'Esperen hoy'
Por Patrick H. Bellringer
Domingo 1 de octubre de 2006
Esperen que sucedan muy buenas cosas (hoy) el lunes
2 de octubre de 2006. ¡Mantengan la energía positiva!
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- Los escritos de Bellringer y la información sobre Nesara está en:
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- El archivo de los periódicos “Los Diarios del Fénix” (The Phoenix Journals) y “El Periódico Contacto” (The Contact Newspaper) está en:
http://www.phoenixarchives.com/
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Tormenta sobre la Casa Blanca
Un libro de Bob Woodward, uno de los
reporteros del 'caso Watergate', sostiene
que Bush ignoró las advertencias sobre Irak
Además del presidente, el que sale peor
parado es Rumsfeld, jefe del Pentágono
Lunes 2 de octubre de 2006
Washington (El País).- State of Denial -Negar la evidencia, sería la traducción- no podía haber aparecido en un momento más delicado para la Casa Blanca ni mejor para los demócratas, que esperan grandes avances en las elecciones legislativas de dentro de cinco semanas. A lo largo de sus 537 páginas, el último libro del periodista Bob Woodward, que hoy sale a la venta con una tirada inicial de 750.000 ejemplares, muestra un panorama en el que el presidente George W. Bush selecciona los mensajes sobre Irak que le apunta un entorno dividido, e ignora los que son negativos; y en el que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, está al margen del día a día de la posguerra y tan enfrentado a Condoleezza Rice, consejera de Seguridad, que no le devuelve las llamadas de teléfono hasta que no le obliga Bush.
Cuando el último sondeo de la CNN indica que el 61% cree que la guerra no va bien, State of Denial refuerza la percepción de incompetencia de Bush y de su equipo; y cuando el objetivo de Karl Rove y de la maquinaria republicana es que se hable lo menos posible de Irak, el debate abierto por la publicación -con un tremendo aparato publicitario- pone a la defensiva a la Casa Blanca, la peor posición en unas elecciones plagadas de elementos que exponen su vulnerabilidad.
Woodward, el reportero que, con Carl Bernstein, desveló la trama de Watergate, no ha tenido acceso ni a Bush ni al vicepresidente Cheney para escribir este tercer libro sobre la Casa Blanca (los dos anteriores, La Guerra de Bush y Plan de Ataque, recibieron críticas porque Bush quedaba demasiado bien), pero sí a otros altos cargos. El ex secretario de Estado, Colin Powell, y el ex director de la CIA, George Tenet -ambos con una larga lista de agravios- están entre las principales fuentes.
Además de Bush, el que peor parado sale es Rumsfeld -"ya no tiene ninguna credibilidad", se pone en boca de John Abizaid, responsable del Mando Central- y por eso el asesor presidencial, Dan Bartlett, salió ayer en su defensa: El presidente "confía plenamente en él", dijo en la cadena de televisión ABC. La Casa Blanca afirma que hay "cinco mitos" en el libro: Bush no se engañaba sobre la violencia en el Irak de la posguerra y lo admitió en varios discursos (se señalan cuatro); el Gobierno no desoyó la petición de Paul Bremer de enviar más tropas; Rice no desestimó las advertencias de la CIA sobre Al Qaeda antes del 11-S; Abizaid nunca puso en duda la credibilidad de Rumsfeld, y ni Card ni Laura Bush pidieron nunca su sustitución.
Es igual; a la defensiva no se gana ninguna batalla. Los demócratas organizaron el viernes una conferencia de prensa para comentar el libro, que no conocían y que aún no se había puesto a la venta, porque supieron desde el primer minuto que su contenido -y el momento de la publicación- asesta un fuerte golpe a Bush, en una difícil cuesta arriba de recuperación de popularidad y que tiene que emplearse a fondo para justificar el despliegue en Irak.
"No nos iremos ni aunque Laura y Barney [el terrier escocés del presidente] sean los únicos que me apoyen", dice Woodward que ha llegado a decir Bush. Lo haya dicho o no, es una frase tiene todas las posibilidades de calar en la percepción popular; en definitiva, se trata de un concurso de credibilidad entre Woodward y Bush. Y el presidente, en estos momentos, probablemente pierde ese concurso.
http://www.elpais.es/articulo/internacional/
Tormenta/Casa/Blanca/elpporint/20061002elpepiint_15/Tes/
Un libro saca a relucir las
mentiras de Bush sobre Irak
Lunes 2 de octubre de 2006
Washington (EFE).- Las afirmaciones del periodista estadounidense Bob Woodward, en su nuevo libro cargado de críticas contra el gobierno de George W. Bush, sacudieron a Washington y alimentaron el debate sobre la guerra en Irak a cinco semanas de las elecciones legislativas de noviembre.
En su libro "State of Denial" (Estado de negación), Woodward afirma que Bush subestima la amplitud de la violencia contra las fuerzas estadounidenses en Irak.
El libro también asegura que desde la invasión al país árabe, Bush le aseguró al Congreso y al público que la lucha contra el terrorismo y por establecer la democracia en Irak progresa, pese a que se conocieron informes de inteligencia que sostienen lo contrario.
"Hubo una gran diferencia entre lo que la Casa Blanca y el Pentágono sabían sobre la situación en Irak y lo que decían en público", Woodward asegura en un artículo publicado este domingo en el diario Washington Post. Woodward da varios ejemplos sobre el doble lenguaje de la Casa Blanca.
Doble lenguaje de la Casa Blanca
Resumiendo su tesis en el artículo, Woodward da varios ejemplos sobre el doble lenguaje de la Casa Blanca. En marzo de 2003, poco antes la invasión de Irak, el vicepresidente Dick Cheney había calificado de "exageración" la idea de mantener cientos de miles de soldados en el lugar al finalizar las operaciones militares. Entonces los servicios de planificación del Mando central (Centcom) consideraban que harían falta 450.000 soldados estadounidenses para ocupar Irak.
El libro, que saldrá a la venta hoy ya encabeza la lista de pedidos de la librería en línea de Amazon.com, y fue un tema central este fin de semana en los medios estadounidenses luego de que las revelaciones que hace se filtraran a la prensa.
El periodista denuncia la ausencia de estrategia militar y la influencia de Henry Kissinger, el controvertido consejero de seguridad nacional en los años 70, quien se opone a la reducción de tropas en Irak para no repetir un nuevo Vietnam.
La publicación de este libro aviva el debate sobre la guerra cuando el presidente Bush está bajo el fuego de las críticas sobre Irak.
Críticas a Rumsfeld
Woodward también critica duramente al secretario de defensa Donald Rumsfeld y le reprocha a la antigua secretaria de Seguridad nacional Condoleezza Rice, hoy secretaria de Estado, por haber ignorado, dos meses antes del 11 de septiembre de 2001, la advertencia de que había un alto riesgo de ataques terroristas que le hizo el número uno del CIA en ese momento, Jorge Tenet.
La Casa Blanca vigorosamente rechazó estas acusaciones el sábado a través de un comunicado. "El presidente fue muy claro con los estadounidenses sobre los desafíos a los que nos enfrentamos en Irak. (...) Si usted retrocede, podrá ver que ningún estadounidense ignora la violencia en Irak", aseguró el domingo el asesor de la Casa Blanca Dan Bartlett a la cadena CBS.
El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, el viernes rechazó la afirmación de que el antiguo secretario general de la Casa Blanca Andrew Card había recomendado destituir a Rumsfeld.
Por su parte Kissinger negó desempeñar un papel determinante sobre Irak. "Es absurdo creer que alguien que viene del exterior una hora cada seis semanas tiene una gran influencia en las decisiones tácticas", afirmó a la cadena la CNN.
La publicación de este libro aviva el debate sobre la guerra cuando el presidente Bush está bajo el fuego de las críticas sobre Irak, a cinco semanas de elecciones legislativas, en las que la mayoría parlamentaria republicana se ve amenazada.
La crítica contra el gobierno de Bush se reavivó tras la publicación de extractos de un informe confidencial de inteligencia que concluye que la guerra en Irak aumentó la amenaza terrorista.
La oposición demócrata también acusa a la Casa Blanca de retrasar la publicación del informe de los servicios de inteligencia, para evitar verse perjudicados a pocos días antes de las elecciones.
http://actualidad.terra.es/internacional/
articulo/bush_irak_libro_saca_relucir_1117893.htm
Nota de opinión
Dos modelos de propaganda
parecidos: los de Hitler y Bush
Por Vicente Romano
Sábado 30 de septiembre de 2006
Ningún parecido de la propaganda nazi con la actual de Washington es casual. Tras la II Guerra Mundial, la CIA, el Departamento de Estado y el Servicio de Inteligencia Militar contrataron a miles de criminales de guerra nazis y sus colaboradores expertos en propaganda, guerra psicológica y armas avanzadas. Los gobernantes estadounidenses esperaban obtener así ventaja en la lucha contra la URSS. El resultado fue la contaminación de toda la propaganda yanqui con los valores, conceptos y lenguaje de estos expertos.
Con la mundialización introducida por el capitalismo tras el derrumbe del campo socialista a comienzos de los 90, también se han mundializado las técnicas del dominio de las conciencias. Incluso se han perfeccionado con el tiempo. Si los nazis aprovecharon los principios del ecumenismo de la Iglesia para desarrollar su propaganda totalitaria, hoy día es el mismo fundamentalismo yanqui el que se ha instalado en la Administración de Washington, en perfecta connivencia y cooperación con el capitalismo más salvaje que imaginarse pueda. El síndrome nazi no sólo está donde se pintan cruces gamadas. Es un complejo de hacerse valer, de temores burgueses, de desprecio humano.
Si Hitler aprovechó los servicios de la cineasta Leni Riefenstal, Bush dispone de los expertos venales de Hollywood. Basta con echar un ligero vistazo a la escenificación de sus apariencias públicas, por ejemplo. Así, mientras su país se hallaba en guerra y el mundo apenas empezaba a recuperarse del desastre del tsunami, La señora Laura Bush se gastó 40 millones de dólares en diez fiestas para celebrar la inauguración del segundo mandato de su marido. A quienes cuestionaron semejante extravagancia les respondió que eso formaba parte del ritual de su gobierno.
La agitación de los sentimientos patrióticos mediante el símbolo nacional se ha exacerbado tras los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, la declaración de guerra la terrorismo y la introducción de la Ley Patriótica. Así, por ejemplo, los grandes almacenes Wal-Mart, conocidos por la explotación de sus empleados, declararon que en los tres días posteriores a los atentados vendieron 450 000 unidades de la bandera nacional y que muchas de sus sucursales agotaron sus existencias. Otros grandes almacenes, K-Mart, vendieron 200 000. Eso frente a las 26 000 vendidas en el mes de septiembre del año anterior. Ambas cadenas dicen que los artículos mas vendidos son los que ostentan los colores rojo, azul y blanco, esto es, los de la enseña nacional. El más vendido de todos, una sudadera con la bandera USA y la inscripción United We Stand.
La bandera, símbolo patriótico por excelencia, se sacraliza hasta el punto de que es contrario a la ley que toque el suelo o que ondee con mal tiempo. Pero no va contra la ley que las personas sin techo duerman en el suelo aunque llueva. En la escuela, todas las mañanas los niños tienen que jurar lealtad a la bandera, como el “Cara al Sol” en las escuelas españolas durante la dictadura franquista. Pero nadie jura lealtad a la justicia y a la paz.
Edward S. Herman y Noam Chomsky han analizado el modelo de propaganda USA en su libro Manufacturing Consent. Su análisis se centra en los efectos que el sistema económico imperante tiene en los medios de comunicación. Los componentes básicos de este modelo o “filtros” como ellos los llaman, son, entre otros, los siguientes:
1) El tamaño, la concentración de la propiedad y la orientación al beneficio privado de las principales empresas de comunicación. 2) La publicidad comercial como principal fuente de ingresos de los medios. 3) La dependencia de los medios respecto de la información proporcionada por el gobierno y el mundo de los negocios y los “expertos” como fuentes. 4) La “inculpación” como instrumento para disciplinar a los medios. 5) El “anticomunismo”, que, una vez desaparecida la URSS, se ha sustituido por el “terrorismo”.
Según estos autores, estos “filtros” fijan las premisas del discurso y la interpretación. La propaganda USA ha utilizado, con bastante éxito, por cierto, seis subterfugios, seis axiomas torticeros.
El gigante dormido. EE.UU. se considera a sí mismo un gigante bonachón cuya tranquilidad se ve alterada de vez en cuando por un ataque avieso. De ahí que nadie pueda culpar al gigante de sus reacciones una vez despierto. El Maine, Pearl Harbour, el ataque de unas patrulleras norvietnamitas a la flota estadounidense en el Golfo den Tonkin (desmentido un año más tarde por el propio presidente Lyndon B. Johnson), el 11-S, las armas masivas de Saddam, etc.
Las guerras buenas. Se trata de un concepto diseñado para sentirse bien. Los libros de historia y los medios de comunicación hablan en términos hiperbólicos de la bondad innata de los EE.UU. Se programa así las conciencias para aceptar las invasiones de sus tropas en un pequeño país del Tercer Mundo. Sus acciones están justificadas, aunque a veces hay que cometer actos violentos para impedir que los realicen otros: Granada, Panamá, Iraq, Yugoslavia, Somalia, Líbano, etc.
EE.UU. versus ellos.. Se trata de pintar a todos los enemigos como terroristas, salvajes, malvados, comunistas, ateos, etc. Se alimentan así los peores miedos: ¡que vienen los rusos!, los “pijamas negros”, los islamistas… La propaganda demoniza así a mucha gente, desde los habitantes originarios de Norteamérica hasta los iraquíes, palestinos y libaneses que están muriendo mientras se redactan estas líneas.
Apoyo incondicional a las tropas. Los estadounidenses se crían viendo películas de guerra, jugando con armas de fuego, rodeados de monumentos bélicos, entrenados en el respeto y temor a los uniformes. Presencian la demonización de quienes se oponen a la guerra. Los medios rezumen fervor militarista. Aceptan que los impuestos financien las guerras y la propaganda bélica. Una vez iniciadas las intervenciones, todos tras las fuerzas armadas hasta la victoria final: My country right or wrong. Todo ello fomentado por la industria del reclamo, como se demostró claramente en la primera Guerra del Golfo.
El demonio nos obligó a hacerlo. A veces, los buenos se ven forzados a cometer pequeños actos impropios en aras de la libertad y la democracia. “Yo también cometí el mismo tipo de atrocidades que los demás soldados” confesó en 1971 el último candidato a la Presidencia - “Participé en misiones de búsqueda y destrucción, en la quema de aldeas.” (Meet the Press, 18 abril 1971).
Los tres meses que duró la “litle wonderful war” hispanonorteamericana es lo que se les enseña a los niños en las escuelas. Pero no les enseñan su peor consecuencia: la guerra de Filipinas, iniciada con el Presidente McKinley en 1898 y mantenida hasta 1910, con una proporción de víctimas semejante a la de Vietnam. El presidente McKinley declaró que se había arrodillado “ante Dios Todopoderoso pidiéndole luz y guía para salvar, civilizar y cristianizar a los filipinos”, tras lo cual pudo dormir en paz.
Golpes quirúrgicos. Las intenciones son buenas y las bombas inteligentes. Esas armas que cuestan miles de millones pueden distinguir entre buenos y malos, entre culpables e inocentes. Cegados por la fe en su superioridad moral y tecnológica, hinchan las cifras de sus éxitos militares hasta extremos absurdos. Así, durante la guerra de Vietnam el periódico neoyorquino The Guardian se entretenía en ir sumando el número diario de bajas que las tropas yanquis inflingían a los vietnamitas, hasta que llegó el momento en que se superó el número de habitantes. Pero debían resucitar porque terminaron por echar a los yanquis de su país.
Durante los 78 días de bombardeos contra Yugoslavia el mismo modelo de información. El entonces secretario de Defensa, William Cohen, declaró: “Hemos destruido más del 50% de su artillería y una tercera parte de sus vehículos acorazados. Pero el informe publicado un año más tarde por las Fuerzas Aéreas era muy distinto:
Reclamación original Numéro real 120 tanques destruidas 14 220 vehículos acorazados destruidas 20 450 piezas de artillería destruidas 20
Sólo los perdedores cometen crímenes de guerra. Al llevar a los vencidos ante los tribunales, los vencedores imprimen a sus acciones un sello moral de aprobación. Las criaturas que miran llenas de odio tras los barrotes confirman que el fin justifica los medios. Ya lo dijo Hermann Goering en Nuremberg: “Los vencedores serán siempre los jueces, los vencidos los acusados.”
¿Y qué pasa con Dresde, Hiroshima, Faluya, Sabra, Chatila, Qana?
http://www.voltairenet.org/article143675.html
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