su espiritualidad sea mayor, también lo será su ciencia; mas al final de los tiempos, cuando el hombre haya recorrido todo ese camino y haya arrancado del árbol el último fruto, reconocerá la pequeñez de sus obras que antes le parecieron tan grandes y comprenderá y sentirá la vida espiritual, y a través de ella, admirará como nunca la obra del Creador. Recibirá por inspiración las grandes revelaciones, y su vida será un retorno a la sencillez, a la naturalidad, a la espiritualidad.

Veremos como se unen aquellos pueblos que por siglos vivieron como enemigos; presenciaremos la reconciliación de pueblos y de razas. Veremos desaparecer el poder material de las grandes religiones y por todas partes surgirán frutos de espiritualidad.

Un torbellino de ideas y de tinieblas ha mucho tiempo que desunió a los hombres. Un torbellino de luz en este tiempo les unirá. La torre de Babel que los hombres construyeron, solo un torbellino espiritual puede derribarla y esa tempestad comienza a estremecer sus cimientos y sus muros, mas cuando esta torre haya sido destruida, ahí, en su lugar, se levantará otra, la que no podrá ser destruida, porque sus cimientos firmes, no serán de desunión, sino de fraternidad y de armonía.

De las obras malas de la humanidad nada quedará.

Cuando la doctrina de Jesús el Cristo, se asiente en el corazón de los hombres, se iluminará la vida del hogar, fortaleciendo a los padres en la virtud, a los matrimonios en la fidelidad, a los hijos en la obediencia y colmará de sabiduría a los maestros, hará magnánimos a los gobernantes e inspirará a los jueces, para que hagan verdadera justicia; los científicos se verán iluminados y esta luz les revelará grandes secretos para el bien de la Humanidad y para su evolución espiritual. Así empezará una nueva era de paz y de progreso y de evolución espiritual.

La vida entonces cambiará. Las religiones, la moral, la ciencia, la filosofía, todos los conceptos sufrirán grande transformación y los hombres, conociendo por fin el verdadero sentido de la vida, tratarán de acercarse al cumplimiento de las leyes de amor, de justicia.

Entonces volverá la moral al seno del hogar, habrá verdad en vuestras instituciones y espiritualidad en nuestras costumbres.

Será el tiempo en que la conciencia haga oír su voz, en que las razas se fusionen y todo ello determine la desaparición de muchas diferencias y contiendas, porque, hasta ahora, a pesar de ser tan pequeño nuestro mundo, no hemos sabido vivir como una sola familia.

Pensemos en el adelanto de una humanidad cuya moral proceda de la espiritualidad; imaginemos una humanidad sin limites ni fronteras, compartiendo fraternalmente todos los medios de vida que la Tierra ofrece a sus hijos.

Este mundo será como un pequeño santuario en medio del universo, desde el cual los hombres elevemos nuestro espíritu al infinito, en una comunicación llena de humildad y amor con nuestro Padre Celestial

Los hombres, sin apartarse de sus deberes, de sus misiones en el mundo, pondrán al servicio de la causa divina su ciencia, su fortaleza, su talento y su corazón. Buscarán los goces sanos, los que sean saludables para su espíritu y su materia. Lucharán por su regeneración y por su libertad, no se contaminarán, no tomarán lo que no les sea necesario. Será entonces cuando desaparezca de la Tierra la maldad, la frivolidad; entonces el espíritu habrá alcanzado el dominio absoluto sobre su envoltura, y habitando todavía en una materia hará una vida espiritual de amor, de fraternidad y de paz.

Entonces podremos ver las primeras luces del Gran Día anunciado por profetas y enviados tiempo ha.

Las diferencias de razas comenzarán a desaparecer; los obstáculos, hasta hoy considerados como insuperables, serán al fin vencidos con la razón; la equidad y el buen juicio estarán en las obras humanas y cada hombre vivirá en vigilia para que no se trastorne la paz del mundo.

La división de los hombres desaparecerá, y así como en sus discordias se distanciaron unos de otros, creando idiomas y lenguas para cada pueblo, cuando la armonía principie a brillar en el mundo, todos sentirán la necesidad de entenderse con un solo lenguaje.

Esa sí será vida para los hombres, porque dentro de ella respirarán paz, gozarán de libertad y se sustentarán solamente con aquello que encierre verdad.

Entonces comprenderemos porque se le ha llamado vida.

La conciencia será escuchada y obedecida, los llamados del espíritu serán entendidos, los anhelos y derechos espirituales serán tenidos en cuenta y respetados y en todas partes brillará el anhelo de conocer a Dios, de sentirlo, de acercarse a Él y de mirar su verdad.

¿Acaso parece una fantasía esta palabra? Es que no nos hemos dado cuenta de que estamos en el final de una etapa material y en el principio de una era espiritual.

Los pecados de los hombres se habrán borrado y todo será como nuevo. Una luz de pureza y de virginidad iluminará a todas las criaturas, una nueva armonía saludará a aquella humanidad, y entonces comenzará a elevarse del espíritu del hombre hacia su Señor un himno de amor, que por tanto tiempo he esperado.

Nuevas generaciones poblarán la Tierra y recogerán los frutos de la experiencia y de la evolución tanto espiritual como material, que sus antepasados hayan dejado, porque de todo el pasado seleccionarán los buenos frutos.

Desde ese día, el hombre abominará la guerra, arrojará de su corazón el odio y el rencor, dará muerte al pecado y comenzará una vida de restauración y de reconstrucción. Muchos se sentirán inspirados por una luz que antes no contemplaron y se levantarán a crear un mundo de paz.
Aun Muchos discuten sobre el terrible y temido fin del mundo que suponen a la puerta de cada guerra. Ese fin que esperamos, no vendrá; el llamado y mal entendido fin del mundo, se refiere a un mundo materializado y científico que no honra a Dios, ni le ama, ni le reconoce.

Esta es la continuación de las lecciones, mas no la consumación de los tiempos, según lo interpreta el hombre. El mundo seguirá girando en el espacio; los espíritus seguirían llegando a la tierra a encarnarse para cumplir su destino; los hombres seguirán poblando este planeta y sólo la forma de vida entre la humanidad cambiará. Las transformaciones que la vida humana sufra, serán grandes, tanto, que os parecerá como si un mundo se acabara y otro naciera.

El mundo material, el planeta, no está próximo a su desintegración, pero el fin de ese mundo de errores y pecados, de tinieblas y mala ciencia, llegará con la luz de la doctrina del único Dios verdadero y sobre los escombros de este mundo, Dios levantará un nuevo mundo de progreso y de paz.

El mundo que desaparecerá será el mundo de maldad que hemos creado, en el cual los fuertes oprimen a los débiles; del que ha huído la inocencia hasta de los niños, en el que los padres desconocen a los hijos y los hijos a los padres. Este mundo en el que los principios e instituciones más sagradas han sido profanadas por los hombres, y en el cual unos a otros, en vez de amarse como hermanos, se matan.

Cuando el dragón de nuestras pasiones haya sido muerto por nuestras armas de luz, un mundo nuevo aparecerá delante de los hombres, un mundo nuevo, siendo el mismo, pero el cuál aparecerá más hermoso, porque entonces los hombres sabrán tomarlo para su bienestar y progreso, infiltrando a todas sus obras un ideal de espiritualidad.

Tengamaos en cuenta esta lección, para que a través de ella miremos hacia el pasado buscando nuestro principio, examinemos nuestro presente y después miremos hacia el futuro que nos espera, pleno de sabiduría, de trabajo, de lucha y de compensaciones divinas.

La justicia y la paz se besaron (Salmos 85:10)

Atentamente
Grupo amanecer
Guillermo Cruz

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