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18 noviembre, 2009

Venció el amor


Por Julio Andrés Pagano

Hay en estas palabras una música ancestral que clama que eleves la mirada al cielo y celebres tu sagrada conexión. Este es el crucial momento acordado para reencontrarnos y religarnos, sintiéndonos hermanos, renaciendo como humanos, bajo la cálida luz del Sol. Somos la vivaz expresión consciente que sostiene y propaga la ardiente llama que ilumina y entrelaza corazón con corazón, sincronizando los latidos que manifiestan que hemos triunfado: Venció el amor.

Porque así lo quisimos, porque así lo elegimos, porque así lo sentimos, este es nuestro tiempo de vivir en Unidad. Incontables corazones abriéndose a la luz generaron profundas grietas en el campo vibratorio donde imperó el temor, por eso hoy el amor está impregnando la Tierra. Ya no hay vuelta atrás. Lo hicimos. Nuestro esfuerzo, dedicación y fiel entrega dejaron firmes huellas en el camino de ascensión. Ahora otros recorren esos senderos tomándose de la mano.

Aún queda trabajo. La oscuridad agitará el escenario intentando cerrar todos los canales que vehiculizan la luz. Confiemos. Los puentes que con tanto amor construimos son transitados. Los campos que por amor sembramos, florecieron. Nada ni nadie podrá detener este inmenso caudal lumínico en donde volvemos a sentirnos en un solo gran corazón. Fuimos convocados a humanizar, fuimos llamados a hermanar, eso fue lo que hicimos. Cumplimos nuestra palabra.

Somos guerreros consagrados a la luz. Estamos de paso. Por amor derribamos muros, abolimos fronteras, liberamos almas prisioneras y quitamos toda bandera que aliente la desunión, para que esta bella vibración que está ingresando al mundo físico circule libremente restituyendo la armonía. No luchamos. Sólo amamos. Vibramos con inmensa pasión. Así transmutamos las energías rastreras que promueven la indiferencia y crean la ilusión de que estamos separados.

Unidos y despiertos auxiliamos y animamos a que otros hermanos se levanten, sanen y se sumen al festejo esplendoroso que en los planos sutiles se está gestando. La mesa ya está servida. El anhelado llamado al gran banquete dorado comenzó. Ingresamos a la fiesta a través de la puerta inmaculada que está situada en el centro de nuestro pecho. Celebremos. Es la hora de reunirnos, vamos camino hacia el Hogar. Lo logramos. Triunfamos. Venció el amor.

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