Pocos lugares del planeta evocan el sentido de asombro y misterio que se encuentra en la Isla de Pascua. El famoso explorador Thor Heyerdahl la denominó la "Isla de Mil Misterios" y, hasta el día de hoy, permanecen sin ser contestadas muchas preguntas sobre la isla y sus habitantes originales. Las gigantescas y enigmáticas estatuas de piedra (conocidas como moai), por las cuales es famosa la isla, han confundido a los arqueólogos y antropólogos, quienes continúan el debate sobre su significado y razón de ser.
Se cree que los primeros colonizadores de la Isla de Pascua llegaron aquí entre el año 400 y el 500. Ellos llamaron a la isla Te Pito O Te Henua, que significa "el ombligo del mundo"; mil años más tarde, el explorador holandés Jacob Roggeveen le puso el nombre de Isla de Pascua por haber llegado el Domingo de Pascua de 1722. Localmente, la isla es conocida como Rapa Nui en la actualidad.
Aún cuando no se ha determinado definitivamente los orígenes de los primeros habitantes, la teoría más aceptada es que provenían de una isla al oeste, llegando por accidente a la isla. Por otra lado, Heyerdahl cree que provenían de Perú o algún otro lugar en los Andes Centrales de América del Sur. Él se basa en la similitudad del tallado de rocas con signos (rongorongo), semejantes a algunos tallados de los Incas del Perú.
De acuerdo a las tradiciones isleñas, los moai (cabezas de piedra), era parte integral de una religión y vida espiritual complejas basadas en la veneración a los ancestros. Talladas para asemejarse a ancestros deificados, se creía que cada estatua poseía poderes cósmicos, mágicos que protegerían a sus descendientes.
Alrededor del año 700 de nuestra era, empezó en lugares localizados principalmente a lo largo de la costa, la construcción de altares de piedra conocidos como ahu sobre los cuales se eregían los moai. Estos ahus también servían como tumbas en las cuales se colocaban los restos de los antepasados. La creación de los moai empezó varios siglos más tarde ya que la mayoría de ellos fueron tallados y colocados sobre los ahus durante un período de 300 años, desde 1200 hasta 1500.
Aún cuando se encuentran algunas estatuas en las Polinesias, en el Pacífico Sur, nada llega a alcanzar la grandeza de los moai.
La tradición cuenta que el primer poblador de la isla fue Hotu Matúa, monarca de Hiva, un territorio oceánico desconocido y amenazado por las aguas. Obligado a encontrar un nuevo lugar donde establecerse, envió en su búsqueda -después de un sueño premonitorio- a siete exploradores que recibieron indicaciones del mago Hau Maka.
Los aventureros arribaron a Te-Pito-O-Te-Henua y prepararon el desembarco de Hotu Matúa y su séquito en la playa de Anakena, donde un ahu con siete moais rememora todavía hoy la llegada de aquella expedición.
La versión oficial es muy distinta. Según ésta, Pascua fue colonizada en torno al 500 a .C. por navegantes polinesios, herederos de la cultura Lapita surgida en la cercana Oceanía. Sin embargo, algunos elementos culturales, lingüísticos y arquitectónicos (ver recuadros) presentes en Rapa Nui no permiten descartar la hipótesis de un segundo poblamiento procedente del continente americano. Esto habría dado origen a la existencia de dos grupos raciales bien diferenciados en la isla: los Hanau momoko o “raza delgada” -procedente de la Polinesia- y los Hanau eepe o “raza ancha”, de un supuesto origen continental, conocidos, respectivamente, como “orejas cortas” y “orejas largas”.
La rebelión de los primeros contra la subordinación a la que estaban sometidos por los segundos habría desembocado en la mencionada guerra fraticida, con el resultado del práctico exterminio de los “orejas largas”. A continuación se inició la denominada “guerra de los moais”, un período en el que las fabulosas estatuas fueron derribadas de sus ahus sin contemplaciones.
En 1947, el trabajo del etnógrafo noruego Thor Heyerdahl y su histórica expedición Kon-Tiki demostraron que la larga travesía desde la costa americana hasta Pascua podría haberse realizado en la antigüedad con embarcaciones muy primitivas. Era sólo una posibilidad, pero permitió a Heyerdahl explicar de manera plausible las incómodas semejanzas entre los rapanuis y la cultura preincaica de Perú. Una de ellas, la curiosa tipología racial nórdica (ojos, cabellos y piel claros) que el propio Roggeween había descrito al referirse a los rapanuis de cuerpos tatuados que salieron a su encuentro y que, al parecer, predominaba entre el linaje de los Hanau eepe.
Para Heyerdahl estas similitudes entroncaban con la tradición de los “viracochas”, los legendarios dioses blancos civilizadores de los que hablaban los pueblos nativos americanos, cuya identidad el explorador noruego asociaba a navegantes precolombinos procedentes del Viejo Mundo.
Posteriormente, en 1956, la investigación desarrollada por Heyerdahl en la isla resultó determinante para que el mundo tomara conciencia de los enigmas pascuences. Sin embargo, no faltaron detractores que consideraron sus propuestas “excesivas”, sobre todo en lo relativo al traslado de los moais.
En el terreno más heterodoxo no fue Heyerdahl el único en romper con las interpretaciones convencionales. El español Antonio Ribera encabezó en 1975 la Expedición Rapa Nui, la primera misión científica española en Pascua. Ribera identificó en aquel viaje un moai que, en su opinión, presentaba la típica barbilla faraónica.
¿Casualidad? Tal vez, si no fuera porque Ribera fue más allá en su búsqueda de conexiones transoceánicas al proponer, siguiendo la estela difusionista de Heyerdahl, que los primeros pobladores de Rapa Nui habían llegado en embarcaciones de totora (de las que dijo haber encontrado representaciones en petroglifos), portando una cultura y una técnica que, en su opinión, remitían claramente al antiguo Egipto.
Los pascuences y el antiguo Egipto...
Habría que esperar un cuarto de siglo para que otro estudioso diera un nuevo giro de tuerca a este asunto. En 1998 el investigador británico Graham Hancock estableció en su obra El espejo del paraíso reveladoras conexiones entre las leyendas pascuences y la tradición religiosa egipcia ligada a la figura de los Shemsu Hor (“seguidores de Horus”), seres semidivinos predinásticos que habrían jugado un papel determinante en la articulación de la civilización faraónica.
La cultura original de la isla de Pascua encontró un fin repentino hacia el año 1100 d. de C. ¿Por qué? No lo sabemos. Desaparecieron los adoradores del Sol.
Se derrumbaron sus templos y lugares de culto. Aparecieron las gigantescas estatuas de piedra, que probablemente servían para venerar a estos antepasados, creadas por los «orejas largas», los habitantes de la isla, que se alargaban artificialmente los lóbulos de las orejas por medio de grandes discos. Apareció el culto a un ave humana, caracterizado por figuras humanas acuclilladas con cabezas de ave y picos largos y curvados. Estas figuras se encuentran desparramadas por todo el pico de la montaña y a menudo cubren los contornos de los símbolos del Sol, más antiguos.
Las estatuas de los antepasados fueron colocadas sobre terrazas funerarias especiales, los ahus. Los altares ya no se dirigían hacia el Sol. Los gigantescos rostros de piedra ya no miraban hacia el mar, sino hacia el interior de la isla, por encima del lugar de culto. La cabeza plana estaba coronada por copete de piedra roja, similar a un cilindro enorme. Se esculpían los ojos solamente cuando lo gigantes eran colocados en los ahus. Su mirada silenciosa, pétrea y altiva se dirigía por encima de la isla.
Y aquellos que permanecieron en el suelo, inacabados, son ciegos. El trabajo que se estaba realizando en ellos había terminado casi repentinamente. ¿Por qué? El desorden en el taller de picapedreros y las estatuas inacabadas diseminadas por toda la isla dan la impresión de que los obreros tuvieron que interrumpir su trabajo de repente.
Easter Island-Standing Moai
14 de Febrero de 2007
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