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16 septiembre, 2009

¡Primer anuncio oficial!

'El periódico Sun anuncia
que Júpiter está encendido'

'El astrónomo Dr. Peter Marshall asegura que
el fuego de Júpiter es generalizado e intenso'

'La evidencia del fuego llegó el mes pasado
del Telescopio Gemini Norte en Mauna Kea'

'Este fuego ya ha consumido 11 de las 63 lunas
de Júpiter y hay más lunas que están en peligro'


Lunes 14 de septiembre de 2.009

Artículo publicado en la página 31 del periódico SUN:

Mauna Kea, Hawai (EE.UU.).- Júpiter el planeta más grande de nuestro
sistema solar, ha estallado en llamas y se quema con fiereza, según
informan astrónomos preocupados.

Muchos de los científicos temen que se propague el incendio infernal
para engullir a otros planetas, incluyendo la Tierra.

La evidencia del fuego llegó el mes pasado desde el Telescopio Gemini
Norte en Mauna Kea. Una serie de imágenes dramáticas reveló enormes
pilares de fuego y humo que se elevan por encima de la superficie de
Júpiter.

El fuego es muy extenso e intensa, dice el Dr. Peter Marshall. Parece
que se hace más fuerte cada día.

El fuego ha consumido ya 11 de las 63 lunas de Júpiter y más lunas
están en peligro de ser convertidas en polvo interestelar.

http://abundanthope.net/pages/article_3642.shtml


Júpiter captura un cometa y lo
convierte en su luna durante doce años


Judith de Jorge. Madrid, 14 sep (ABC).- Júpiter recibe a menudo el
impacto sobre su superficie de cometas y asteroides, atraidos
dramáticamente por la fuerza de la gravedad de su enorme masa, como
demostró el violentísimo choque de un cuerpo celeste descubierto
recientemente por el astrónomo aficionado australiano Anthony Wesley.

Pero en esta ocasión el gigante gaseoso logró esquivar el golpe.... Y
no soltó a su presa durante mucho tiempo. Un equipo internacional de
científicos ha presentado en el Congreso Europeo de Ciencia Planetaria
que se celebra en la ciudad alemana de Postdam el descubrimiento de un
extraño comportamiento del quinto planeta del Sistema Solar. Al
parecer, el planeta logró atrapar en su órbita a un cometa, el 147P /
Kushida-Muramatsu, y convertirlo en una de sus lunas durante doce
años, un fenómeno de «secuestro» espacial que ha ocurrido en contadas
ocasiones.

El rapto del Kushida-Muramatsu se produjo entre 1949 y 1961 y es el
tercero más largo de este tipo registrado jamás. Los investigadores,
liderados por el doctor Katsuhito Ohtsuka, creen que el fenómeno puede
ser menos raro de lo que se creía y que, por supuesto, podría volver a
repetirse. Para llegar a esta conclusión, los científicos dibujaron la
trayectoria de 18 cometas que pertenecen al grupo «Quasi Hilda»,
denominado así porque los objetos, atraídos por la fuerza de Júpiter,
terminan compartiendo el mismo espacio en el cinturón exterior del
planeta junto a los asteroides tipo Hilda.

El último choque

En la mayoría de los casos de captura temporal, los cometas no
completan si quiera una órbita y después siguen su camino. Sin
embargo, el equipo utilizó observaciones recientes del Kushida -
Muramatsu durante nueve años para calcular cientos de posibles
trayectorias orbitales durante el pasado siglo y comprobó que, en
todos los escenarios, Kushida-Muramatsu completó dos vueltas
alrededor de Júpiter.

La víctima más famosa que se ha cobrado Júpiter fue el cometa D/19993
F2, más conocido como Shoemaker-Levy 9, que se estrelló contra el
planeta en 1994. Estudios computacionales sugieren que este cometa
podría haber formado parte del grupo «Quasi Hilda» antes de caer en
las garras de su exterminador. El objeto que impactó el pasado julio,
que causó una cicatriz del tamaño de la Tierra, también podría haber
sido un miembro de este grupo. El Katsuhito Ohtsuka escapó, pero, pese
a todo, «afortunadamente para nosotros, como el planeta más masivo con
el mayor campo gravitatorio, aspira los objetos más fácilmente que
otros planetas, por lo que esperamos observar allí impactos más a
menudo que en la Tierra», ha señalado el científico David Asher,
portavoz del equipo de investigadores.

La edad de Júpiter

Éste no es el único estudio dedicado a Júpiter que ha sido presentado
en el congreso de Ciencia Planetaria. Otro informe sugiere que conocer
el tipo y la distribución de los cráteres en Vesta y Ceres, los dos
asteroides más antiguos del Sistema Solar -situados en el llamado
cinturón de asteroides que se extiende entre Júpiter y Marte-,
permitirá a los científicos desvelar un dato que el planeta guardaba
con celo hasta ahora: su auténtica edad y la evolución de su
desarrollo.

La investigación, desarrollada por científicos del Instituto Nacional
Italiano de Astrofísica en Roma, explora la hipótesis de que uno o
ambos objetos se formaron durante el nacimiento de Júpiter. Su
simulación describe la formación de Júpiter en tres etapas: una
acumulación inicial de su núcleo seguida de una fase de rápida
acumulación de gas. Después, la concentración de gas disminuyó hasta
que el planeta alcanzó su masa final, un tercer estado conocido como
el Intenso Bombadeo Tardío, que ocurrió hace unos cuatro miles de
millones de años. Durante las dos últimas fases, la atracción
gravitatoria empezó a ser cada vez más fuerte y afectó a objetos más
distantes. Como es lógico, esto tuvo sus consencuencias en el
comportamiento de los asteroides y cometas provenientes del interior o
del exterior del Sistema Solar que pasaban cerca. Según la fase, los
impactos en Júpiter se producían a mayor o menor velocidad.

El equipo tendrá la oportunidad de confirmar sus resultados cuando la
sonda espacial de la NASA Dawn, que partió en 2007 desde Cabo
Cañaveral, alcance Vesta en 2011 y vuele más tarde a Ceres en 2015. La
misión ofrecerá más información sobre la morfología de los dos
asteroides y enviará a la Tierra imágenes en alta resoución de sus
cráteres.

http://www.abc.es/20090914/ciencia-tecnologia-espacio-sistema-solar/jupiter-captura-cometa-durante-200909141321.html


Astrónomos redactan una hoja de
ruta para buscar vida en otros planetas


José Manuel Nieves. Barcelona, 14 sep (ABC).- «Estamos a punto de
descubrir muchos mundos como el nuestro», dijo a ABC hace apenas unos
meses James F. Kasting, geólogo, experto en atmósferas y habitabilidad
planetarias y una de las voces más autorizadas a la hora de decir
cuáles son las condiciones que debe reunir un mundo lejano para que
resulte habitable por el hombre. Entre otros especialistas, Kasting,
profesor de la Universidad de Pensilvania, se encuentra estos días en
Barcelona para participar en el Congreso «Pathway towards Habitable
Planets» (El camino hacia los Planetas Habitables), que hasta el día
18 reunirá a los principales expertos sobre el tema en Cosmocaixa.
Este congreso, aseguran los organizadores, servirá para definir el
camino a seguir para descubrir y caracterizar los primeros planetas
extrasolares en condiciones de ser habitados por nuestra especie. Pero
no sólo eso. Se trata también de hallar, por fin, formas de vida fuera
de nuestro Sistema Solar. Un hito que, según la mayor parte de los
científicos, podría hacerse realidad en el transcurso de las dos
próximas décadas.

«¿Le gustaría quedarse dormido y despertar dentro de, digamos, 200
años?», le pregunté entonces a Kasting. «Seguro que entonces tendremos
gran parte de las respuestas -respondió él-. Pero me conformaría con
dormirme 20 años. En ese tiempo creo que tendermos ya respuestas
importantes. Estamos a punto de localizar no uno, sino muchos planetas
parecidos a la Tierra. Y mi objetivo es mantenerme vivo el tiempo
suficiente para verlo».

La búsqueda de exoplanetas es una de las últimas revoluciones de la
astronomía y, a la vez, la realización de un sueño que hasta hace poco
más de una década parecía inalcanzable. Una vez más, es la tecnología
que está a disposición de los estudiosos del cielo (junto a enormes
dosis de imaginación e ingenio) la que está consiguiendo convertir en
realidad lo aparentemente imposible.

Hoy, en efecto, hemos conseguido «ver» lo que sucede alrededor de
otros soles, estudiar decenas de sistemas planetarios en plena
formación y observar cientos de mundos individuales alrededor de
estrellas lejanas. Desde el año 1993, unos 350 planetas externos al
Sistema Solar han sido localizados, estudiados y clasificados por los
astrónomos. El más cercano a nosotros, Epsilon Eridani, gira alrededor
de la estrella del mismo nombre, a una distancia de 10,4 años luz. El
más lejano, OGLE-TR-56b, está bastante más lejos, a 17.000 años luz de
la Tierra.

Todo comenzó en 1993, cuando el astrónomo polaco Alexander Wolszczan
anunció el descubrimiento de tres grandes objetos en órbita del pulsar
PSR 1257+12. Un pulsar es lo que queda de una estrella después de que
explote en forma de supernova, un denso núcleo de neutrones que gira a
gran velocidad y que emite, de ahí su nombre, «pulsos»
electromagnéticos a intervalos regulares. Como auténticos «faros
espaciales», estos objetos fascinan a los científicos desde hace
décadas.

Para Wolszczan, los cuerpos que descubrió alrededor de PSR 1257+12
también podían atribuirse a la explosión estelar que originó el
pulsar. Por supuesto, no se trataba de planetas como el nuestro, sino
de objetos de grandes dimensiones, de tamaños comparables al de
estrellas pequeñas, formados, además, durante un episodio catastrófico
y girando alrededor de una estrella moribunda. Un primer paso para la
ciencia, pero que no tenía nada que ver con un sistema planetario como
el nuestro. La carrera, sin embargo, había empezado y ya no volvería a
detenerse.

El primer planeta descubierto alrededor de una estrella del tipo de
nuestro Sol fue anunciado el 6 de octubre de 1995 por los astrónomos
suizos Michel Mayor y Didier Queloz. Se trataba de un gigante gaseoso,
cientos de veces mayor que Júpiter, localizado en una órbita muy
cercana a 51 Pegasi, una estrella que está a 47,9 años luz de
distancia de la Tierra. El planeta fue bautizado como 51 Pegasi b.
Al mismo tiempo, otro equipo científico, esta vez norteamericano,
trabajaba febrilmente en su propio descubrimiento planetario, pero no
logró adelantarse al grupo suizo. Liderado por Geoffrey Marcy, de la
Universidad de California, el equipo anunció dos nuevos planetas
extrasolares apenas unos meses después de que lo hicieran Mayor y
Didier.

Nuevos mundos

Los nuevos descubrimientos no se hicieron esperar. A un ritmo cada vez
mayor, astrónomos de todo el mundo empezaron a buscar, y a encontrar,
nuevos mundos alrededor de estrellas lejanas. La resolución de los
instrumentos y la puesta a punto de nuevas técnicas de detección ha
ido permitiendo, además, ir afinando la búsqueda y localizar planetas
cada vez más parecidos, en cuanto a características físicas, a nuestro
propio hogar en el espacio.

Sin embargo, hubo que esperar hasta junio de 2005 para que los
científicos anunciaran el primer «planeta terrestre», es decir, sólido
y no gaseoso, fuera del Sistema Solar. Se trata de Gliese 876 d,
recuerda a Neptuno, es unas ocho veces mayor que la Tierra y es el
tercer mundo que se descubre alrededor de la estrella Gliese 876, una
enana roja (más pequeña y fría que el Sol) que se encuentra en la
constelación de Acuario, a 15 años luz de distancia. Los otros dos
planetas de este sistema (Gliese 876 b y Gliese 876 c) están más lejos
de la estrella y son gigantes gaseosos.

Para quien se esté preguntando cómo es posible «observar» planetas que
se encuentran a distancias tan enormes, aclararemos que no se trata de
observaciones directas, como las que podemos hacer de Marte o la Luna.
Para que un telescopio pudiera «ver» directamente un mundo más allá
del Sistema Solar, su espejo principal debería ser enormemente grande,
mayor incluso de cien metros, lo cual resulta imposible de conseguir
con la tecnología actual.

Nuevas técnicas

Pero existen otras formas de darse cuenta de la presencia de estos
ansiados mundos exteriores. Una de ellas, gracias a la cual se
realizaron los primeros hallazgos, se basa en la mutua atracción que
dos cuerpos ejercen uno sobre otro. Cuerpos que, en este caso, serían
el planeta que se quiere ver y la estrella alrededor de la cual gira.
Los primeros «cazadores de planetas» midieron, en efecto, las pequeñas
perturbaciones gravitatorias sufridas por las estrellas que poseen
planetas gigantes. Los cálculos permiten saber, a partir de dichas
perturbaciones, el tamaño del planeta en cuestión y su posición en
relación a la estrella a cuyo sistema pertenece. El método, sin
embargo, aunque efectivo, sólo es capaz de identificar a los mundos
más grandes. Jamás se podría encontrar así un planeta como la Tierra.
Más reciente y sofisticado es el método que consiste en medir la
luminosidad de las estrellas, que disminuye cuando un planeta «cruza»
por delante y se sitúa entre esas estrellas y nuestra propia posición.
Es precisamente la técnica utilizada por el satélite europeo «Corot»,
lanzado por la ESA para detectar mundos lejanos.

Estos «tránsitos planetarios» permiten, si son lo suficientemente
precisos, determinar la masa de los planetas a base de la disminución
del brillo de sus estrellas cuando pasan por delante de ellas. Pero
tampoco se podría encontrar así un mundo como el nuestro. Se ha
calculado que un planeta del tamaño de Júpiter, el gigante de nuestro
Sistema Solar, sólo provocaría una disminución de un uno por ciento
del brillo de una estrella similar al Sol.

Un hogar en el espacioHasta ahora, el primer paso hacia la búsqueda de
planetas como el que nosotros habitamos fue dado a principios de 2006,
cuando un consorcio internacional de astrónomos anunció el
descubrimiento de un mundo helado, mucho más pequeño que Neptuno,
localizado en la región central de nuestra galaxia. En febrero de 2007
se consiguió por primera vez determinar la composición atmosférica de
un exoplaneta. Se trataba del gigante HD 209458b, un mundo a 150 años
luz de la Tierra (arriba) y más de 200 veces mayor que ella. El vídeo
introductorio muestra una reconstrucción de estelejano mundo.

Poco después, en abril de ese mismo año, un equipo de astrónomos de
Suiza, Francia y Portugal anunciaba el descubrimiento del primer
planeta extrasolar que podría, por lo menos hipotéticamente, ser
habitado por el hombre. Se trataba de un mundo rocoso, apenas un 50%
mayor que la Tierra, a unos 150 años luz de distancia y situado en la
«zona de habitabilidad» de su estrella, la ya bien conocida enana roja
Gliese 581. El planeta, además, tenía (y tiene) todo lo necesario para
poseer agua líquida, una de las condiciones consideradas
imprescindibles para la vida. Su reconstrucción puede apreciarse en el
vídeo sobre estas líneas.

Otro importante hito se consiguió el pasado mes de marzo, cuando el
Hubble logró, por primera vez en la historia, captar vapor de agua y
moléculas orgánicas (metano) en la atmósfera de un planeta extrasolar.
El hallazgo se produjo en HD 189733b otro viejo conocido de los
astrónomos. A 63 años luz de la Tierra, en la constelación Vulpécula,
este planeta extrasolar de tamaño parecido a Júpiter fue descubierto
por un grupo de investigadores franceses el 6 de octubre de 2005. Y
desde entonces ni ellos ni cientos de colegas de todo el mundo han
dejado de observarlo con cuidada atención.

El metano puede jugar un papel de crucial importancia en la química
prebiótica, esto es, en la serie de reacciones químicas que se
consideran necesarias para que surja la vida tal y como nosotros la
conocemos. El autor del descubrimiento, Mark Swain, que en un trabajo
anterior, publicado en diciembre del año pasado, ya indicó que la
atmósfera de HD-189733b parecía contener vapor de agua, ya no tiene
dudas al respecto. «Con esta observación -afirma Swain- ya no existen
dudas sobre si hay agua allí o no: El agua está presente».

Cada vez más investigadores opinan que muy pronto estaremos en
condiciones de comparar nuestro mundo con otros similares, y de
establecer teorías mucho más sólidas sobre nuestros orígenes. A ello
ayudará, sin duda toda una flotilla de telescopios espaciales que
serán lanzados tanto por Estados Unidos como por Europa con el
objetivo principal de encontrar planetas como el nuestro. Mark Swain,
científico del Jet Propulsion Laboratory, de la NASA, pudo determinar
también la presencia de dióxido y monóxido de carbono en HD 189733b,
un paso de excepcional importancia en la carrera hacia la búsqueda de
formas de vida fuera de la Tierra.

Por último, a principios de este mismo año los astrónomos se dieron
cuenta de que en una vieja imagen tomada hace ya once años por el
telescopio espacial Hubble aparecía HR 8799b, un exoplaneta algo mayor
que Júpiter y a 129 años luz de distancia que había sido «descubierto»
apenas un año antes. Se trata de la primera imagen directa que existe
de un planeta extrasolar, aunque los astrónomos están convencidos de
que encontrarán más al revisar con más cuidado la colección de
imágenes del Hubble.

Una búsqueda difícil

Las características propias de cada sistema planetario pueden ser muy
variadas y dependen de un amplio abanico de procesos químicos y
físicos, de la intensidad de los campos magnéticos, de las
turbulencias y la composición de las nubes originales de polvo y
gas... La Ciencia no dispone aún de datos definitivos que permitan
predecir la frecuencia con la que se produce la formación planetaria o
la manera en que los planetas, cuando existen, distribuyen sus masas y
sus órbitas alrededor de las estrellas.
Este límite en nuestras posibilidades de conocimiento se debe,
naturalmente, al hecho de que la mayor parte de los modelos
científicos de que disponemos en la actualidad se basan en el estudio
del único ejemplo que conocemos, nuestro propio Sistema Solar. Y hasta
que no podamos compararlo con otros parecidos, ni siquiera estaremos
en condiciones de saber si el nuestro es un sistema planetario
corriente o si, por el contrario, presenta alguna característica que
lo convierte en único y excepcional.

Por eso resulta tan importante la búsqueda de mundos como el nuestro.
Si la Ciencia encontrara algún planeta potencialmente habitable, o
varios, o un gran número de ellos, podríamos establecer las
características que la clase de mundos que los humanos podemos ocupar
deben tener.

Planetas habitables

El problema, claro, es saber dónde hay que mirar para conseguirlo.
¿Qué es exactamente lo que hace que un planeta sea habitable? ¿Existen
alrededor de las estrellas zonas privilegiadas en los que mundos como
el nuestro puedan florecer? Los astrónomos, por un lado, parecen estar
de acuerdo en que, para que haya vida, lo primero que hay que hacer es
determinar la presencia de agua en estado líquido. Y esa es una
característica que depende en gran medida del tipo de estrella
alrededor de la que un planeta gire.

Rodeando cada estrella, y dependiendo de factores como su tamaño o
temperatura, existe lo que los científicos llaman «zona habitable», es
decir, el área concreta en la que sería posible que se formara un
planeta con agua en estado líquido. Los mundos que se encuentran fuera
de esta zona quedan, en principio, descartados como candidatos. En
efecto, si un planeta estuviera más cerca de su estrella y fuera de la
«zona habitable», estará tan caliente que cualquier resto de agua se
evaporaría al instante, como es el caso de Venus o de Mercurio dentro
de nuestro Sistema Solar.

Si, por el contrario, el planeta estuviera más lejos, estaría tan frío
que el agua sólo sería posible en forma de hielo, como sucede, por
ejemplo, en Marte. Para nuestro Sol, la zona habitable se encuentra
exactamente entre las órbitas de Venus y Marte. Un lugar que ocupa
nuestro propio mundo, la Tierra.

El segundo factor importante es el tamaño y la masa del planeta candidato.
Los mundos con menos de la mitad de la masa terrestre no tienen
gravedad suficiente para retener una atmósfera bajo cuyo abrigo pueda
desarrollarse la vida, como sucede, una vez más, con Marte. Y al otro
extremo, los planetas con una masa superior a diez veces la de la
Tierra, tienen gravedad suficiente para seguir atrayendo gases y
elementos muy abundantes en el espacio, como hidrógeno y helio, y
terminan por convertirse en gigantes gaseosos, como es el caso, en
nuestro sistema, de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Determinar las
zonas habitables de otras estrellas es, pues, el primer paso de esta
nueva carrera.

Y a eso se dedica precisamente el ya citado James F. Kasting. Muchos
de los esfuerzos de este científico se dedican, precisamente, a
determinar con exactitud las fronteras de la «zona habitable» de
nuestro propio Sistema Solar. El resultado será una especie de «guía»
que nos permita identificar esas mismas zonas alrededor de estrellas
lejanas: «Conocer dónde están las zonas habitables alrededor de otras
estrellas nos permitirá buscar planetas parecidos a la Tierra»,
asegura el geólogo.

http://www.abc.es/20090914/ciencia-tecnologia-espacio-exoplanetas/busca-nueva-tierra-200909141122.html


Titán, ¿futuro hogar
de los seres humanos?


Los científicos de la NASA consideran que
el satélite de Saturno podría albergar bases
permanentes cuando el Sol agote su combustible

Miguel Carbonell. Madrid, 12 sep (La Razón).- Aunque se encuentra a
una distancia del Sol diez veces mayor que la Tierra, Titán podría un
día ser el seguro de vida de la especie humana. Así lo creen los
científicos de la NASA, que creen que, cuando dentro de unos 5.000
millones de años el Sol agote su combustible nuclear y explote,
devorando la Tierra, el frío satélite de Saturno podría albergar bases
permanentes gracias a una temperatura más «agradable» que la actual,
de -180º C.

Único astro con líquido superficial –otras lunas, como Europa, tienen
océanos bajo su superficie helada–, su orografía es sorprendentemente
parecida a la de nuestro planeta, con montañas, cañones, ríos y lagos.
Su atmósfera, suficientemente densa para proteger de los dañinos rayos
cósmicos y solares, y su tamaño, parecido al de Marte, son bastante
grandes como para poder vivir ahí algún día.

Cuando, en 2005, la misión espacial europeo-estadounidense
Cassini-Huygens aterrizó por primera vez en Titán, la mayor luna del
planeta Saturno, los astrofísicos quedaron perplejos por su gran
parecido con lo que se cree que debió de ser la Tierra hace 4.000
millones de años, cuando se crearon las condiciones que dieron lugar a
la vida.

Atmósfera activa

Titán es el segundo mayor satélite del Sistema Solar, sólo por detrás
de la luna de Júpiter, Ganímedes, y uno de los cuerpos más activos del
Sistema Solar, con una densa y activa atmósfera que genera lluvias de
metano líquido. Su superficie, llena de montes y cañones, ríos y
lagos, es como una corteza «crujiente» de hielo con rocas congeladas.
Su temperatura, de 180º bajo cero, no impide violentas tormentas con
vientos huracanados y lluvias torrenciales.

Ahora, investigadores de la Universidad de Arizona han descubierto
grandes nubes en los trópicos del satélite que desencadenan borrascas
a miles de kilómetros de distancia –la luna tiene un diámetro de más
de 5.000 kilómetros, algo mayor que Mercurio–, lo que proporciona una
posible explicación a los canales creados por el metano líquido
observados cerca de la localización de baja latitud donde alunizó la
Huygens.

Cauces de ríos
En teoría, la mayor actividad atmosférica debería producirse cerca de
los polos, mientras que el ecuador sería seco. Por ello, fue una
sorpresa para los investigadores cuando la sonda de la ESA fotografió
cauces de ríos a sólo 10º de latitud sur.

Los científicos, dirigidos por Emily Schaller, utilizaron el
teles-copio Gemini North sobre el Mauna Kea de Hawai para seguir el
desarrollo de un gran sistema de nubes troposféricas en Titán cerca de
los 29º sur en abril del año pasado. Una semana después apreciaron
grandes tormentas cerca del polo sur y cerca del ecuador,
aparentemente desencadenadas por la tormenta tropical inicial.

Las nubosidades registradas, acompañadas por precipitaciones
significativas, explican la presencia de los canales de agua en el
suelo en regiones supuestamente secas. Los humanos ya tienen, parece,
un lugar al que retirarse si funden la Tierra.

Un clima muy diverso
En otro estudio también publicado en la revista «Nature»,
investigadores de la Inspección Geológica de Estados Unidos en Santa
Cruz (California) han descubierto que las formaciones onduladas
apreciadas en la superficie de Titán pertenecen a dunas formadas por
vientos de hasta 100 km/h provenientes de una única dirección. Este
hallazgo de los científicos norteamericanos significaría que en el
satélite existen distintos climas. Los científicos llegaron a esta
conclusión tras comparar las formaciones de la luna de Saturno con el
desierto chino de Qaidam, formado por sedimentos húmedos depositados
por vientos de una sola dirección. El diámetro de Titán es ligeramente
superior al del planeta Mercurio, el más pequeño del Sistema Solar, y
es la única luna que tiene una atmósfera densa.

http://www.larazon.es/noticia/titan-el-futuro-hogar-de-los-humanos

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