Por Jascha
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La vida a veces me parece algo confusa, hay tantos matices que en ocasiones me cuesta comprenderlos. He nacido en un contexto tranquilo, sin grandes desafíos externos, hasta ahora la vida parece no obstinarse en desafiar mi temple, pero aún así la existencia parece haberme dotado de diversos desafíos internos. Puedo observar y reconocer la tranquilidad que me rodea tan claramente, como no puedo dejar de estar consciente que en algún lugar del planeta alguien está siendo abusado de alguna forma, alguien se está muriendo por falta de asistencia médica, alguien llora porque se siente sólo en un mundo sobre poblado y yo desde aquí apenas siquiera puedo enviarles un rayo de esperanza.
Tampoco puedo dejar de reconocer que en mi interior existen tantos matices como los que puedo observar en mi exterior, rabia, frustración, tristeza, miedo, egoísmo, confusión cohabitan con paz, satisfacción, alegría, valor, generosidad, claridad y otros nobles sentimientos. Me cansé de porfiar en negar una parte y exaltar la otra, soy eso y mucho más, nada saco con querer ser quien no soy.
No soy una iluminada, ni una sabia y con toda probabilidad no sabré de éxtasis místicos, ni levitaré por los aires, no harán fila ante mí millares de personas para recibir mi abrazo, tampoco me darán un premio nobel, ninguna fundación llevará mi nombre ni levantarán una estatua para conmemorarme. Cuando me muera unos sólo unos pocos cercanos me recordarán y quizás derramarán unas pocas lágrimas.
Me cansé de escuchar respuestas que explican por qué el mundo es lo que es, no me interesa escuchar hablar ni del karma, ni de lecciones, ni de experiencias y aprendizajes, ni de destino, ni de contratos y vidas pasadas menos aún de valle de lágrimas, coronas de espinas y pecados originales que necesitan ser redimidos.
El mundo es lo que es en gran parte porque hacemos que sea así o no hacemos nada porque deje de hacerlo. La paz que reclamamos en oriente no la encontramos en nuestro interior, la justicia que nos parece tan obvia no se aplica en nuestras vidas y solemos ser bastantes intolerantes con quienes piensan y actúan diferente a nosotros, el amor que extrañamos y le reclamamos a los cercanos no lo sentimos ni por nosotros mismos, la misma abundancia que perseguimos la despreciamos olvidando las miles de bendiciones que nos rodean.
Pero también es cierto que más allá de nuestras elecciones el juego de la vida es así, mágico, sorpresivo, variado, exultante, doloroso, impredecible, cambiante, tal y como somos nosotros mismos. Cuanto antes nos soltemos a fluir con la existencia y a recibir sin resistencia la multiplicidad de experiencia que nos quiere regalar, más pronto le encontraremos sentido a esta vida y cuanto antes comencemos a cambiar lo que no nos gusta del exterior en nuestro interior, antes tendremos el mundo que soñamos tener.
Aprendamos a disfrutar quiénes somos y pronto estaremos disfrutando de este maravilloso y sorprendente regalo que es la vida, con todos sus maravillosos matices que a pesar de nuestras resistencias no dejan de sorprendernos.
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