El matrimonio superior, interno, es la puerta que nos lleva a una
dimensión nueva y espiritual, y a la manifestación de una futura
humanidad, más sutil y universal en su modo de amar.
dimensión nueva y espiritual, y a la manifestación de una futura
humanidad, más sutil y universal en su modo de amar.
La búsqueda de la unión Aunque las apariencias intenten demostrar
lo contrario, para la mayoría la unión es algo misterioso. ¿Qué fuerza
mueve a las personas a buscar un complemento? ¿Por qué se sienten solas
o incompletas? ¿Y por qué la unión con otras personas, grupos o ideas
casi siempre es imperfecta y efímera? Éstos son algunos puntos que
trataremos de esclarecer ahora, al abordar la unión desde un punto de
vista amplio, digamos, universal. Podemos considerar esta charla un trabajo
prematrimonial, pues aquí vamos a hacer una especie de preparación
nupcial interior. Pero, para nosotros, las palabras matrimonio y nupcias
tendrán un sentido espiritual y no la connotación que normalmente se
les atribuye. Preparar nuestras nupcias espirituales o internas
significa armonizar los diferentes niveles de nuestra persona, alineándolos
con el alma, o yo superior, que se encuentra en un nivel suprahumano.
Vivimos en diferentes niveles. Actuamos en el nivel físico, al mismo
tiempo que sentimos y pensamos. He aquí los tres niveles del vivir
humano, o sea, los tres niveles de la personalidad: el físico, el emocional y
el mental. Al tratar de unir la acción con el sentimiento y con el
pensamiento, estaremos alineando esos cuerpos; y, a medida que eso vaya
sucediendo, o sea a medida que vayamos viviendo de forma integrada y
armoniosa, nuestra personalidad irá siendo absorbida por el yo superior
(o alma) - nuestro núcleo de conciencia en el nivel supramental, nivel
más profundo que el de la mente pensante y analítica. Así,
gradualmente, nuestra personalidad pasa a ser la expresión de ese núcleo más elevado, el alma. Este hecho interno, en extremo renovador y necesario
para la evolución del ser, es lo que denominamos matrimonio interior.
Todos estamos destinados a llevar a cabo la unión interna, o sea a
casarnos en el sentido místico, pues ese matrimonio forma parte del
camino de toda alma. Por cierto, es el alma la que promueve ese
matrimonio, porque ella atrae a la personalidad, llamándola a la unificación Al
principio, cuando aún no comprendemos ese proceso, buscamos diferentes
experiencias de unión con personas o cosas - pero siempre experiencias
fuera de nosotros. Es que en esta etapa, nuestra necesidad de unión
interna, con nuestra propia alma, se interpreta como deseo de unión con
algo o con alguien fuera externo a nosotros. En esa fase, la mayoría de
las veces nuestros cuerpos se encuentran desalineados: predominan las
fuerzas de uno o de otro. Algunas personas quedan más sometidas a las
fuerzas del cuerpo mental; otras, a las del emocional. Existen también
los que se ven muy involucrados con las fuerzas aún más densas, del
plano físico. En esa situación de no alineamiento entre los niveles de la
personalidad, mientras hacemos determinada acción deseamos otra cosa o
queremos estar en otro lugar, y así nuestra mente vaga de pensamiento
en pensamiento. En otras palabras, nuestro ser vive fragmentado,
disperso en tantas direcciones. Al adoptar la búsqueda de la unión, asumimos
conscientemente no sólo el alineamiento de nuestros cuerpos entre sí,
sino también de éstos con el yo superior, porque él es quien custodia
el propósito real, espiritual y evolutivo para nuestras vidas.
casarnos en el sentido místico, pues ese matrimonio forma parte del
camino de toda alma. Por cierto, es el alma la que promueve ese
matrimonio, porque ella atrae a la personalidad, llamándola a la unificación Al
principio, cuando aún no comprendemos ese proceso, buscamos diferentes
experiencias de unión con personas o cosas - pero siempre experiencias
fuera de nosotros. Es que en esta etapa, nuestra necesidad de unión
interna, con nuestra propia alma, se interpreta como deseo de unión con
algo o con alguien fuera externo a nosotros. En esa fase, la mayoría de
las veces nuestros cuerpos se encuentran desalineados: predominan las
fuerzas de uno o de otro. Algunas personas quedan más sometidas a las
fuerzas del cuerpo mental; otras, a las del emocional. Existen también
los que se ven muy involucrados con las fuerzas aún más densas, del
plano físico. En esa situación de no alineamiento entre los niveles de la
personalidad, mientras hacemos determinada acción deseamos otra cosa o
queremos estar en otro lugar, y así nuestra mente vaga de pensamiento
en pensamiento. En otras palabras, nuestro ser vive fragmentado,
disperso en tantas direcciones. Al adoptar la búsqueda de la unión, asumimos
conscientemente no sólo el alineamiento de nuestros cuerpos entre sí,
sino también de éstos con el yo superior, porque él es quien custodia
el propósito real, espiritual y evolutivo para nuestras vidas.
Conviene tener esto presente, pues así podemos colaborar con el proceso. Como el alma es un núcleo de voluntad, amor e inteligencia puros, al asumir
ese propósito, buscaremos actuar de acuerdo con nuestros sentimientos e
ideas más elevados y, concentrada e inteligentemente, depositaremos
nuestro afecto y amor en esa acción. Así, amorosamente, vamos alineando
los tres cuerpos entre sí. Pero para alinearlos con el yo superior
- y finalmente colaborar para la anhelada unión - nos ofrecemos a
nuestro núcleo profundo de consciencia, nuestra alma, o Dios dentro de
nosotros.
Cuando sentimos la necesidad de unirnos a otra persona, a alguna
idea o cosa, de cierta manera ya estamos en el camino de la unificación,
pues nuestras energías superiores nos están atrayendo hacia la
búsqueda de la unión. Sin embargo, al comienzo de la trayectoria aún no
percibimos que estamos siendo conducidos al matrimonio interno, para el
cual tenemos vocación realmente, y así, a costa de decepciones, de fugaz
felicidad o de bastante sufrimiento, nos ligamos en uniones
superficiales. Sin embargo, con el tiempo y con la experiencia, reconocemos que estamos, sí, destinados a la unión, pero no de esa manera fragmentada y
con lo externo. Comprendemos finalmente que nuestra búsqueda se dirige
a nuestras nupcias internas, a la unión de los niveles personales con
los transpersonales y universales. De ahí en adelante, nuestra
relación con los semejantes gana mucho en calidad, pues encuentra su mayor fuerza: la fraternidad.
Amor y Luz
Myshel Aryas
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